0

1.1K 113 5
                                    



"There are no heroes. In life, monsters win."


Nos encontrábamos en alerta, esperando ansiosos la señal del jefe de operaciones para poder acceder a la propiedad. El lugar estaba envuelto en un silencio tenso, solo interrumpido por el suave murmullo de los agentes que se preparaban para la intervención. Las luces de los vehículos de emergencia parpadeaban en el oscuro callejón, proyectando destellos intermitentes sobre las paredes desgastadas y añadiendo un aire ominoso al ambiente.

Hace una hora habíamos recibido el perturbador aviso de un supuesto asesinato en esa residencia. La noticia había encendido nuestras alarmas y nos había impulsado a actuar rápidamente. Ahora, aquí estábamos, quince agentes del equipo S.W.A.T., enfundados en nuestros trajes negros, cada uno con su carabina firmemente sujeta en las manos, listos para enfrentar cualquier situación. La tensión en el aire era palpable, mientras esperábamos con nerviosismo las instrucciones del mando.

Un par de minutos después, la voz del superior resonó en nuestros auriculares, dando la orden esperada. Los agentes que se encontraban frente a la puerta de la residencia se lanzaron hacia ella con determinación, derribándola con un estruendo ensordecedor. El ruido metálico del impacto resonó en mis oídos, mezclándose con la adrenalina que fluía por mis venas.

Avanzamos con cautela, paso a paso, sin saber con qué nos encontraríamos al otro lado de esas puertas destrozadas. Las sombras y los rincones oscuros parecían albergar misterios y peligros ocultos. La linterna en mi mano barría cada rincón, iluminando muebles desgastados y cuadros torcidos que colgaban de las paredes. El olor a humedad y abandono impregnaba el aire, agravando la atmósfera opresiva que se había instalado en aquel lugar.

Mi camino me llevó hacia la cocina, donde esperaba encontrar algún indicio que pudiera arrojar luz sobre los hechos. Inspeccioné meticulosamente cada superficie, cada rincón, pero todo parecía en orden. No había señales de un altercado reciente ni de una lucha violenta. Sin embargo, esa sensación de que algo estaba mal persistía en el ambiente, envolviéndome como una neblina densa y perturbadora.

Continué mi recorrido hacia la sala de estar, donde mis ojos se encontraron con una escena aterradora. Allí, en medio de la amplia sala, una joven de apariencia frágil, con cabello desaliñado y ojos desorbitados, estaba sentada en silencio. Frente a ella, dos cuerpos yacían en un charco de sangre, sus vidas cruelmente arrebatadas. La chica, sin inmutarse, sostenía un cuchillo ensangrentado con una sonrisa cínica en su rostro. Un escalofrío recorrió mi espalda mientras absorbía la visión macabra.

El tiempo pareció detenerse mientras me acercaba lentamente a la joven, consciente de la mirada penetrante de sus ojos. A través de su mirada, pude sentir una extraña combinación de paz y fatiga. Aquellos ojos azules, desgastados por la falta de sueño y rodeados de oscuras ojeras, reflejaban un tormento interno que no podía comprender. Me preguntaba qué habría llevado a esta joven a perpetrar semejante acto de violencia, qué demonios la atormentaban y qué secretos ocultaba en las profundidades de su mente fragmentada.

El aire se volvió espeso, casi asfixiante, mientras me acercaba sigilosamente. Cada paso que daba parecía desafiar las leyes de la gravedad, temiendo perturbar el delicado equilibrio de la escena. Mi voz salió en un susurro, comunicando por radio la impactante realidad que tenía frente a mí. Sin embargo, la joven permanecía ajena a todo lo que la rodeaba, perdida en su propio mundo de sombras y secretos insondables.

Finalmente, me posicioné a su lado, agachándome para tomar el cuchillo ensangrentado que descansaba en su mano. Fue en ese preciso instante que ella pareció salir de su ensimismamiento y notar mi presencia, así como la mirada inquisitiva y amenazante de los demás agentes que apuntaban directamente hacia su cabeza. Nuestros ojos se encontraron, y en ese breve momento de conexión, pude ver en su rostro una mezcla de cansancio y desafío.

Me observó fijamente, sin pronunciar palabra alguna. Parecía cansada, exhausta de cargar con una carga emocional inmensa. La joven llevaba en sí un aura de fragilidad y oscuridad, como si su espíritu estuviera al borde del abismo.

Con cuidado, me acerqué aún más, procurando no desencadenar ninguna reacción violenta. Pero mientras mis pensamientos se debatían entre la compasión y la incertidumbre, la joven empezó a mostrar signos de agotamiento cada vez más evidentes, hasta el punto en que me vi obligado a cargarla en mis brazos. En medio de su debilidad, murmuró unas palabras que resonaron en el aire: "Finalmente soy libre". Y entonces, su cuerpo se rindió a la inconsciencia, dejándonos con más preguntas que respuestas y un rastro de inquietud y desconcierto en mi ser.

Aquella escena, aquel encuentro con una mente perturbada y sus consecuencias mortales, me había marcado de una manera que no podía describir con palabras. Solo el tiempo y la investigación podrían revelar los secretos ocultos detrás de aquel acto de violencia, así como las cicatrices invisibles que marcaban la vida de esa joven atormentada.

FLEMINGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora