Capítulo 37: Pie de guerra

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–Tienes demasiados secretos, Sammuel –hablé dejando que toda la frustración dentro de mí saliera–. Es difícil estar a tu alrededor cuando no me dices nada de ti mismo.

—No soy un libro abierto, y lo sabes –repuso él bajando el tono.

–Lo poco que sé acerca de ti son solo verdades a medias –continué. Lo cierto era que entre los dos había una tensión que se podía cortar con una tijera.

–Es exactamente por eso que tú y yo nunca pudiéramos estar juntos –remató Sam–. Todo tiene que ser a tu tiempo. No te das el momento para comprender que quizás las cosas para mí no son tan fáciles como para ti o para Lachlan y eso no significa que lo que yo pueda sentir por ti es irreal.

¿Por qué estábamos hablando de sentimientos cuando era bien sabido que no podíamos estar juntos jamás?

–Deberíamos entrar –quise zafarme yo.

–Te lo dije una vez, y lo mantengo –dijo el chico de los profundos ojos verdes, posando en mí toda su intensidad–. El vínculo que nos une quizás puede actuar sobre nosotros en formas que no queremos, pero yo estoy muy consciente de lo que siento por ti y lo que no siento.

–¿Lo que sientes por mí? –repetí intentando no quedar paralizada por sus palabras y su mirar–. Y es exactamente por eso que regresaste a las piernas de Helena tan pronto viré la espalda...

Sonaba a reclamo y lo era. Lo que yo sentía era celos de ella en su máxima expresión.

–¿Crees que estamos juntos? –se asombró–. Un beso en los labios no significa nada si no es de la persona correcta...

–Típico macho –bufé roñosa.

Sammuel se acercó peligrosamente a mí y pude sentir su aliento batir en mi cuello cuando me habló. Se abstuvo de rodear mi cintura con sus manos, por lo que las apoyó en la baranda de madera detrás de mí. Aún así, todo de sí estaba demasiado cerca de mi cuerpo y aquella sensación tría recuerdos a mí que me obligaba a reprimir.

–¿En serio, Lizzy? –habló con un embriagador pero fuerte tono–. No me puedo acostar con una mujer sin pensar en ti y no quiero hacerlo, pero te invito a intentar estar con un hombre y no pensar en mí.

–Yo no soy igual que tú...

–Eres peor –repuso enseguida–. Te hice una promesa y planeo cumplirla –me sonó a amenaza–. Date la oportunidad de acostarte con Lachlan y te voy a ver gritando mi nombre.

Regresé adentro a cenar luego de separarme de Sam en un empujón tan violento como pude, aunque no surtió otro efecto que hacer que el chico dejara escapar una sonrisa altanera en la cara. Se sentía como si regresáramos a esa natural relación de atracción y odio a partes iguales que teníamos antes de que todo se saliera de nuestras manos en su alcoba.

Estaba bastante feliz de que Hans hubiera aislado todas las habitaciones de aquella casa, incluido el porche, pues no quería que ninguno de los sobrenaturales escucharan lo que Sam y yo habíamos conversado, y aunque todo fue maravilloso dentro del salón, en la cena, no pude dejar de sentirme incómoda por el encontronazo con Sammuel. Resultó que nada era lo que esperaba. Su misticismo se ligaba con las pocas palabras que leí en el diario de Jensen y se me hacía difícil hilar todos los puntos. Era como si mientras más lo conocía, menos comprendía su vida, sus razones, su pasado.

La Reina De Los Lobos [Saga Dioses Caídas] (Libro 1 ✔️✔️)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora