Capítulo 28

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Capítulo 28: Idear
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Zahir se abrazó a si mismo aun respirando profundo. Era estúpido, el celo había llegado de pronto cuando estaba pronosticado para pasado dos semanas. No era irregular y las hojas medicinales lograban suprimirlo en su totalidad.
¿Acaso los medicamentos que le habían dado habían adelantado su ciclo? ¿Había sido por el hecho de que ya no tenía marca?
Sentía un fuerte dolor de cabeza y algo de mareos, trató de levantarse pero cayó de rodillas en el suelo. Gruñó con fuerza y golpeó el suelo con su puño.
— ¡Maldita sea! — gritó ¿Qué había pasado con Yatziri? ¿Qué había pasado con los demás guerreros? Debía averiguar, no tenía tiempo para debilidades físicas. Tenía que volver a su manada o al no-hormiguero pero solo.
Ismael y el bebé estaban bien cuidados, Yadel era un excelente guerrero y recién comenzaba la época del lugar seguro. Esperaba que el bebé pudiera adaptarse y crecer hasta ser un adulto.
Abrió los ojos al notar que podía ver el cielo a través de esa madera traslucida. Se levantó sintiendo sus piernas temblar, caminó hasta apoyar sus manos en la ventana golpeando suavemente el vidrio.
Respiró profundo para tratar de ignorar todos sus malestares, miró la habitación buscando algo que pudiera ayudarlo. Caminó hacia la silla y luego la tiró contra el vidrio.
Jadeó al escuchar el fuerte sonido pero sonrió, salió hacia el borde de la ventana mirando hacia abajo. Solo eran dos pisos y había un árbol cerca.
— ¡Ey! — Escuchó la voz del otro omega pero no le hizo caso, saltó hacia el árbol y se agarró de este bajando con habilidad. Cuando saltó al suelo estuvo a punto de vomitar pero solo empezó a correr pero a pesar de eso de detuvo pocos pasos antes de las rejas.
Respiró profundo con desesperación, todo olía a hormigas, olores que no reconocía. Nada olía a su bosque, a su manada, a su camino. Miró varias hormigas caminando por las veredas y de pronto sintió un sudor frío recorriendo su espalda.
Lo iban a asesinar en grupo.
No tenía posibilidades dentro del hormiguero.
Se dejó caer en el suelo por segunda vez jadeando, trataba de no rendirse pero ningún aroma era conocido. Incluso el pasto ahí olía distinto, las plantas y flores no eran a las que estaba acostumbrado.
Vomitó.
— ¡Chico! — sintió la mano del otro omega sobre su hombro y gruñó, se levantó y se abalanzó sobre él tirándolo al suelo e inmovilizándolo. No sentía el aroma del alfa, debió haber ido a otro lugar seguramente.
Notó que los ojos mieles lo miraban con terror, así que gruñó inclinándose sobre él mientras sostenía firmemente sus muñecas.
— ¿Dónde me hallaste? — su tono de voz salió casi como un gruñido, notó como el joven médico tragaba en seco antes de responder.
—En el río…— notó la voz afectada así que se salió de encima por impulso. Movió sus orejas y su cola de zorro sabiendo que no le convenía que el otro se convirtiera, algo dentro de sí le decía que era algo mucho más grande y fuerte que él.
— ¿Sabes dónde está ese río? — movió su cola algo inclinado, notando como el otro omega se incorporaba un poco sentándose en el pasto. No lo atacó de vuelta.
—Sí. — Mile asintió. Zahir caminó por un momento de un lado a otro pensando, notando que el médico no se levantaba, seguramente para evitar que huyera o porque temía ser tirado con violencia de nuevo. Sentía algo de sangre en el ambiente, seguramente de la espalda de la hormiga que había caído sobre el pasto y las piedras.
—Debes llevarme ahí. — Zahir al fin se detuvo observando con atención los ojos del otro.
—Pero te acompañaré a donde vayas. — se cruzó de brazos levantando el mentón, Zahir gruñó con fuerza al escucharlo.
— ¡Ni hablar!— gritó con fuerza antes de correr hacia el árbol, subió con facilidad saltando hacia dentro de la habitación. Miró el vidrio notando que sus pies no se lastimaron al pisarlo, solo se partió en pedazos más pequeños. Se tiró a la cama tapándose con las mantas, tratando de hacer un refugio aunque luego salió de este.
Quitó las mantas y el colchón, parando de costado la cama para que quedara como una muralla en una esquina. Metió las mantas tras esta al igual que la almohada. Observó mejor el lugar agarrando la silla que quedaba arrastrándola hacia la cama poniéndola delante de ella para sostenerla mejor. Corrió también el escritorio con el espejo poniéndolo contra la cama para que tape mejor su lugar.
Saltó la parte más baja de su “muralla” y entró a las mantas, ocultándose entre ellas mientras gruñía.
Sintió el aroma del omega y se tapó más. Escuchó los toquidos en la puerta.
— ¡Mi territorio! — gritó sin moverse de su lugar, escuchó la puerta abrirse así que elevó de intensidad sus feromonas pero sintió una fuerte opresión en el pecho cuando el otro hizo lo mismo.
Ese aroma.
Ese aroma era parecido a las feromonas de Kael. No igual, no tan fresco, pero si lo suficiente parecido como para hacerlo sentir consternado. Bajó su aroma aceptando la derrota mientras temblaba, no sabía porque pero tenía ganas de sollozar.
Le gustaría que Kael siguiera con vida.
—Puedes quedarte en tu esquina el tiempo que quieras, volveré más tarde para traer la comida. — explicó. Zahir pudo escuchar cuando la puerta se cerró, lloriqueo como que si estuviera herido abrazándose con fuerza a sí mismo.
Solo podía pensar en Kael.
Respiró profundo mientras se regañaba, gruñó con fuerza sentándose y apartando las mantas parándose.
Él era el líder de una manada y había sufrido una gran pérdida, pero eso no lo haría un inútil.
Tenía que pensar una solución, tal vez había una manera de que el médico lo acompañara para que ambos consiguieran lo que quería. Apoyó sus manos al borde de su “muro” mientras trataba de generar alguna idea.
Debía haber una forma.

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Salir había sido difícil. Ockel sabía que las cámaras lo seguían así que le dio otra ropa a la chica y una capucha. Pasó su tarjeta ante la última ranura y sonrió al ver el pastizal.
Yatziri no había dicho nada, había aceptado todos sus consejos sin opinar e hizo todo lo que le dijo para poder escapar. Tanto silencio lo ponía muy nervioso en realidad.
Ella estaba molesta pero había aceptado que él la salvara.
Tal vez algún día, tal vez en algún momento ella pudiera perdonarle todo y darle una oportunidad.
Agarró su mano, ella lo dejó escondiendo su otra mano en el bolsillo donde él sabía que había guardado la daga. Ella iba a desconfiar de él hasta que estuviera en el bosque.
Caminaron lentamente por el pastizal,  a la mitad de este ella apartó su mano mientras empezaba a caminar más rápido. Adrián se sintió mejor consigo mismo al verla sonreír tan contenta al ver el bosque.
Cuando llegaron al borde del bosque caminaron unos metros más hasta quedar ocultos entre los árboles.
Yatziri volteó a mirarlo con seriedad antes de quitarse el buzo y el pantalón, quedando de nuevo con el simple camisón. Ató el buzo a su cintura alzando la barbilla casi con desdén que hizo que Adrián apretara los dientes.
—Yatziri. — murmuró su nombre casi en un suspiro. Ella lo volvía loco, la había conocido unas semanas y ya estaba dispuesto a pelear con su propio padre por haberla dejado libre.
— ¿Qué trampa hay aquí? — susurró ella entrecerrando levemente los ojos, mirando luego a su alrededor como tratando de escuchar algo que fuera extraño o sentir un aroma que le advirtiera de alguna trampa.
Él agarró de nuevo su mano acariciando su mejilla, Yatziri apretó los labios dejándolo hacer mientras lo observaba con sus grandes ojos de manera acusadora.
—Te dejo ir porque te amo.
Yo… sé que tardarás en perdonarme. No pensé en el momento y le disparé por pura rabia. Porque él te tenía y no te quería. Él se portó tan mal contigo y lo odié cada segundo por eso.
Tú eres tan fuerte, fresca y veraz.
A pesar de que ambos somos alfas no puedo evitar este sentimiento por ti.
Yatziri, te pido que al menos pienses en perdonarme. —  sus ojos brillaban con sinceridad, ella solo lo observó solo ablandando un poco su gesto. Adrián tomó la oportunidad y se acercó apoyando más su mano en su mejilla besando sus labios.
Por unos segundos estuvo en el cielo pero luego sintió el ardor en el pecho que lo hizo separarse, jadeó sintiendo la sangre llegar a su boca viendo como ella había clavado la daga en su pecho.
Cayó hacia atrás llevando una mano a la herida mirándola.
Yatziri lo observó unos segundos, él pudo notar como algunas lágrimas salían de sus ojos.
Ella notó la mirada de terror que había cambiado la de cariño. Sus labios temblaron al verlo así, por lo que dejó que algo de cabello cubriera su rostro sintiendo como su nariz se llenaba del aroma a sangre.
Sintió su mano temblar por un momento pero luego respiró profundo.
—Como pareja del líder, te acuso de asesinar al hombre que me dio permiso para salvar tu vida.
Una vida se paga con otra.
Y la traición no merece piedad.
En ese puente tú decidiste de qué lado estabas y no estabas de mi lado.
Te perdonaré algún día. Pero tengo que cumplir la sentencia. — Yatziri vio como Ockel trató de hacerse parar atrás pero ella agarró su brazo. Besó su mejilla antes de cortar su garganta notando como el cuerpo sin vida caía en el pasto manchando todo de rojo.
Se llevó la mano a la cara secándose algunas lágrimas, manchándose de sangre en el proceso.
Él era su responsabilidad, todo lo que hiciera Ockel era su culpa.
Sollozó bajo abandonando el cuerpo y empezando a correr, tiró el buzo pero se quedó con la daga y el camisón.  Sintió como las gotas caían sobre ella pero no se detuvo, sabía que en cuanto encontraran el cuerpo tratarían de dar con ella pero la lluvia ayudaría a confundir el aroma.
Por unos minutos en su mente pasaron sus recuerdos, de los momentos que había pasado con Ockel. Mientras Zahir no estaba había hablado con él, lo había curado e incluso había reído de algunas cosas.
Negó con la cabeza deteniéndose y sacándose la prenda que le quedaba, se transformó a su forma animal agarrando con la boca el arma antes de seguir su camino.
Debía volver para cuidar de todos, debía verificar que los guerreros habían llegado bien y como estaban los demás.
Luego iría a buscar por el río el cuerpo de Zahir para poder enterrarlo junto al de Kael.
Mientras corría pensó que se había encariñado con Ockel pero odiaba completamente a Adrián, quien había matado a su amigo sin ningún real remordimiento. Solo había sentido pena porque ella estaba molesta, no había pedido perdón a Zahir, había hablado como que si él pudiera decidir quién muere y quien vive.
Trataba de entender las últimas palabras de esa hormiga pero ahora sus ojos se atiborraban de lágrimas al pensar en Zahir.
Él había confiado en el instinto de ella al dejar vivo a Ockel.
Pero su instinto había fallado de una forma terrible.
—Lo siento, lo siento. —
Debió haber sabido que una vez que recuperara sus recuerdos Ockel ya no tendría en cuenta nada.

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Gracias por leer!
gardenne
RumikoHatsune

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