Capítulo VIII: La luna de miel - Parte 3

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Todo había salido según el plan, desde el día del surf Charles había estado mucho más abierto en su relación con Erik y éste no podía estar más que encantado con los resultado, aunque el pobre de Dave se hubiera tenido que ganar un montón de miradas asesinas por parte de su esposo cada vez que intercambiaban palabras.

Erik había escuchado sin querer cuando Charles hablaba ante las cámaras sobre como no le encontraba atractivo y había pedido un poco la cabeza. Para Erik el físico nunca había sido importante, sí, él estaba en forma pero era una rutina que había mantenido por su antiguo trabajo. Estaba seguro de que si Charles le daba la oportunidad podría hacer que se enamorara de él pero saber que no le atraía físicamente había herido su ego de alguna manera y terminó por convertir al rubio en su cómplice para tan descabellado plan. Y por increíble que pareciese ¡había funcionado! 

Y había funcionado tan bien que inclusive el otro día se habían paseado por el mercado tomados de la mano y durante la cena se habían alimentado uno al otro, parecía poco pero para Erik era una gran victoria. Nunca se había creído capaz de hacer algo tan empalagoso frente a un montón de extraños y menos delante de las cámaras pero la sonrisa de Charles lo valía.

Cada vez que Erik veía directo a esos ojos azules en su pecho revoloteaban pequeñas mariposillas y quizá se estaba sumergiendo demasiado rápido pero ¿acaso no era eso lo que ocurría cuando encontrabas al indicado?

—Me gustaría una foto aquí— dijo Charles sacándole de su ensimismamiento.

Era la ultima noche de su estancia en la isla y la mañana siguiente estarían volando de vuelta a sus rutinas diarias, bueno, en realidad comenzarían su vida oficialmente como un matrimonio. Un matrimonio, tristemente, no consumado aunque Erik aún no perdía las esperanzas de poder lograrlo antes de volver a la ciudad pues Charles había comenzado a compartir la cama con él sin tanta renuencia. Y la noche anterior se habían besado por primera vez después de la boda. Había sido apenas un roce de labios y quizá fue sólo porque Charles había bebido de más y seguramente creía que le debía algo por haberle defendido de esos dos chicos que se quisieron aprovechar de él cuando Erik se había alejado a buscar un poco de agua.

—Claro— respondió Erik, tomando su teléfono para abrir la cámara.

Charles sonreía de lado con los brazos apoyados en los costados, su cabello reflejaba los anaranjados rayos del sol y sus ojos relucian más azules que nunca. Erik no necesitaba una fotografía para rememorar aquel momento porque sabía que ésa imagen le acompañaría por el resto de sus días.

—Creo que no fui lo bastante claro— Dijo Charles riendo por lo bajo —Quiero una foto de ambos—

—Claro, si— dijo Erik avergonzado por no haber entendido el mensaje.

Esperó a un par de chicas que caminaban por la orilla de la playa y les extendió su telefono pidiéndoles si podían tomar la fotografía.  Éstas aceptaron sonriendo y Erik se apresuró hacia su esposo mientras las dos chicas trataban de encontrar el mejor ángulo. Erik deslizó su brazo sobre los hombros del menor y éste se encogió un poco ante el gesto para después abrazarle por la cintura apenas rozando su piel.  Charles era pequeño en comparación a él pero su cuerpo no tenía nada que envidiarle, tenía todo en donde se suponía que debía estar, a pesar de que el menor había afirmado que no se preocupaba mucho por ello.

Las chicas hicieron señales de aprobación y le devolvieron el teléfono antes de reanudar su camino, aunque no sin antes decirles lo lindos que se veían juntos. Charles les dio las gracias con un ligero sonrojo en el rosto y en seguida se encargó de enviarse la imagen.

—Voy a extrañar esto— Dijo después de un rato de andar sobre la orilla del agua.

—Si, aquí todo parece tan sencillo.

Charles deslizó suavemente su mano de la de su esposo y Erik sabía que el oji azul había llegado a su límite de contacto, no quería presionarlo, así que lo dejo pasar.

—Sabes— dijo Erik con un deje de maldad en su voz —incluso voy a extrañar a Dave.

Charles rodo los ojos y le dio un suave golpe en el brazo, era adorable.

—No puedes ser tan ingenuo para no sospechar que ese Dave quería algo más que enseñarte a surfear.

—Si, creo que debí sospecharlo cuándo se ofreció para hacer un trío.

—Ja, ja—

Erik no quería ilusionarse mucho pero cuanto más conocía a Charles más tiempo quería permanecer a su lado.

De vuela al hotel las cámaras les esperaban ya preparadas. Primero harían un par de tomas individuales, como siempre, para saber cómo se habían sentido durante los últimos días y después grabarían una última toma juntos en la playa.

Dave les alcanzó en la playa antes de que comenzaran a grabar y les dio un par de obsequios de despedida, un par de camisas y un collar para Erik y un bolígrafo para Charles. Éste último le agradeció con notable pesar y se despidió del rubio para ir a charlar con uno de los camarógrafos. 

—Hombre, gracias por ayudarme— Dijo Erik palmeandole ligeramente el hombro una vez que Charles estuvo lo bastante lejos.

—Es parte de mi trabajo, supongo— Contestó Dave riendo —Además no fue nada desagradable.

—No sé como pagarte.

—Un millón de dólares sería bueno— Dijo y ambos rieron fuerte ganandose una mirada reprobatoria del oji azul desde la distancia. 

—Sólo hazme un favor— añadió Dave —si ése hombre no cede en los próximos meses, llamame.

Una sonrisa pícara adorno su rotro mientras le extendía su tarjeta de presentación. Erik tragó saliva sorprendido y una risa nerviosa brotó de sus finos labios.

—Es alagador— respondió, sus ojos viajaron hasta su esposo—pero creo que voy a estar bastante comprometido durante los próximos 80 años.

—Es una pena— dijo el rubio volviéndose a guardar la tarjeta en el bolsillo —Bien, supongo que eso es todo.

Dave dio la media vuelta y se encaminó de regreso a la ciudad, no podía negar que era un hombre atractivo y también muy interesante pero Erik no había sentido ninguna chispa en él como la que le había recorrido cuándo vio a Charles por primera vez en aquella vieja iglesia, con su caminar altivo y su hermosa sonrisa. Scott, si Erik bien recordaba su nombre, se había acercado a colocarle el micrófono, aunque él apenas le había puesto atención.

—¿Es una locura, verdad?—Preguntó Erik sin saber muy bien a qué se refería.

—Así es el amor, señor— contestó el menor terminado de ajustar el aparato —Nos hace hacer cosas locas.

Charles no tardó en ir a su encuentro para comenzar a grabar. Su piel se había comenzado a tostar ligeramente tras varios días bajo el radiante sol y sus rojos labios se torcian en la sonrisa más cautivadora que Lehnsherr hubiera visto. El oji azul le dedicó una sonrisa y Erik no pudo resistirse.

En un rápido movimiento alcanzó aquellos labios carmesí, las camaras se encendieron y con ellas se ahogaron los balbuceos de Charles.

Matrimonio a primera vista Donde viven las historias. Descúbrelo ahora