Prólogo: El llanto de las banshees.

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Un mundo en dónde la codicia y el odio son escasos. Pero cuando se es gobernado por ello lo convierte en el ser más maligno. No importa el daño que cause con tal de conseguir lo que se quiere. Aún si eso requiere llenarse las manos de sangre; ya sea de inocentes o de su propia familia.

—¡No puedo creer que me hiciera esto!— Exclamó la reina Titania a medida que es llevada arrastras por los pasillos del reino por órdenes de su esposo. Luego de que su hermana la traicionará al unirse con los seres de la oscuridad.

Su vestido pomposo apenas y le permitía abrirse paso entre el ajetreo de filosas espadas. Su cabello dorado se encontraba sujetado sobre su cabeza en un moño que ahora estaba completamente desordenado y sus manos temblorosas no dejan de pasar por su vientre pues habían venido a impedir que naciera el ser que lleva dentro.

Aquel salón en dónde antes bailaban felizmente se había vuelto en un campo de batalla. Uno en dónde el rey Arthurt se encuentra enfrentando a los intrusos que vinieron a destruir lo que le es más importante.

Dyllianae avanza por los pasillos a medida que sujeta el antebrazo de la reina Titania. Ayudándole a avanzar entre el bullicio de flechas y espadas. 

—Tenemos que llevarla a otro lugar que no sea nuestros reinos, ellos sabrán que la tendremos ahí—. Les aseguró a las demás reinas de las estaciones a medida que avanzaban por el pasillo libre de intrusos.

Las tres mujeres que les acompañan concuerdan con Dyllianae. Y justo cuando se disponían a salir por la puerta trasera del reino, el rey Arthurt las alcanza con sus fuertes zancadas. Su aspecto desaliñado y herido hace que los ojos de Titania se cristalicen.

—Tienes que irte lo más lejos de aquí— le dice con voz suave.

—¡No! No me voy a ir sin tí. 

—Tienes que hacerlo, nuestro bebé depende de tú vida. No permitiré que me quiten las dos personas que más amo. Debo luchar no sólo por ustedes dos, también por nuestro reino—. Dijo colocando sus manos callosas y ásperas en las mejillas de su amada.

Llegando a ella el aroma metálico de la sangre que yace en las manos de él. Y es entonces, cuando las lágrimas que contenía comienzan a correr por sus mejillas mientras se cuestiona lo que hará luego de haber huido de su reino.

Los ojos azules del pelirrojo se posan sobre los de la mujer por una fracción de segundo para después fijar su atención en el bulto que se interpone entre ambos. Tocando delicadamente con su mano el vientre de su esposa para luego depositar un beso corto sobre los labios de la mujer que no hace más que llorar.

—Debemos irnos— comentó Vethanae observando afuera. —Aprovechemos que no hay nadie.

Con el corazón hecho añicos avanza Titania no sin antes mirar por encima de su hombro. Dándose breves segundos para grabar en su mente al hombre robusto que tanto ama. Con la esperanza de volver a verlo.

Los pasos de Titania son torpes pero desesperados, sus ojos están al borde de las lágrimas pero ninguna se le escapa a medida que atraviesan el jardín.

Invadiendole un dolor que prefiere resistir hasta llegar a un lugar que considere seguro. <<Espera un poco más>>. 

Una vez que salen del castillo se adentran en la oscuridad del bosque. El pueblo había sido invadido por seres de la oscuridad y los gritos de los aldeanos le daban a Titania la clara prueba de que estaban perdiendo contra aquellos seres malévolos.

No importa lo mucho que avancen. Los lamentos de personas inocentes aún llegaban a oídos de las cinco reinas.

Después de una caminata que parecía ser larga, tuvieron la confianza que les brindaban los árboles frondosos para finalmente hacer uso de sus alas que brotaron de sus espaldas de una manera salvaje y suave. Una vez que se encuentran dispuestas a emprender el vuelo, el grito doloroso de Titania las hace detenerse en seco.

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