Volteé mi cabeza hacia la derecha cuando vi la sombra de una mujer sumamente encantadora, madame Roxanne.
— Bonjour , Monsieur Bale. Hola, Chopper. —Nos saludó muy amable. — Vaya, tiene usted aspecto de no haber dormido demasiado. ¿Se le hizo tarde anoche?
Madame Roxanne es mi vecina y vive sola en una casa gigantesca. Rica y divorciada desde hace tres años, esa mujer vive el aquí y ahora con una relajación casi anacrónica. Está a la búsqueda del marido número dos. Al menos eso es lo que me ha dicho. Aunque tampoco eso le corre ninguna prisa. Lo bueno de ella es que tiene mucho tiempo libre, adora a los animales y cuida de Chopper cuando yo estoy de viaje. Lo malo de ella es que tiene mucho tiempo libre y se enrolla durante horas cuando uno más prisa tiene.
También esa mañana se plantó ante mí como nieve recién caída. Yo observé nervioso su cara alegre. Tenía aspecto de haber dormido bien. ¿Solo me lo pareció a mí o sus ojos miraron con interés el sobre que yo sostenía en la mano? Antes de que me enredara en una larga conversación sobre noches excitantes o cartas escritas a mano me apresuré a guardarme el correo en el bolsillo.
— Pues sí, sí, se hizo bastante tarde — Admití, y miré el reloj. — ¡Cielos, tengo que irme o llegaré tarde a una cita! ¡Bonne journée, madame, hasta luego! — Me dirigí a toda prisa hacia la puerta de la calle mientras llamaba a Chopper, que seguía husmeando los elegantes zapatos de madame Roxanne, y pulsé el botón para abrirla
— ¡Un buen día también para usted! —Gritó ella—. ¡Y ya me dirá cuándo me puedo quedar otra vez con Chopper! Ya sabe que tengo tiempo.
Veinte minutos más tarde estaba sentado en un taxi que debía llevarme a la Gare du Nord. Habíamos cruzado el Pont du Caroussel y pasábamos por delante de la pirámide de vidrio, que brillaba con el sol de la mañana, cuando me acordé de la carta de Charlotte. Sonriendo, la saqué y abrí el sobre. Esa mujer era muy tenaz. Pero encantadora. En la era de los emails y los sms una carta escrita a mano tenía algo de excitantemente anticuado, sí, algo íntimo. Aparte de las postales que me mandaban algunos amigos en vacaciones, hacía mucho tiempo que no encontraba una carta personal en mi buzón. Me puse cómodo y eché un ligero vistazo a las dos hojas de letra delicada. Entonces di tal salto que el taxista me miró por el retrovisor. Observó la carta en mi mano y sacó sus propias conclusiones.
— Tout va bien, monsieur? ¿Todo bien? —preguntó con esa mezcla tan especial de intromisión sin rodeos y experiencia casi omnisciente que caracteriza a los taxistas de París cuando tienen un buen día.
Yo asentí desconcertado. Sí, todo estaba en orden. Tenía una preciosa carta de amor en mis vacilantes manos. Iba dirigida a mí, sin duda. Parecía llegar directamente del siglo XVIII. Y estaba claro que no era de Charlotte. Pero lo que más me desconcertó fue el hecho de que la autora no desvelara su identidad. Yo no sabía quién era, pero ella parecía conocerme bien a mí. ¿O se me había escapado algo?
Mon cher monsieur le B'le!
¡Vaya saludo! ¿Se estaba riendo alguien de mí? Es sabido que algunos amigos me llaman «Gary B'le», pero ¿quién escribe una carta así? Palabra por palabra, como si se tratara de descifrar un idioma secreto, mis ojos siguieron los trazos azules, y por primera vez en mi vida tuve una vaga idea de lo que debió de sentir mi antepasado arqueólogo ante la Piedra de Rosetta.
Sin saber mucho que hacer le pedí al taxista que bajara la música y que quería leer la carta en voz alta, el sin dudarlo lo hizo.
Mon cher monsieur le B'le!
No sé cómo debo comenzar esta carta, que es la más importante de mi vida. Cómo puedo olvidar sus bellos ojos, que tanto me han revelado sobre usted, pues ellos me llevan a considerar cada una de mis palabras como algo valioso, a meterme en sus ideas y sentimientos, con la sublime esperanza de que esas finas partículas de oro de mi corazón caigan también en su corazón y se posen en su fondo para siempre.
¿Puedo sorprenderle si le aseguro que desde el primer momento sentí que usted, es el hombre que siempre he estado buscando?
No creo. Usted lo habrá oído ya cientos de veces, la verdad es que no es algo muy original. Además, de eso estoy segura, usted sabrá por su propia y nada desdeñable experiencia que a menudo el tan citado «amor a primera vista» da paso en un tiempo sorprendentemente corto a un gran desencanto. Así pues, ¿Quedará para mí alguna palabra de amor o pensamiento apasionado que no haya sido escrito o pensado antes por otra persona?
Me temo que no. Todo se repite, está usado y apenas causa asombro cuando se observa desde fuera. Y, sin embargo, todo parece nuevo cuando se experimenta en uno mismo, y la sensación es tan arrolladoramente hermosa que se cree haber descubierto el amor. Por este motivo tiene que disculparme, estimado señor, si recurro a otro tópico, porque yo misma lo he vivido así y no de otra manera: la primera vez. Jamás olvidaré el día que le vi por primera vez. Su imagen me impactó como un rayo, ¡Un rayo que cae sin que suene el trueno! Sin que nadie más note nada. Pero yo no podía apartar mis ojos de usted.
Su aspecto descuidado, pero a la vez elegante me fascinó, sus brillantes ojos claros me prometían una mente despierta, su sonrisa estaba hecha para mí... y jamás veré unas manos de hombre más bellas. Manos con las que a veces, lo admito con sonrojo, sueño por las noches con los ojos abiertos. Sin embargo, ese momento tan sumamente feliz para mí quedó enturbiado por la bella mujer que estaba a su lado y que resplandecía por encima de todo como el sol y en cuya presencia yo me sentí como una insignificante baronesa vestida de luto. ¿Era su esposa? ¿Su amante? Le he observado con miedo y envidia, y enseguida descubrí que siempre tenía a su lado una mujer bella, aunque —disculpe que sea tan directa— no es siempre la misma...
— ¡Maldito cerdo! — Noté una sacudida y el taxista esquivó con un sonoro frenazo un autobús que se había cambiado sin avisar a nuestro carril. Por un instante no estaba muy seguro de si se refería a mí. Asentí ensimismado. —¡Menudo idiota! ¿Lo ha visto? ¡Conductores de autobús! ¡Menudos idiotas!
El taxista dio unos golpecitos en la palanca de cambio, aceleró y adelantó al autobús, no sin gesticular con vehemencia ni hacer elocuentes signos con los dedos a través de la ventanilla bajada.
—¿Tu es le roi du monde, hein? ¿Eres el rey del mundo, ¿eh? — Gritó al conductor del autobús, que le hizo un gesto de rechazo. Los pasajeros, turistas que hacían un recorrido por la ciudad, nos miraron asombrados. En Londres no se ven cosas así. Yo les miré como alguien que acaba de caer sobre la Tierra desde otro planeta y no entiende nada. Pero luego bajé la cabeza, regresé a esa estrella que me había atrapado en su órbita de forma tan misteriosa y seguí leyendo.
... y enseguida descubrí que siempre tenía a su lado una mujer bella, aunque —disculpe que sea tan directa— no es siempre la misma...
Sonreí al leer de nuevo estas palabras. Quienquiera que fuera la persona que las había escrito, tenía sentido del humor.
No me corresponde a mí juzgar por qué eso es así, aunque me anima a enamorarme cada vez un poco más porque está claro que "No tiene usted pareja", como se suele decir. No sé cuántas horas han pasado desde entonces... a mí me parecen miles... y a la vez una única e interminable. Y aunque su despreocupada actitud ante las damas parece indicar que no se toma demasiado en serio los asuntos del corazón o tal vez no puede (¿o no quiere?) decidirse, veo en usted a un hombre con gran corazón y sentimientos apasionados que solo quieren ser encendidos por la mujer adecuada.
¡Déjeme ser esa mujer y no se arrepentirá! Todavía me palpita el corazón cuando recuerdo esa infeliz historia que por un breve y maravilloso instante nos acercó tanto que nuestras manos se rozaron y sentí su aliento en mi piel. La felicidad estaba muy cerca y a mí me habría gustado besarle. (¡En otras circunstancias lo habría hecho!). Usted estaba tan confuso y a pesar de todo se comportó de forma tan caballerosa... aunque a mí me correspondía la misma parte de culpa. Quiero mostrarle mi agradecimiento por ello, aunque seguro que en este momento no sabe de qué le estoy hablando. Se preguntará quién le escribe. No se lo voy a decir. Todavía no. Respóndame como Lux, e intente descubrirlo. Es posible que le espere una aventura amorosa que le convierta en el hombre más feliz que ha visto nunca París. Pero debo prevenirlo mi querido Gary. No soy tan fácil de conseguir como otras. Le reto al más delicado de todos los duelos y estoy impaciente por saber si acepta este pequeño desafío. (¡Me apuesto el dedo meñique a que sí!). En espera de su respuesta, con mis mejores deseos.
The queenLux.
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El Amor De Mi Vida Es Una Desconocida
RomanceGary Bale es el propietario de una galería de arte en París, la cual no solo exhibe pinturas de otros artistas, sino que también sus obras maestras están en toda su galería, es conocido como el nuevo Cupido para los medios de comunicación debido a q...