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Un escalofrío se hace presente en mi cuerpo y el miedo reaparece. El sentimiento de culpa me atormenta. Si mi abuelito en verdad está vivo, me debe odiar por lo que le hice. Y nunca estaré preparada, y menos ahora, para oír sus palabras acusadoras. Me dejaré morir si eso pasa. Él es el hombre que más amo en mi vida. Giro mi cabeza para verificar si estoy en lo correcto..., y casi me da un infarto al verlo tan cerca de mí.

No ha cambiado nada. Sigue tan alto y flaco como la última vez que lo vi, con sus pocas canas visibles y varias arrugas en su rostro. No podía faltar sus lentes negros de siempre.

Se lo ve tan guapo. Es increíble como a pesar de tantos años sigue estando completamente igual.

Y sin darme cuenta, comienzo a llorar de nuevo. Impulsivamente me acerco a mi abuelito y le doy un fuerte abrazo... No tienen ni idea de lo reconfortante que es esto.

Es como si tuvieras un día de mierda, tú piensas que nada te saldrá bien y de pronto aparece la persona más amas en esta vida, a la cual extrañas muchísimo y con solo verlo te genera una pequeña esperanza, entonces al darle un emotivo abrazo, te corresponde y no por cordialidad o lástima, sino por amor.

Se siente increíblemente bien abrazarlo después de tantos años.

—Abuelito, perdóname por favor. Nunca debí dejar que pasara...

—No tengo nada que disculparte Samay—me interrumpe con su voz dulce ¿cómo es posible que no me tenga rencor? —. Tú no tienes la culpa de nada. Dejame abrazarte, te extrañé tanto mi pequeña. Claro, ya no tienes 10 años... Mírate, te convertiste en una bella adolescente.

Escuchar sus palabras me llenan de paz, de esa paz que tanto necesité durante todos estos años. Siempre necesitaré a la persona que me crió con tanto amor. De repente un fuerte pitido de un coche hace que involuntariamente, revise de donde procede el ruido; sin embargo, en ningún momento suelto a mi abuelito. Y era un simple carro desconocido haciendo bulla, nada más que eso.

Regreso a mirar con mucha ilusión a mi abuelito, pero no está... Desapareció... ¿cómo es posible eso? Retrocedo varios pasos muy desconcertada. ¿Qué me pasa? no entiendo nada... ¿estaba alucinando?. ¡Por Dios! No, no, no. Quiero volverlo a ver. Pensé que mi abuelito sí estaba vivo... ¡maldito carro! ¿por qué no aproveché en estar más tiempo con él?.

Las lágrimas me salen sin control y me detengo solo al escuchar mi celular sonar. Y con mi mirada a cualquier parte que no sea abajo, busco mi celular que se encuentra sobre mi cadera, al encontrarlo lo retiro de allí y reviso quién me está llamando. Si es Kilian o Eme.

"Kila"

¿Qué hago? ¿contesto o no?. Debo estar sola. No me gustaría que nadie me vea en este estado, pero a la vez necesito compañía... Mejor no.

Iba a colgar, pero sin querer termino  contestando. No me queda de otra que poner mi celular cerca de mi oído.

—¿Tanit?..., Tanit, ¿en dónde estas? —un pequeño alivio se hace presente al escuchar la voz de mi amigo, aunque a través de la llamada escucho el fuerte sonido de un carro frenando a raya—. ¡Chucha, cuidado!... Vamos Tanit, contesta por favor.

¡Ok! Sí, debo hablar. Por el tono de voz de mi amigo, puedo imaginar que está muy preocupado.

—Estoy en el parque —respondo finalmente.

—Ya vamos para a... —cortaron la llamada.

Bueno eso fue lo que pensé, pero al revisar mi celular, veo que éste se queda sin batería e inmediatamente se apaga. No hago ninguna expresión de enojo en mi rostro, si me escucharon o no, no me importa.

¿tú no sabes amar?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora