Cuando entré en el Duc de Saint-Simon todavía estaba sumido en mis pensamientos y ni de lejos preparado para la grotesca escena que vieron mis sorprendidos ojos. Desconcertado, me quedé parado.
Bermound estaba de rodillas delante del escritorio de la recepción, normalmente vacía de gente; mejor dicho, estaba de rodillas delante de Lisa Clark, quien en ese momento se dignó a soltar una sonora carcajada y quitarse las gafas negras durante un rato.
— Espero no molestar. —Debía sonar a broma, pero ni siquiera a mí me pasó desapercibido el tono ligeramente enfadado de mi voz. ¿Qué era eso? ¿Es que estaba celoso de Bermound y la chica de la recepción?
Bermound, todavía a cuatro patas, volteo la cabeza hacia mí sin inmutarse y sonrió.
— En absoluto, amigo mío. No molesta usted nada. Estamos buscando la pluma de mademoiselle Clark.
Por un momento pensé que me iba a pedir que participara en la alegre búsqueda, pero era evidente que el animado « estamos buscando» no me incluía a mí, y también la Srta. Clark siguió mirando hacia abajo muy sonriente como si yo no existiera. Había algo en el ambiente, no sabía bien qué era, un olor, una mirada... y por un breve instante sentí que me trasladaba al Hyères de mi infancia.
— Por favor, disculpe que esté aquí tirado por el suelo — Dijo Bermound, y metió la mano debajo de la cajonera del escritorio antiguo. Yo volví al presente y solté un suspiro. La situación no podía ser más grotesca. ¡Una lástima que ese tipo echara a perder así todo su charme! (Encanto)
Pero Lisa no parecía verlo así. Dio un pequeño grito de alegría y replicó:
— ¡Ah, yo no tengo nada contra los hombres que están a mis pies!
— ¿Debo volver más tarde? —Pregunté.
— ¡Aaah, aquí está! —Sin prestar atención a mis palabras, Bermound sacó de debajo de la mesa la pluma de la dama y se incorporó con un ágil movimiento de pantera antes de entregársela a su dueña con un gesto pomposo.
— ¡Voilà!
— Merci, monsieur Ber! —¿Monsieur Ber? Irritado, miré a Lisa. ¿Me lo estaba imaginando o se había sonrojado levemente?
Me pareció que había que poner fin a tanto empalago y carraspeé para hacer notar mi presencia. Bermound se volvió, y también mademoiselle dirigió un instante su mirada hacia mí. En cualquier caso, se acordaron de que yo estaba allí.
— ¿Qué? ¿Nos vamos?
El idiota de Bermound asintió. Entonces sonó su móvil. Lo sacó del bolsillo de su chaqueta, dijo: «¿Sí?», y escuchó un momento por el auricular antes de taparlo con la mano.
— Discúlpeme un momento, Sr. Bale, voy a tardar un poco —dijo en voz baja, y salió al pequeño patio interior del hotel... se me olvidó mencionar... ¡Idiota!
Miré a través de las puertas de cristal blancas y vi que Bittner iba de un lado a otro sin dejar de gesticular. Luego me volví hacia mademoiselle Clark. Su cara había recuperado el color habitual, estaba sentada en su sillón de cuero tras el escritorio y hojeaba el enorme libro de la recepción como si no hubiera sucedido nada.
— ¡Ah, por cierto, mademoiselle!
— Oui, monsieur Bale? ¿Qué puedo hacer por usted? —Se colocó bien las gafas negras y me miró con la amabilidad profesional y severa de una monja que tiene poco tiempo... Y debo decir que no sonó tan amable como el «monsieur Ber» que yo acababa de escuchar.
— Alguien me ha llamado al hotel... una mujer...
Ella levantó las cejas.
— Sí, exacto. Esta mañana llamó una mujer preguntando por usted, pero dijo que no era nada importante y que volvería a llamarle.
Bajó la mirada como si con eso estuviera zanjada la cuestión.
— ¿Y cómo se llama esa mujer? —Pregunté con interés. Mademoiselle se encogió de hombros.
— ¡Oh!, si le digo la verdad, no lo sé. Dijo que volvería a llamarle, a la galería, y yo tenía muchas cosas que hacer. —Guardó silencio un instante y mordisqueó su pluma. — Creo que era americana... una tal June Nose qué.
¡¿June?! ¡¿Había preguntado June Parker por mí?! Me apoyé en el escritorio. ¡Eso lo cambiaba todo!
— ¡Mademoiselle, por favor, haga memoria! Conozco a una americana que se llama Jane Hoffman. Y conozco a una inglesa que se llama June Parker. Así que... ¿quién ha preguntado por mí, Jane o June?
— ¡Hmmm! —Mademoiselle arrugó la frente, luego me miró con gesto desvalido. —June... Jane... suena tan parecido, ¿no cree? —Sonrió con timidez.
— No, en absoluto —gruñí yo. — A no ser que se tenga el cerebro como un colador.
Su sonrisa desapareció. Lisa Clark se pasó la mano por su pelo rubio y brillante, que llevaba, como siempre. Casi me dio un poco de lástima. No debía haber dicho eso del colador. Arrepentido, la miré intentando pensar una rápida disculpa cuando ella apoyó sus manos juveniles en la mesa y se incorporó... Suspiré como nunca lo había hecho.
—Por favor, mademoiselle, no quería decir eso. Ha actuado usted correctamente, y no es culpa suya, sin duda. —Pasé la mano por el cuero verde oscuro que recubría el escritorio y pensé en la misteriosa Queen y en esa «desgraciada historia» que no le pegaba a nadie tanto como a June. Pero...
— ¿Pero...? —Lisa me lanzó una mirada interrogante, y decidí convertirla en mi cómplice.
— Pero es que en este momento sería muy importante para mí saber si ha sido Jane o June la que ha preguntado por mí. No quiero aburrirla con detalles de mi vida privada, pero para mí sería muy importante resolver una cuestión difícil. Algo que no se me va de la cabeza y no me deja dormir... —Abrí los brazos y esperé. Luisa Conti se quedó callada, parecía pensar si debía aceptar mi intento de hacer las paces. Finalmente dijo:
— ¿Conozco a las damas?
— ¡Claro que sí! —Contesté con alivio. — Jane se ha alojado aquí varias veces, aunque solo una desde que usted trabaja aquí. Jane Hoffman es esa americana alta de rizos rojos como el fuego y voz fuerte, una buena clienta mía, ¿se acuerda?
Lisa asintió.
— ¿Es la que lo encuentra todo amazing?
Yo sonreí
— ¡Esa! Ella es Jane Elizabeth Hoffman, pero prefiere Taylor...
— ¿Y June? ¿Es también una buena clienta suya?
— Bueno... eh... no. En realidad, no.
Pensé con tristeza en la bella June y en cómo había acabado todo entre nosotros.
— Bueno, no se ha alojado aquí, pero sí estuvo en el hotel... no hace ni un año, una mañana de marzo, llovía mucho... una joven inglesa temperamental de rizos castaños... —Carraspeé apurado. — Usted estaba aquí, no creo que lo haya olvidado. Hubo... bueno... se montó una escena... platos rotos... Vi a mademoiselle Clark sonrojarse por segunda vez ese día.
— ¡Oh... aquello! — Se limitó a decir, y supe que no lo había olvidado.
De todas las novias que he tenido, June Parker era la más celosa. No es que a veces no tuviera motivos para ello, pues cuando nos conocimos había todavía otra mujer en mi vida. En realidad, nos habíamos separado de forma amistosa. Si no mal recuerdo se había marchado de la noche a la mañana con un abogado que resultó ser un hombre genial pero no siempre fácil y de vez en cuando me llamaba, y cada vez que June se enteraba había problemas...
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El Amor De Mi Vida Es Una Desconocida
RomantizmGary Bale es el propietario de una galería de arte en París, la cual no solo exhibe pinturas de otros artistas, sino que también sus obras maestras están en toda su galería, es conocido como el nuevo Cupido para los medios de comunicación debido a q...