Capítulo 51: Frío

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Habían pasado dos semanas desde la última vez que había visto marcharse a Sam. Hacía caso omiso a las llamadas de Erick o Anna y a pesar de que Hans intentó contactarlo en diversas ocasiones, había tenido la misma suerte que mi hermano y su novia. Jensen era el único de nosotros que sabía dónde se encontraba el chico y solo lo reveló cuando Taewon, Hans y yo nos montamos en el auto, directo a buscarlo.

—Fui a verlo la misma tarde en la que regresé y lo único que recibí de su parte fue un portazo y un regaño pidiendo que lo dejáramos tranquilo de una vez y para siempre –explicó Jensen a petición mía–. Lo conozco demasiado bien, Lizzy, y cuando él está así es mejor dejarlo solo por un tiempo.

–Está sobreactuando –comentó Taewon de forma despreocupada a la vez que se dejaba caer en el asiento delantero del auto.

–Dices eso porque no sabes lo que estos cazadores le hicieron cuando solo era un niño –respondió Hans rápidamente tomando asiento a su lado.

Yo, por mi parte, escuchaba sentada en el asiento trasero del carro, pero no tenía muchos ánimos para agregar o refutar ningún comentario a la conversación que mantenían aquellos dos brujos total y completamente opuestos. Realmente no estaba de humor luego de mi silenciosa discusión con Lachlan y no era necesariamente porque el tema no me despertara curiosidad o interés.

–Entonces, ahora tenemos encontrar a Sam y pasar la noche en una casa de campo –comentó Taewon un tanto aburrido mientras las luces de la ciudad se alejaban detrás de nosotros–. Definitivamente no estoy vestido para una noche en una cabaña.

–Esa no es una cabaña. Por lo que me dijo Jensen, esa era su casa antes del incendio que mató a su familia –le corrigió Hans y sentí algo dentro de mí estremecerse.

Recordé toda la conversación que tuve con el chico en el cementerio a los pocos días de conocernos y no pude hacer otra cosa que retorcerme en el asiento trasero del auto.

Condujimos hasta la dirección que marcaba el GPS. El sitio al que nos había remontado Jensen estaba a un lado de la interestatal que llevaba a Black Lake. El frío me estaba matando y lo único que me alentaba a seguir con mi arriesgada empresa era el saber que él quizás estuviera en peligro por mi culpa.

Tuvimos que dejar el carro a un lado de la carretera y adentrarnos en el bosque para llegar a la cabaña. Caminamos un buen tramo viendo solo árboles y más árboles a nuestro alrededor. No escuchaba más que mis pasos y el caer de la llovizna fría sobre las ramas congeladas de los abedules del bosque. La lluvia pronto arreció más y se hizo más fría hasta el punto que casi creí que había comenzado a nevar.

–Juro que esta es la última vez que te acompaño a algún lugar, Elizabeth –me reñía el pelirrojo, a quien se le enterraban los zapatos en el lodo.

–Demasiado sombrío para una primera cita, ¿no es cierto, Hans? –presionó Taewon con una maliciosa sonrisa.
Perfecto. Ahora estos dos están filtreando, pensé y para mi suerte pude divisar la cabaña a lo lejos.

Era un lugar más bien modesto pero bastante espacioso. Lo suficiente alejado como para meditar y estar en paz con sus propios pensamientos. Era la única casa que había divisado en todo nuestro caminar, así que supusimos que sin duda alguna se trataba de la cabaña de Sam. Tenía aún partes chamuscadas y la montaña de retazos de madera a su lado me dejaba saber que parecía que Sam estaba intentando remodelar la casa. Había fundas de nylon cubriendo las ventanas del ala este y todo un display de herramientas debajo de las escaleras del porche.

Como la lluvia empeoraba cada vez más, corrimos hasta el portal y allí, un poco mojada y con el frío que me calaba hasta los huesos, me decidí a llamar a la puerta luego de un rato de buscar las palabras adecuadas para comenzar a explicarle lo que había sucedido.

–¿Vas a llamarlo hoy o mejor esperamos a que amanezca? Tengo que aislar este lugar y necesito fuego para hacer eso –exigió Taewon con un tono apacible pero con una prisa palpable en sus palabras.

No hubo necesidad de llamarlo. Sam me abrió justo cuando me decidí a apretar mis nudillos para tocar en la puerta. Me quedé estática y olvidé todo lo que quería decirle. Solo podía mirar sus penetrantes ojos verdes que, con melancolía y distancia, miraban a mis fríos ojos azules.

–No debiste venir –dijo él con un tono cortante mientras bajaba la mirada al suelo–. ¿Y qué está haciendo este tipo con ustedes? Tenías que haber sabido mejor el no mezclar el placer con los negocios, Hans –le riñó Sam al pelirrojo que solo frunció los labios y levantó una ceja.

–Mira quién habla –musitó el brujo desviando su mirada.

–Necesitamos entrar –pidió Taewon–. Te lo explicaremos todo adentro, pero necesito el fuego de la chimenea.
Taewon era mucho más pequeño que Sam y se coló dentro de la casa a medio iluminar por debajo del brazo del pelinegro y con una facilidad tremenda.

–¿Qué demonios, Elizabeth? –preguntó Sam en un estado completamente irascible cuando vio que el de los ojos avellanados se colocó frente a la chimenea y comenzó a tirar polvos de colores dentro del fuego, que pareció danzar blanco entre la leña.

Hans se escabulló dentro de la habitación de la misma forma que Taewon, pues Sammuel no parecía tener los ojos puestos en nadie más que en mí y cuando intenté entrar, él me detuvo bloqueando la puerta con todo su cuerpo.

–¿Puedo entrar o me vas a dejar congelándome aquí afuera? –pedí. Aún estaba empapada por la llovizna fría que había caído sobre mí.

–¿Por qué están aquí? –Inquirió él irritado hasta la médula–. Lo último que escuché en tu casa fue que Taewon te dijo que yo estaba en algún tipo de peligro. ¿Eres tonta? ¿No sabes que me puedo ocupar yo solo de cualquier idiota que venga a por mí?

Definitivamente, él no estaba en su mejor momento y ni siquiera era luna llena.

–No. No puedes –objetó el brujo de Alexandra–. ¿O acaso vas a pelear contra un Alfa? No creo que seas capaz ni de pelear contra un Omega.

Cómo Taewon sabía todo aquello era un completo enigma para mí, pero no podía subestimar las habilidades del brujo, como tampoco podía Sam ignorar el hecho de que algo demasiado grave estaba sucediendo si Alexandra estuvo dispuesta a desprenderse de su mejor hechicero para protegerme a mí.
Sam levantó el brazo del marco de la puerta por fin y me dejó pasar dentro de la casa cuando un círculo de fuego blanco rodeó los bordes de la propiedad, dejando una marca en el suelo.

–Está hecho –sentenció Hans–. Que nadie salga de ese círculo y, de ser posible, que nadie salga al portal tampoco.

–¿Quién es el Alfa que viene a por mí? –Aquello era lo único que realmente le importaba a Sam, pero el brujo de Alex no le respondió.

Con un gesto de su cabeza, sin embargo, el trigueño comprendió que se trataba de alguien que estaba completamente fuera de sus posibilidades.

–Si estamos aquí, Sammy, es malo –sentenció Hans apuntándome a mí.

–En primer lugar –dijo Sam levantando el índice como si se dispusiera a plantear las reglas de su casa–, solo hay dos cuartos, sin calefacción, y no voy a compartir el mío. Alguien tiene que dormir en la sala. En segundo lugar, solo hay un baño y está dentro de mi habitación. No quiero nadie adentro cuando yo esté durmiendo y en tercer lugar, cada cual se mete en sus propios asuntos hasta mañana que regresemos a Valley City.

Estaba mosqueado a más no poder, y no se debía a nuestra súbita aparición solamente.

–Yo me quedo en la sala –dije yo viendo el sofá a medio tender frente a la chimenea.

–¿Estás segura? –preguntó Hans.

–Sí –asentí–. Si no hay calefacción, es mejor para mí dormir en el único lugar con fuego de la casa.

Era evidente que ese sofá sería mi cama el resto de la noche, pero creía que era la mejor opción. El único problema era que el cuarto donde Sam se estaba quedando estaba justo al lado de la sala, no tenía puerta y el único baño estaba dentro de su habitación.

Hans y Taewon subieron peleando por el lugar que ocuparían en la angosta habitación que les había tocado, pues ninguno de los dos quería dormir en el suelo, y aunque tenían que tomar turnos para bajar cada media hora y pasearse por puerta o en el porche en una autoimpuesta guardia, parecía que no lograrían ponerse del todo de acuerdo aquella noche.

La Reina De Los Lobos [Saga Dioses Caídas] (Libro 1 ✔️✔️)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora