Capitulo 25: D'un moment à un autre

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— ¿Verdad, Gary? ¿Gary? ¿Qué le pasa? Parece que ha visto un fantasma.

Jane me miró con gesto interrogante. ¿Cuánto tiempo había estado mirando por la ventana? Daba igual.

— Pardon. —Dejé la servilleta junto al plato y me levanté a toda prisa—. Perdón. ¿Me disculparían un momento? Enseguida vuelvo.... He... tengo que... había alguien en el andén... ¡Enseguida vuelvo! —Sonreí, y me sentí un poco estúpido.

Me dirigí hacia la puerta a toda prisa ante la sorprendida mirada de Jane y Janeth. Chopper, que había estado esperando pacientemente debajo de la mesa, me siguió, soltando alegres ladridos y arrastrando la correa por el suelo. La tomé a la carrera y me lancé por las escaleras del restaurante con mi perro, olisqueó brevemente una de las dos pequeñas palmeras sujetas con una cadena que había en unos tiestos de terracota al pie de la escalera.

— ¡Chopper, vamos! —grité, tirando impaciente de la correa, el dio un salto y soltó un gemido. El estúpido perro se había enganchado en la cadena, y ya podía tirar yo de la correa todo lo que quisiera que así no iba a salir de allí nunca. —¡Quédate aquí sentado, Chopper! ¡Siéntate! ¿Me oyes?

Chopper lloriqueó y se sentó bajo la palmera.

— Enseguida vuelvo. ¡Siéntate!

Me abrí paso entre la gente que tiraba de su maleta y parecía tener todo el tiempo del mundo. Yo no tenía tiempo. ¡Tenía que alcanzar a la Queen! Al llegar al andén 3 me detuve de golpe y miré alrededor. A la izquierda, a la derecha, de frente... ¿Dónde estaba la mujer del pelo de hada que tanto me había recordado a Michelle? Recorrí de nuevo todo el andén, observé los demás andenes y, decepcionado, decidí volver. Una mujer mayor sin equipaje venía hacia mí, y sus ojos azul claro me miraron con compasión.

— Vous êtes trop tard, llega usted tarde, joven, el tren de Niza ya ha salido — dijo sacudiendo la cabeza—. Acabo de dejar en él a mi hija...

Apreté los labios y asentí con amargura. Trop tard! Era verdad que había llegado demasiado tarde. Y de nuevo estaba allí, con las manos vacías y un montón de preguntas. ¿Podría ser Michelle la mujer que acababa de ver? ¿Qué probabilidad había de que una chica le declare, con trece años de retraso, su amor a un chico al que en su momento rechazó y al que ahora manda cartas de reinas y caballeros? Antes criarían pelo las ranas. Lo único que estaba claro ese domingo era que a mediodía había salido un tren con destino a Niza. Y que las averiguaciones de Jack Colín en el caso Queen no habían llegado muy lejos. Si Jack Colín hubiera prestado más atención habría visto a una joven con un vestido veraniego que le observaba sonriendo desde el fondo de la estación y salía de ella sin llamar la atención.

¡Chopper había desaparecido! Observé atónito la palmera que seguía allí, vacía y solitaria, con su cadena. Miré alrededor. A la derecha, a la izquierda, de frente... ¿Es que me iba a pasar todo el día igual? ¡¿Porque de un momento a otro suceden las cosas?!

— ¡Chopper! —grité, y eché a correr por la estación—. ¡Chopper! ¡Dios mío! ¡Esperaba que no hubiera salido de la Gare de Lyon y estuviera ya bajo las ruedas de un coche! —¡Chopper... Chopper... Chopper! ¿Dónde estás, Chopper?

En mi estado de pánico, no presté atención a las personas que me lanzaban miradas de asombro. Algunas se echaron a reír. Tal vez creyeran que mis gritos marcaban el comienzo de un happening artístico.

— ¡Inténtalo en el Musée d'Orsay! —gritó un hombre que estaba apoyado en un quiosco con su botella de aguardiente.

— ¡Va te faire foutre imbecil! — Le respondí.

Unas chicas con vaqueros y mochilas a la espalda se detuvieron y me miraron con expectación. ¿Iba a haber algo más?

— ¿Qué estan mirando? ¡Chopper es mi perro! —solté de mal humor. Luego miré hacia arriba y vi a Jane y Janeth, que estaban en el restaurante y golpeaban los cristales de la ventana.

Una hora más tarde iba sentado en el metro. Sujetaba en mis manos una correa, y al final de esa correa estaba Chopper, tumbado a mis pies, manso como un corderito y sin dejar de mirarme. Tras una alegre excursión por la Gare de Lyon, en la que según decían los testigos no se había privado de levantar la pata en cada una de las palmeras grandes de los andenes, de pronto había salido corriendo hacia la entrada, donde al parecer había encontrado algo interesante, y se había puesto a ladrar a los taxistas que esperaban en la calle. Uno de ellos había llamado a la policía de la estación, y allí era donde yo había recuperado a mi perro. Jane y Janeth, que desde su palco de la ventana tenían una vista privilegiada, habían visto entre atónitas y divertidas a un policía uniformado cruzando la estación con un dálmata en sus brazos. Minutos después apareció un loco (yo) y se puso a gesticular y dar gritos.

Y entonces las dos mujeres empezaron a golpear el cristal y yo fui corriendo al restaurante y luego a la policía.

— C'est votre chien? ¿Es suyo este perro? —preguntó el hombre de uniforme de muy mal humor. Chopper empezó a mover el rabo, loco de contento, cuando me vio.

— ¡Sí, sí! —asentí—. Chopper, ¿qué has hecho? Te dije que me esperaras. — Le acaricié la cabeza.

— Debe cuidar mejor de su perro, monsieur, su conducta es muy irresponsable. Los perros tienen que ir siempre atados por la estación. —Me lanzó una dura mirada—. Tiene suerte de que no haya pasado nada más. Yo asentí sin decir nada.

Hay que saber cuándo guardar silencio. ¿Habría tenido sentido darle alguna explicación sobre las situaciones excepcionales que a veces obligan a dejar solo al perro durante un momento porque su correa se ha enganchado en una palmera encadenada? ¡No! Monsieur Yo-soy -aquí-el-jefe me entregó una hoja, y yo la firmé. Pagué la multa sin protestar, y Chopper y yo quedamos en libertad.

Y mientras el oficial me sermoneaba no podía evitar ver hacia la ventana como Jane y Janeth se reían y como Jane me volvió a guiñar el ojo... De vuelta al metro y recordar lo que sucedió me recosté molesto por el grave error que cometí al no percatarme que tren iba hacia Niza. ¡
Je déteste cette merde!

El Amor De Mi Vida Es Una DesconocidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora