Tras una tarde agotadora en las salas de mi galería, donde Thierry y Chopper nos saludaron muy alegres y mi español favorito contempló todos los cuadros nuevos con una sonrisa imperturbable (sus comentarios fueron desde «tlès intelessant» hasta «supelbon»»), por fin se marchó con un par de folletos y su pequeña maleta de ruedas plateada al Hôtel des Marronniers, un pequeño y encantador establecimiento que está prácticamente en la Rue Jacob, es decir, justo a la vuelta de la esquina, y que entusiasma por igual a europeos y asiáticos.
La localización es inmejorable. Tranquilo, en el corazón de Saint-Germain y con un patio interior en el que crecen aromáticas rosas y se oye el callado borboteo de una vieja fuente, situada en el centro. En esta época del año es el no va más para las personas románticas, que además desde el cuarto piso pueden contemplar las torres de St-Germain-des-Prés. Aunque es mejor que no sean muy corpulentas.
Las habitaciones tienen las paredes enteladas, muebles antiguos... y son claustrofóbicamente pequeñas. Por tanto, nada adecuadas para el típico americano del Medio Oeste, pues cuando se mide más de 1,80 el confort de la cama es bastante limitado.
Me dejé caer con un suspiro en mi sofá rosa y acaricié el suave cuello de Chopper abismado en mis ideas. La falta de sueño de la noche anterior empezaba a pasarme factura, por no hablar de los acontecimientos de las últimas horas, por muy agradables que fueran.
Thierry se había marchado diez minutos antes con su tipo de la Harley Davidson y yo tenía por fin mi primer momento de tranquilidad. Por tercera vez en el día, saqué la carta de la Queen y desplegué las hojas arrugadas.
Luego llamé a Carl. Cuando, por el motivo que sea, la vida de un hombre amenaza con volverse complicada, necesita tres cosas: una tarde relajada en su bar favorito, una copa de vino tinto y un buen amigo. Aunque por teléfono no le dije gran cosa, solo algo parecido a «Vamos a tomar una copa, tengo algo que contarte», Carl lo entendió al instante.
— Dame una hora — Dijo, y solo el hecho de pensar en ese hombretón con su bata blanca me resultó sumamente tranquilizador. — Te recojo en la galería.
Carl es médico, lleva siete años enamorado de su mujer, Gabrielle, y está entusiasmado con su hija de tres años. Cuando no endereza narices rotas o demasiado grandes y alisa con inyecciones de botox las frentes arrugadas de las damas de la sociedad parisina es también un apasionado jardinero, un hipocondríaco y un teórico de la conspiración. Vive con su familia en una casa con jardín en Neuilly, tiene una exitosa consulta en la Place Saint-Sulpice y entiende de arte moderno tan poco como de literatura experimental. Y es mi mejor amigo.
— Gracias por haber venido. — Le dije cuando una hora más tarde entró en la Galería. — Me alegro de verte.
Me dio unos golpecitos en el hombro y paseó su mirada profesional de médico por todo mi cuerpo
— No has dormido mucho y pareces de buen humor. — Rezó el diagnóstico gratuito. Mientras cogía mi gabardina, Carl hojeó el catálogo de una exposición de Rothko que había sobre la mesa.
— ¿Qué ves de especial en esto? — preguntó sacudiendo la cabeza
— Dos cuadrados rojos, ¡hasta yo podría pintarlo!
Sonreí.
— ¡Por amor de Dios, tú limítate a tus narices! —repliqué empujándole hacia la puerta. — El valor de una obra de arte no se puede apreciar hasta que se está delante de ella y se nota si te dice algo. Viens, Chopper! —Salí a la calle, cerré la puerta de la galería con llave y bajé la persiana.
— ¡Qué tontería! ¿Qué me va a decir un cuadrado rojo? — Carl soltó un bufido despectivo—. Bueno, si al menos fueran los impresionistas, esos sí me convencen, pero todos esos pintarrajos de hoy en día... quiero decir, ¿cómo puedes apreciar hoy en día lo que es «arte»? — Pude oír claramente las comillas.
ESTÁS LEYENDO
El Amor De Mi Vida Es Una Desconocida
RomanceGary Bale es el propietario de una galería de arte en París, la cual no solo exhibe pinturas de otros artistas, sino que también sus obras maestras están en toda su galería, es conocido como el nuevo Cupido para los medios de comunicación debido a q...