Capítulo 3: Rossbell.

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Lo último que sentí fue el de mi cuerpo caer contra la acera. Las voces que una vez fueron lejanas dejaron de ser escuchadas. Y la imagen que tenía de aquella mujer desapareció. Abriéndome paso a la oscuridad.



Mis párpados se sienten pesados al momento de recobrar la consciencia. La luz cegadora golpea mi vista y mis ojos parpadean varias veces hasta lograr adaptarse a la iluminación. Viendo a mi costado a esa mujer de vestuario llamativo y anticuado. El par de alas que había visto anteriormente ya no se encontraban tras su espalda.

—¿Quién es usted?— Pregunté completamente desorientada, siendo plenamente consciente de que me encuentro sobre una cama demasiado grande como para una sola persona.

Al ver el candelabro que cuelga del techo y las paredes azul rey. Me hace entender que me encuentro en una habitación y no en un hospital después de todo. Levantándome inmediatamente de la cama, pero el mareo hace que vuelva a caer sobre el colchón.

—Calma no te haré daño. Me llamo Dyllianae Smith—. Me dice la mujer que intenta recostarme una vez más pero me niego a eso.

—¿Dónde estoy?

—Te encuentras en Faerie.

—¿Faerie?— inquirí —nunca he escuchado de un lugar así.

—Eso es porqué Faerie es más que un lugar. Es un mundo que no puede verse ante los ojos humanos.

—¿A que se refiere?

—Faerie es un mundo de seres mágicos, gobernado por las hadas— explicó como sí fuese lo más normal del mundo.

—¿Estoy en una clínica psiquiátrica?  

—¿Qué?

—Lo que dice es una locura. Por lo que creo que estoy en un psiquiátrico.

—Qué barbaridad. Nadie se había expresado así de mí— exclamó.

El recuerdo de ella con un par de alas hace mucho más creíble el hecho de que esté igual de loca que ella, llevándome a crear varios escenarios catastróficos.

Presa del pánico me levanto para correr hacia la puerta. Encontrándome de frente con tres mujeres más.

Sus vestidos son igual de elegantes que Dyllianae, teniendo tras sus espaldas unas enormes y majestuosas alas que se asimilan a las de un ave.

El temor a lo desconocido me hace retroceder y tomar el florero que se encontraba sobre una mesa.

—¿Dónde están mis amigos?— escupí.

Las tres mujeres observan a Dyllianae y yo mantengo el florero alzado, lista ante cualquier movimiento que den contra mí.

—¡Déjenme salir!— grite.

—Dejenla que vea por su cuenta—. Les pidió Dyllianae.

Las tres mujeres obedecen, haciéndose a un lado de la puerta. Abriéndome paso por el estrecho pasillo de paredes color crema. Los candelabros de velas y los cuadros le dan al área un toque ostentoso al igual que anticuado. Durante el trayecto veo un balcón del cual me asomo con la esperanza de reconocer el lugar en donde me encuentro. Pero la vista del hermoso paisaje me cae cómo un balde de agua fría. Desde lo alto soy plenamente consciente de que no estoy en ningún edificio si no más bien en un castillo que está entre colinas y árboles. Viendo desde aquí a unas mujeres que avanzan con sus canasta de mimbre repletas de fruta. No muy lejos de ellas, se encuentran unos hombres de orejas puntiagudas y cabello largo que parecen sujetar las correas de lo que parecen ser pegasos.

—Lo que ves, es el establo real— la voz grave y profunda tras mi espalda me hace dar un salto del susto.

El hombre de cabello claro parece divertido ante mi reacción.

—¿Qué clase de seres son ustedes?— pregunté observando a detalle el par de alas grises que yacen tras su espalda.

—Es un placer conocerla. Mí nombre es Francisco Lerman. Soy un hada y hechicero real— contestó haciendo una reverencia.

No sé qué es lo que me parece más extraño; sí el hecho de estar en un lugar de fantasía o la formalidad en la que se dirige hacia mí, pues su edad no es muy lejana a la de mi madre. Es entonces, cuando el nombre que mencionó Dyllianae resuena en mi cabeza cómo clave importante a lo que está sucediendo.

—El hada que se hace llamar Dyllianae me llamó Rossbell ¿Qué tiene que ver eso conmigo?

—Tal parece que tiene muchas preguntas—. Mencionó reacomodando sus anteojos. —¿Qué le parece si lo discutimos con más calma?— Sugirió haciendo un ademán para que le siga.

Muy a mi pesar decido hacerlo. Guiándonos por un pasillo que nos lleva a unas puertas de roble que al momento de abrirse me muestra la espaciosa sala de paredes vintage y cuadros de paisajes.
Tomándome la libertad de apreciar cada uno de ellos, en especial el enorme cuadro de la mujer de piel y alas blancas que yace sobre un sillón. Sus ojos verde limón parecen observarte y sus mejillas rosadas le dan un toque amable a sus facciones, teniendo sobre su cabello largo y dorado una corona. Al su costado se encuentra un hombre pelirrojo de alas color marrón. Sus ojos azul cielo de igual forma parecen observarte con detenimiento y la corona sobre su cabeza me lleva a deducir que son reyes del castillo.

—Ellos son Titania Henderson y Arthurt Collins. Reyes de Faerie— me explicó Dyllianae. —Y ellas son Snalyndae Brown, Vethanae Johnson y Crynallae Williams.

Señaló a las tres mujeres que había amenazado con un florero.

—Lo mejor será que tomes asiento— sugirió la rubia de nombre Vethanae.

Trato de conservar la calma al tomar asiento en uno de los sillones elegantemente anticuados.
Mi cabeza está hecha un lío y mis manos han comenzado a sudar de los nervios. Nada de lo que está pasando es normal y la idea descabellada de salir corriendo dejó de ser una opción sensata pues no sabré a dónde ir, al igual que tampoco sé que otros seres puede haber afuera.

—Lo que te diremos a continuación será algo difícil de procesar— señaló el hechicero, —como acabas de darte cuenta este mundo es uno muy diferente al del que vienes. Sabemos que tú respondes al nombre de Lucy Sullivan pero tú verdadero nombre es Rossbell Henderson Collins y los reyes del retrato son tus verdaderos padres.

Sus palabras hacen que mi corazón caiga ante un vacío inmenso.

—Mientes— declaré. —¿Por qué tendría que creerles a unos completos desconocidos?— expresé levantándome de mi sitio.

—Comprendemos tú confusión— empatizo Crynallae. —Sin embargo, necesitamos que nos escuches.

No muy contenta con la idea tomó asiento nuevamente. Tratando con todas mis fuerzas mantener la calma ante la declaración de que soy un hada. Hija de dos reyes, lo que me lleva a ser la heredera al trono.

El hechicero ha comenzado a contarme de la traición que tuvieron ambos reyes de sus hermanos menores; Ayme y Oberon. Quienes habían creado una alianza con los seres de la oscuridad. Al parecer no estaban muy contentos con la idea de una heredera ya que eso les quitaría la posibilidad de ser sucesores al trono.
Lo que llevó a una guerra en la que el rey Arthurt perdió la vida por la mano de su propio hermano. Mientras que la reina Titania murió al darme a luz en el mundo de los humanos. Y aunque Ayme fue desterrada, Oberon sigue libre y no se sabe su paradero por lo que para asegurar mi protección las cuatro hadas me llevaron con una pareja que habían observado por varios días. Tal parece que no podían tener hijos por lo que para ellos fui bienvenida en su familia.

Según las últimas palabras de la reina debía volver al cumplir los dieciséis años; la edad en la que un hada recibe su habilidad elemental.

















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