Por la tarde di un largo paseo con Chopper. Cuando avanzaba por uno de los caminos laterales de tierra que discurren bajo los grandes árboles de las Tullerías estaba ya anocheciendo, y noté cómo poco a poco me iba invadiendo la tranquilidad. Respiré la fragancia de las flores de los castaños de Indias, observé a mi perro, que trotaba contento delante de mí, y por un momento tuve la sensación de formar parte de un cuadro de Monet, tan idílico era todo.
Chopper vino corriendo hasta mí y saltó contento a mi lado. Yo sonreí agradecido. Lo mejor de un perro es que siempre te perdona y nunca está ofendido. Eso lo diferencia de un gato o de casi todas las mujeres.
No me había dejado ver en todo el día, desde el jueves no había podido hablar conmigo casi nadie, y a pesar de todo, cuando hacia las seis llamé por fin al timbre de la casa de Roxanne, dentro se oyó un alegre ladrido y Chopper me saludó casi tan efusivo como mi vecina, que se interesó por mi golpe en la cabeza y me preguntó si podía hacer algo más por mí. Me llevé la mano al bulto de la cabeza haciendo un gesto de rechazo como si fuera un superhéroe.
A la vista de todo lo que había ocurrido después de que la mancuerna de Roxanne me golpeara en la cabeza, esa pequeña lesión carecía de importancia. En el Café de Mickey, que está bajo las arcadas del Louvre, se encendieron las luces. Fuera, en la terraza que da al parque, todavía había algunos clientes sentados. Una ligera brisa jugaba con la bandera roja que cuelga ante el muro de arenisca y en la que aparece el nombre del restaurante con caracteres chinos. Antes me gustaba ir allí. Sobre todo, por la tarde, cuando oscurece, resulta mágico ver desde el restaurante las esculturas iluminadas del patio interior del Louvre. Pero la magia necesita un cierto silencio para ser percibida, y hoy ya no es fácil encontrarlo en él.
La música suena demasiado fuerte, se oyen los gritos de los clientes exaltados y una curiosa mezcla de cocina francoitaliana-tailandesa-americana en la que destaca la « hamburguesa» (las he comido mejores en las cadenas por todos conocidas, si bien a un precio bastante más bajo y sin descomponer en sus diversas partes à la nouvelle cuisine)no me convence del todo.
¿Eran las consecuencias de la globalización? ¿O se trataba de un guiño inequívoco a los turistas de todo el mundo? Sea como fuere, al Louvre no parece importarle, la localización del café es única y cuando uno se acerca a él, como hacía y o en ese momento, siente ganas de entrar y formar parte de él.
Sujeté a Chopper por la correa. Los taxistas que querían cruzar a la otra orilla del Sena pasaban por delante de la pirámide de vidrio traqueteando por el adoquinado y atravesaban las arcadas del Louvre para llegar al Pont du Caroussel. Yo también tomé ese camino. Esa noche quería irme pronto a la cama, naturalmente no sin antes mirar mi correo para ver si la ocupadísima Queen me había mandado algún saludo. Curiosamente, desde que tenía la sospecha de que era June la que se escondía detrás de todo ese asunto me sentía más tranquilo, y esa noche no iba a haber más acontecimientos imprevistos, al menos eso era lo que parecía. Después de una opulenta comida con Belmont, quien
a) quería hacer un calendario con los cuadros de Colette
b) no me dejó tranquilo con su «la-chica-de-la-recepción-es-muy-agradable-y -no-está-nada-mal».
Tome el metro para ir a Champs de Mars a ver a Lau, tal como le había prometido. Para mi sorpresa, la puerta se abrió al primer timbrazo. Lau, haciendo honor a su nombre, me recibió con un caftán rojo que llegaba hasta el suelo y una sonrisa radiante. En su diminuta cocina preparó con delicados movimientos un té para los dos, y me dijo que la crisis había pasado, que esa mañana se había levantado muy temprano y había vuelto a pintar.
— ¡Pobre! —dijo. — Te he vuelto loco, pero de verdad que creía que ya no iba a ser capaz de pintar nada más. —Sirvió el té y se sentó a mi lado en el enorme sofá gris en el que ya estaba echada Onionette. Lauren la acarició un par de veces. —Me alegré mucho de que vinieras —dijo luego como si le estuviera hablando a su gata. — Ha significado mucho para mí.
— Para mí también —dije yo. — Para eso están los amigos.
Estuvimos un rato sentados en el sofá, Lauren, Cebollita y yo, y de pronto me pregunté
— ¿Todo lo demás está bien? —No quería indagar en su vida privada más de lo necesario. Lauren volvió la cara hacia mí.
— Sí —Contestó, y asintió un par de veces. —Muy, muy bien. —Sonrió, luego se puso de pie de un salto. —¡Ven, tengo que enseñarte una cosa! Cruzamos su estudio, pasando por delante de la cama revuelta junto a la que, yo había estado la noche anterior como un sonámbulo, y se detuvo delante de su caballete. —¿Y bien? ¿Qué me dices?
Tome aire con fuerza. Mi mirada se deslizó por el retrato de una mujer de piel clara con un vestido rojo vino. Estaba de perfil delante de una cortina rojo oscuro y miraba muy seria una pared en la que había muchos papeles colgados. En la mano izquierda sostenía una copa de vino que en ese momento se estaba llevando a los labios, que todavía estaban cerrados. El vino de la copa era del mismo color que sus labios. Con la mano derecha, dirigida hacia el observador, se tocaba en un gesto casi infantil su abundante pelo de rizos prerrafaelitas recogido en la nuca. Era como si acabara de tomar la decisión de hacer algo. O como si acabara de hacer algo. Estaba decidida, solo la mano del pelo parecía más tensa. El cuadro era magnífico...
— ¡Oye, es maravilloso! —Dije con voz apagada. — ¿Quién es esa mujer?
— Es una mujer que quiere algo y todavía no sabe muy bien cómo conseguirlo —Dijo. — Como yo. Asentí. Pensé en la Queen. En June. Y no solo en June. La mujer del cuadro parecía querer decirme algo. Pero ¿qué?
Cuando media hora más tarde Lau me acompañó contenta hasta la puerta y me volvió a asegurar que había recuperado la creatividad y que se alegraba mucho de su exposición, vi en su cómoda algo que en un principio pensé que era un cruasán seco. Lo tomé e hice una broma sobre los pobres artistas que no podían comprarse comida. Entonces vi que el supuesto cruasán seco era en realidad una pequeña figura humana hecha con miga de pan.
Y esa figura tenía una aguja clavada en el centro del cuerpo.
— ¿Qué diablos es esto?
Lauren me lanzó una enigmática sonrisa.
— Un muñeco de miga de pan —Dijo.
— ¿Un hombrecillo de pan? —Me reí.
— Sí... vudú. —Con su caftán largo, parecía una gran sacerdotisa africana. Tomo la figura de pan y la volvió a dejar sobre la cómoda con mucho cuidado. — Ya sabes... tenía problemas sentimentales. Estaba muy mal. Y entonces me acordé de la magia de los muñecos. —Hizo una pausa dramática, y yo intenté en vano reprimir una carcajada. —¡No, no te rías! Ya verás. —Miró el muñeco de pan con gesto fervoroso. — Le he clavado una aguja en el corazón para que se enamore de mí.
— ¡Vaya, eres una auténtica brujita ¡Me das miedo! ¿Pero no prefieres buscarte un hombre que te quiera sin tener que recurrir a la magia? —Sonreí—. Seguro que eso no funciona... al menos aquí, en el París de la Ilustración.
Ella me miró, y sus ojos oscuros centellearon.
— Creo que ya ha funcionado —dijo muy seria y se enrolló un rizo negro entre los dedos. ¡Dios mío, a veces era tan especial!
— Bueno, entonces ya no puede salir nada mal. Espero estar invitado a la boda. —Abrí la puerta y sacudí la cabeza con incredulidad.
¡Muñecos de pan! ¡De verdad! ¡Qué ingenuo hay que ser, qué enamorado hay que estar para llenar de agujas un trozo de pan con la esperanza de que surta algún efecto! Bueno, cada uno tiene sus propios rituales cuando se trata de cuestiones amorosas. Unos lanzan sus ruegos al universo, otros prueban con el elixir del amor. Yo soy más bien escéptico... Cuando iba sentado en el metro atiborrado de gente que cruzaba París a toda velocidad por debajo del suelo y me llevaba de vuelta a casa, me sentí contento de no ser yo el hombrecillo de pan que estaba ahora sobre la cómoda de Lauren con el corazón taladrado.
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El Amor De Mi Vida Es Una Desconocida
RomanceGary Bale es el propietario de una galería de arte en París, la cual no solo exhibe pinturas de otros artistas, sino que también sus obras maestras están en toda su galería, es conocido como el nuevo Cupido para los medios de comunicación debido a q...