1

1.4K 156 135
                                    


ENCONTRÁNDOME

Quiero saber qué busco.

Por qué no te encuentro.

Por qué me asusto.

Por no hacerlo.

Por no verte.

Por ser diferente.

Porque cambiaría todo.

Todo, créeme.

Por saber si existes realmente.




ALAN


Como un día cualquiera, estoy observando la preciosa ciudad de Crystall, una de las más importantes de Homotania, mientras doy unos sorbos largos a mi taza de café, sentado en la mesa del salón de mi ático. También estoy entretenido con la lectura del libro virtual de Historia de Homotania, una de mis asignaturas favoritas, cuando, de repente, decido encender la pared, antiguamente llamada televisor.

—A tan solo siete días para la Semana del Permiso, las autoridades de Femtania han enviado una invitación a las de Homotania para asistir al tradicional banquete de apertura del evento del siglo —declara el periodista barbudo que emite las noticias desde el puerto central de Homotania— y, como no, nuestras autoridades asistirán encantadas, devolviéndoles el favor en forma de invitación para el banquete de clausura.

Suspiro para contener la emoción.

Dentro de una semana podré viajar a Femtania, el lugar donde habitan las mujeres, que antiguamente estaba formado por tres continentes: Europa, África y Asia. Los hombres, en cambio, por minoría demográfica nos quedamos todo el continente americano, tanto el sur como el norte.

Todo esto ocurrió hace quinientos años, cuando la homofobia era tan habitual que decidieron pasar todo al otro extremo: separar a los hombres y las mujeres y perseguir duramente la heterosexualidad. A partir de ese momento, la única manera de reproducirse es mediante un sistema de donación obligatoria de gametos femeninos y masculinos para fecundarlos y desarrollarlos aleatoria y artificialmente en los laboratorios de nacimiento. Además, también es un método para controlar el crecimiento demográfico.

Tampoco están permitidas las personas transexuales o transgénero, intersexuales, bisexuales y queer, para evitar problemas o confusiones. Simplemente se delimitó todo a mujeres y hombres.

No obstante todo el control que se hace para evitar que hombres y mujeres se puedan ver, relacionar o reproducir, hay una semana al siglo en la que cualquier persona puede ir a donde quiera, sin importar su orientación sexual, su identidad o sus sentimientos y creencias. Es como si el mundo fuera libre, abierto y humano de nuevo. Aunque hay una única norma: no reproducirse.

Ese periodo de siete días es conocido como la Semana del Permiso, un acontecimiento único, especialmente para los jóvenes como yo. Con tan solo diecisiete años he tenido la buena suerte de que me toque en una temprana edad, porque hay personas que, pese a la alta esperanza de vida, no podrán disfrutarlo como lo harían siendo jóvenes.

Sin embargo, lo que realmente me entusiasma a mí es conocer mundo y gente nueva, sobre todo chicas. Sé que probablemente no haya posibilidades, porque una relación entre un hombre y una mujer está muy mal vista (aunque en realidad nadie ha visto ninguna desde hace quinientos años), así que de momento solo espero hacer amistades.

Todo esto lo causa un factor: nunca he sentido nada por ninguna persona de mi entorno, es decir, hombres. Nunca me he sentido atraído o enamorado por un hombre. Nunca. Lo he intentado varias veces, pero al final me daba cuenta de que solo era el atractivo físico lo que me gustaba de ellos, no cómo eran. Nunca he experimentado el amor, por lo que no sé qué es, aunque mis padres siempre me dicen que lo hallaré. «Tarde o temprano», suelen decir los dos al unísono.

Ahora que llevo viviendo solo desde hace más de un año en pleno centro de Crystall, ya no los veo tanto, porque ellos viven en Methall, que está a más de seis horas en autoavión.

Pero me estoy preparando para la semana que viene, convencido de que serán los mejores días de mi vida, listo para descubrir lugares ocultos y, sobre todo, para disfrutar al máximo y aprender.

Me levanto para coger mi chaqueta, introduzco el libro virtual en ella y me encamino al recibidor, mirándome en el espejo antes de salir por la puerta: mi pelo negro está perfectamente peinado hacia arriba y mi ropa planchada se ajusta a mi cuerpo. Eso es suficiente para darme el visto bueno y encaminarme hacia la calle para subirme en mi autoavión y dirigirme al instituto.

Siete díasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora