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Este chico de verdad me sorprende, en ningún momento supuse que me traería aquí, hasta incluso pensé que llevaría a una disco, bar, o en el peor de lo casos, a un hotel. Estoy desconcertada. Él sonríe al ver mi patética expresión, apaga su auto y sale dejándome aquí dentro.

¿Tanto le cuesta explicar esto?

Salgo del auto y trato de alcanzarlo, no corro porque él va caminando despacio mirando este lugar como si lo conociera desde tiempo, admirándolo.

—¿Podrías treparte y saltar estas rejas metálicas? —pregunta señalando aquello y se detiene.

Yo nunca me he trepado en estas cosas, ni tampoco me ha interesado intentarlo,  pero... ¿qué tan difícil podrá ser?. Miro su altura y es el doble de mi tamaño. Me da miedo caerme y pegarme fuerte en alguna parte del cuerpo... ¡Al carajo! no voy a quedar como una debilucha frente a él.

—Claro que sí —digo con total seguridad, si me lo creo, lo haré.

Camino muy indecisa y examino por quinta vez esas rejas metálicas. Respiro profundo y me armo de valor. Pongo mis dos manos en ellas, pero al tocarlas, estas están oxidadas y me manchan mis manos. Miro de reojo a Kilian, y noto que su rostro está en estado de confusión, es como si mirara a un bicho raro. Suspiro con pesadez y me decido. Aplasto mis dos piernas en una reja e intente subir poniendo más presión en mis manos, poco a poco voy subiendo ¡Qué fácil ha sido esto!. Pero de repente mis manos empiezan a sudar, y ni siquiera entiendo porqué, las retiro para secarlas con mi falda y mi cuerpo pierde estabilidad. Trato de hacer cualquier maniobra para no caer, más lo empeoro todo y de inmediato cierro mis ojos. No quiero ver la burrada que acabo de cometer, no quiero ver a Kilian, burlarse de mi caída. No quiero.

Antes de caer de espaldas al suelo, sus manos logran sujetarme y caigo encima de su abdomen. Pero no salgo ilesa. Mi pierna izquierda se raspa contra el pequeño muro que hay allí. Siento un ardor, me duele mucho. Las lágrimas intentan salir de mis ojos pero las detengo, no voy a llorar por esta ridiculez.

—¿Y no que si sabías? Tienes suerte que todavía no me haya trepado —lo miro porque si veo un rastro de burla en su rostro, lo golpeo, pero no lo hay. Al contrario, sus ojos me reprochan —.¿acaso no tuviste infancia?.

Pongo mis manos de nuevo en esas rejas para impulsarme y levantarme.

—No, mi infancia fue diferente —respondo luego de terminar de limpiarme —. Mi madre no me dejaba estar en la calle.

—Tienes una madre muy sobre protectora.

—Tú no sabes nada y prefiero no hablar de ella —me limito a decir—. Ayudame a subir de nuevo.

Analizo mi situación: parezco una niña de ocho años. Mis manos y mis piernas están manchadas, y de la ropa ni hablar. Por gusto accedí a tal locura. Más sin embargo, a una Tanit de pequeña le habría encantado vivir estas cosas. Vuelvo a ver a Kilian, y no está. ¿A que hora me dejó sola?. Es imposible que se haya ido, su carro está allí, miro por encima de las rejas y ahí lo veo sonriéndome o mejor dicho, burlándose.

¿No pudo esperarme? Quería ver su técnica.

—Dame tu mano y te doy las indicaciones de cómo ser machona —Dice.

Y aunque intento no sonreír, me es difícil. Le sonrío negando con la cabeza y empiezo a treparme de nuevo, esta vez con su ayuda fue un poco más fácil. Luego de unos segundos ya estaba encima de este. En serio que es difícil hacerlo sola. Pero todo es cuestión de practica.

—Ahora solo te tiras y ya, así de sencillo —se pone de cuclillas y se lanza de un solo, yo no hago mismo, sé que si me tiro así me va a doler los pies por el impacto. Me quito los botines y los tiro cerca de Kilian, pongo mis pies descalzos en esas rejas y bajo de a poco.

¿tú no sabes amar?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora