Asunto: ¡Seducido!
Bellísima Queen Lux:
Quienquiera que sea usted, la que apunta con flechas doradas a mi corazón (pues todavía no se puede hablar de pequeñas partículas de oro posadas suavemente en su fondo) debe saber que su escrito, para mí tan sorprendente, ha provocado el efecto deseado.
De todos modos, querida, no debe frotarse las manos todavía, pues podría ser que necesitará de nuevo sus bellos dedos, sea para volver a escribirme, sea para hacer con ellos otras cosas que por motivos de decencia no me gustaría detallar aquí (Y si en este momento se sonroja será mi dulce venganza por sus sueños nocturnos con los ojos abiertos en los que mis manos juegan sin saberlo en un atrevido papel informático). Si le respondo ahora, con dos días de imperdonable retraso, se debe a que, sea por el motivo que fuere, mi vida, siempre armónica, se ha convertido en un frenético torbellino que me tiene sin aliento. Desde esa mañana de hace dos días en que tome su sobre de color azul cielo se acumulan los acontecimientos, no he tenido un momento de tranquilidad, por no hablar de la falta de sueño, y, por favor, debe creerme cuando le aseguro que este es mi primer momento de paz en 48 horas. ¡Su carta me ha sorprendido y fascinado a la vez!
Desde el jueves no dejo de pensar quién se esconde detrás de usted. ¿Es una mujer que conozco? Y si es así, ¿De qué y desde cuándo? ¿Y hasta qué punto? Mi cerebro trabaja febrilmente y no obtiene ningún resultado. Pues usted querida mía, me oculta todo, todo excepto sus palabras, que están llenas de veladas insinuaciones e increíbles promesas.
¿Qué debo pensar de la Queen? ¡Salga de su escondite! ¡Me gustaría convertirme en el hombre más feliz que ha visto nunca París, sí, el mundo! Pero la felicidad no consta únicamente de palabras, sino también de actos que yo estaría encantado de llevar a la práctica si usted me lo permitiera. ¿Le habría gustado besarme cuando nuestras manos se rozaron? Mon Dieu.
¡Quien escribe así debe de besar muy bien! ¿Estaba yo tan ciego que simplemente dejé pasar ese feliz momento? Ya estoy empezando a enfadarme por no haberla besado. Como habrá notado (y su indirecta de que cada vez hay una mujer diferente a mi lado no es solo indiscreta, sino también un poco descarada), soy un hombre al que le atraen las mujeres, lo que no considero un delito. No obstante, es evidente que hay algo muy importante que ha escapado a mi atención: ¡usted!
¡Un error imperdonable, a mi parecer!
Y ahora me castiga haciéndome sentir una gran curiosidad. Usted sabe cosas sobre mí, yo en cambio no sé nada de usted, y después de dos días eso me resulta casi insoportable. ¿Debo buscar en viejos álbumes y agendas para encontrarla? ¿Hacia dónde debo dirigir mis pasos? ¿Hacia delante, hacia atrás... o en una dirección completamente distinta?
Aunque se esconda tras agudas palabras, de ellas se desprende que es usted una mujer que ama, o al menos que está enamorada, y por eso le ruego, no, le exijo, mi bella inaccesible, que rinda tributo a su corazón y me dé al menos un pequeño indicio (al que puede seguir una gran cena en un restaurante adecuado, a la que la invito en este momento). Podemos ir si gusta, hacia aquel restaurante de cinco estrellas que está en Paris, a manos del chef latino Héctor.
Queen! Hace dos días que voy por el mundo sin poder concentrarme porque usted ya no se me va de la cabeza. No acudo a las citas, no presto atención, se me olvida comer, ¡Y usted es mi enigma preferido! Pero eso es lo que usted pretendía, ¿no? Incluso soy capaz de llamar en este instante al detective Hardwick, para poder ubicarla.
Me ha seducido, y ahora siento curiosidad por saber hasta dónde me quiere llevar. Si no fuera el hombre que soy, no sabría qué imaginar. Con esto acepto su desafío, porque un Bale sabe manejar bien su florete y no debe temer ningún duelo por duro o fácil que sea. Pero me gustaría prevenirla, ¡puedo ser muy tenaz, y no se me va a escapar fácilmente! A la espera de recibir hoy mismo noticias suyas, le saluda con gran impaciencia (que me debe disculpar).
Gary Bale.
Satisfecho, me recliné en el respaldo de la silla. Me parecía que le había dado al mensaje el tono apropiado. ¿La Queen quiere el siglo XVIII? Pues aquí tiene siglo XVIII. Ella era la reina, yo el caballero que la buscaría en el abismo. Si ese era el camino para acercarme a ella, no tenía inconveniente en recorrerlo. El arte de seducir a una mujer consiste fundamentalmente en no aceptar un no, en no rebajar la atención que se le presta y tratarla como a una reina. En este sentido, según y o había comprobado, toda mujer era una princesa. Cada mujer era un pequeño prodigio, y cada una tenía sus propios caprichos, que lo mejor era satisfacer con generosidad.
Sonreí, tomé satisfecho un trozo del oloroso cruasán que Odile, la robusta hija del propietario de la panadería, me había envuelto en papel después de que yo, como cada mañana, le dijera un pequeño cumplido.
Me creía ya muy cerca del objetivo. Después deesta carta, a lo sumo después de la siguiente, la Queen se daría a conocer,ninguna mujer puede mantener un secreto durante mucho tiempo, ni siquieracuando el secreto es ella misma. Este lo iba a desvelar y o con las más bellaspalabras, hasta que ella mostrara su identidad y sus armas. ¡Y al final ganaría yo el juego!
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El Amor De Mi Vida Es Una Desconocida
RomanceGary Bale es el propietario de una galería de arte en París, la cual no solo exhibe pinturas de otros artistas, sino que también sus obras maestras están en toda su galería, es conocido como el nuevo Cupido para los medios de comunicación debido a q...