— ¡Joder! ¿Qué quiere esa mujer? ¡A ver si te deja en paz de una vez! — gritaba furiosa, mientras miraba mi teléfono para después lanzarlo.
Existen pocas mujeres que cuando se convierten en unas fieras sigan siendo atractivas. June era una de ellas. Continuaba estando preciosa hasta cuando montaba en cólera. Sus largos rizos castaños le caían por los hombros desnudos y sus ojos verdes brillaban con vigor. Yo la agarraba del brazo y la sentaba al borde de la cama.
— ¡Ven aquí, mi pequeña gata salvaje, comme tu es belle (qué guapa eres)! —Le susurraba al oído—. Olvídate de ella. Es una vieja amiga, nada más. Y tiene problemas con su pareja.
— ¿So what? ¿Y a ti qué te importa? ¡Que le cuente sus problemas a una amiguita suya, no a ti! ¡That's not okay! —June se cruzaba de brazos con terquedad. Ahora pienso que en parte tenía razón, pero en aquel momento el hecho de que ella siguiera confiando en mí alimentaba mi orgullo masculino.
June tenía ojos de lince, no se le escapaba nada, controlaba cada uno de mis pasos con celo. Sobre todo, desde que encontró aquella foto donde salía con mi ex cenando, mientras ella usaba un vestido rojo y la lencería más cara en toda Francia, dicha foto se encontraba en mi cartera.
Cuando llevaba dos semanas con June y mi vida transcurría básicamente entre el dormitorio y la galería, una mañana vi un camisón de seda increíble en el escaparate de aquella tienda lujosa. Un petit rien corto, sin mangas, con delicadas flores, como hecho para un hada de la primavera. En principio quería ese camisón solo para June y tome la talla M. Luego me acordé de que iba a ser el cumpleaños de mi Jane. La llamé y su voz sonó muy triste. Y entonces me pareció una buena idea comprarle también un camisón a Hélène. Como consuelo, por su cumpleaños, como regalo de despedida por los bellos momentos que habíamos pasado juntos. A las vendedoras de lencería francesas ya no les sorprende nada. Cuando le dije a la señora de cierta edad que atendía en La Sabila Rosa que quería el camisón en una talla más pequeña, al principio me entendió mal y cogió el de la talla M para volver a colgarlo.
— Si a la dama no le está bien, puede venir a cambiarlo —Dijo madame, y se acercó al escaparate para tomar el camisón del maniquí.
— Ah, non, madame, j'ai besoin des deux, necesitaría los dos —Le expliqué apurado. — Una S y una M. Son dos damas... por así decirlo —Añadí con una sonrisa estúpida.
Madame se giró y sonrió con satisfacción
— Mais, monsieur, c'est tout à fait normal, no hay ningún problema —Dijo, envolvió con cuidado los dos camisones en papel de seda y me hizo dos preciosos paquetitos que en un principio entusiasmaron a las agasajadas.
A la que no era oficial para ese entonces, de la emoción, se le saltaron las lágrimas cuando acarició la delicada tela de flores, y dijo: «¡Qué amable de tu parte!» .
June soltó un grito de alegría, me dio un beso y enseguida se quitó la ropa para representar el cuento de las estrellas caídas del cielo. Bailó entusiasmada por toda la casa. Pero tres días más tarde el hada de la primavera se transformó en una diosa vengadora. Para abreviar: a June no le pareció tout à fait normal cuando descubrió en mi cartera el tique de compra de dos camisones idénticos en dos tallas diferentes. Y que encima el más pequeño de los dos fuera el destinado a su predecesora me hizo recibir un torrente de insultos y una sonora bofetada. Aquí es cuando me pregunto. ¿Cómo diablos supo que era para ella? Imaginen el vestido era para mí hermosa madre y no para mi Jane entonces. ¿Cuál sería el problema de ello? Ninguno, es así de simple, mujeres...
Debo admitir que el asunto de los dos camisones no fue una buena idea. Al final June me perdonó. El enfado se le pasó con la misma rapidez con que había empezado. Pero me preparó el terreno para la horrible escena que se montó unos meses más tarde en los salones del Duc de Saint-Simon. Fue el momento más penoso y absurdo de mi vida, y todavía hoy me siento fatal cuando lo recuerdo. Y aunque esa vez, lo juro (quiero destacar la palabra JURO), yo era totalmente inocente, June me abandonó.
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El Amor De Mi Vida Es Una Desconocida
RomanceGary Bale es el propietario de una galería de arte en París, la cual no solo exhibe pinturas de otros artistas, sino que también sus obras maestras están en toda su galería, es conocido como el nuevo Cupido para los medios de comunicación debido a q...