Capítulo 3: Tarda en llegar...

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Cuando me desperté en la mañana tenía la sensación de que me había caído un martillo en la cabeza, era gracias a la copa de más que uno se arrepiente de tomar más tarde.

Me gire lentamente y a como pude logre encontrar el despertador. Eran las once y media, para mí eso era horrible, faltaba menos de una hora para que llegara Fernando de Lasegn, uno de mis nuevos clientes me estaba esperando y yo había prometido recogerlo.

No solo fue lo primero en que pensé, lo segundo fue Lucille, mire al lado de mi cama y vi algunas sabanas arrugadas del cual no había manera en la que existiera alguna mujer, sorprendido de todo esto y mientras tenía el mareo en mi cabeza me senté en el extremo de la cama.

Lucille se había marchado, la ropa que ella tenía en cada sector de mi casa ya no estaba... Fui a como pude hacia la cocina, donde Chopper, mi perro, me recibió emocionadamente, llene un vaso de agua y me tome una aspirina.

— Ya Chopper, ya casi saldremos a la calle. — Le dije mientras sentía el efecto, en realidad "Calle" era la única palabra con la que el siempre reaccionaba, podía pedirle la pata, decirle "Mucho gusto" y aun así no me daba su pata o no me hacía caso, abrí la puerta principal y salió disparado hacia la calle para marcar terreno.

Cerré la puerta y me dirigí al baño, lo primero que vi fue la nota pegada en el espejo.

"Mi querido Gary Bale.

¿Siempre haces esperar a las mujeres de esa forma? ¡Te debo una, no lo olvides!

Te amo.

Lucille."

Debajo de la nota había estampado un beso dibujado con sus labios, por lo cual agarre la nota mientras sonría y la miraba tiernamente cuando la arrugue y la bote para bañarme.

Mientras me afeitaba tuve que pensar en cómo una Lucille borracha me había seguido a casa sin dejar de tropezarse por todo lo que se encontrara y al final se había caído encima de mi perro, que no paraba de ladrar entre sus pies. Quise ayudarla a levantarse, pero ella me tiró del pantalón y aterricé a su lado en la alfombra.

— ¡Pero monsieur Bale, no sea tan impetuoso! — Se echó a reír y su cara estaba de pronto demasiado cerca.

Lucille pasó los brazos por mi cuello y me dio un cálido beso en la boca. Sus labios se abrieron, y entonces me pareció bastante seductora la idea de estar con ella y me agarré a su pelo abundante, oscuro, que olía a Samsara.

Riendo y dando tumbos, conseguimos llegar hasta el dormitorio. El traje color rojo se quedó tirado en el suelo por el camino. Encendí la lamparita de la cómoda, que sumió la habitación en una suave luz amarillenta, y me volví hacia Lucille. Ella cimbreó sus caderas de forma provocativa y cantó: «Voulez-vouz coucher avec moi... ce soiiiir». Luego lanzó sus medias de seda por los aires. Una cayó al suelo, la otra se quedó colgando entre la nariz de mi perro y su oreja. Vestida con su delicada lencería color castaño, que al parecer el marido político no apreciaba demasiado, se dejó caer sobre mi cama y estiró los brazos hacia mí.

— Viens, mon petit Bale, ven aquí conmigo —Susurró—. ¡Ven aquí, cariño, que te voy a enseñar la Piedra de Rosetta...!

Se revolcó sobre la colcha me lanzó una atrevida sonrisa junto con su collar que me quedo estampado en el rostro y después solo fue un desmayo y puedo recordar que tuve un sueño podía ver angustiosas visiones de accidentes con muertos y atentados con víctimas y de pronto en medio de tal situación apareció una chica... con un vestido rojo y cabello rojo y una piel blanca y solo me dijo algunas cuantas palabras "¡Ven salgamos de aquí rápido Gary!" y entonces aquí estamos recordando la noche...

Fui hasta el sillón color burdeos sobre el que había tirado mi chaqueta y mis pantalones, y saqué el móvil del bolsillo y me percaté que me estaban llamando.

— Oui, allô? — Dije con voz apagada. Contestó una voz ahogada por las lágrimas.

— ¿Gary Bale? ¿Gary, eres tú? Me alegro de encontrarte por fin. ¿Por qué no contestabas? ¡Oh, Dios mío! — La voz al otro lado de la línea estalló en sollozos.

«¡Oh, Dios mío! — Pensé también yo—. ¡Por favor, ahora no!». Por un momento me maldije a mí mismo por no haber mirado antes la pantalla, pero sus sollozos sonaban más dramáticos que otras veces.

— ¡Lauren, querida, tranquilízate! ¿Qué pasa? — Dije con cautela. Tal vez había ocurrido algo de verdad y no se trataba de una de esas desesperadas crisis creativas que le daban cada vez que fijábamos la fecha de una exposición. —

— ¡No puedo más! — lloriqueó —. ¡Solo pinto basura! ¡Olvida la exposición, olvídalo todo! Odio mi mediocridad, todas estas cosas tan vulgares... — Escuché un ruido, como si alguien le diera una patada a un bote de pintura, y cerré los ojos cuando llegó hasta mis oídos.

Podía ver delante de mí la alargada silueta de Lauren, con sus grandes ojos oscuros y los brillantes rizos negros, que se movían como llamas en torno a su bello rostro color café con leche y que hacían que la única hija de una madre sueca y un padre caribeño tuviera en realidad algo de un sol negro.

— Lauren. — Dije con toda la serenidad zen-budista de que era capaz, y miré intranquilo hacia la calle, donde Chopper mordía las plantas de mis vecinos para después hacer popo. — Todo esto no tiene sentido. Te digo que eres buena. Eres... sublime, de verdad. Eres única. Yo creo en ti. Escucha... —Bajé un poco la voz — Ahora no puedo hablar.

— ¿Por qué? ¿Qué estás haciendo? ¿Puedo ir a visitarte? ¿Hay una mujer contigo? —preguntó con desconfianza.

— Lauren, por favor, tengo una reunión en unas horas y debo de viajar por mucho rato. — Repliqué sin contestar a su pregunta —. Mañana hablamos con tranquilidad, ¿Si?

— ¿Por qué me hablas de ese modo? — Gritó Lauren indignada, luego empezó de nuevo a sollozar—. ¡Claro que tienes una mujer ahí! Las mujeres siempre son lo más importante para ti. Todas son más importantes que yo. Yo no soy nada, ni siquiera mi agente —ese era yo— se interesa por mí, ¿y sabes lo que voy a hacer ahora mismo?

La pregunta se quedó flotando en el aire como una amenaza de bomba. Abandonado, escuché el horrible silencio que reinó de pronto ella hablo...

—¡Voy a coger esta pintura negra de aquí... y voy a tapar con ella todos mis cuadros! —¡No! ¡Espera! — Con un suspiro cerré tras de mi la esperanza de llegar temprano a la reunión. Tardé casi una hora en conseguir tranquilizar un poco a la enfurecida Lau.

Según pude averiguar, mientras iba intranquilo de un lado a otro del pasillo y las tablas de madera crujían bajo mis pies, no se trataba solo de que dudara de su talento artístico, como le pasaba a veces: Lau estaba enamorada. ¿De quién? No me lo podía decir de ningún modo. No era correspondida y había perdido la esperanza. El dolor le quitaba la inspiración, ella era expresionista y el mundo, una tumba negra. En algún momento se cansó de hablar. Cuando sus sollozos fueron más apagados, la mandé con voz suave a la cama, con la promesa de que todo se arreglaría y de que yo estaría siempre con ella y ella cerro la llamada con un tierno y lastimado "te amo".

Salí a la calle y aprovechando en traer a mi perro fui al buzón; no tenía ningún presentimiento cuando abrí el buzón del portal. Ni siquiera cuando descubrí el sobre azul pálido entre las numerosas facturas se activó mi sexto sentido. En el sobre ponía con una bonita letra redondeada: «Para Gary B.». Sé que en ese momento tuve que sonreír, pues supuse que Lucille me había dejado una breve carta de despedida antes de desaparecer. Ni por un instante se me ocurrió pensar que las damas de la alta sociedad no suelen llevar siempre en su bolso papel de carta hecho a mano.

Me disponía a leer la carta cuando paso algo...


El Amor De Mi Vida Es Una DesconocidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora