Capítulo Uno. Una Nueva Ciudad.

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Siendo sincera, jamás pensé que acabaría viviendo en Marrakech. Siempre la había considerado como una ciudad demasiado exótica para mí gusto y es que, no en vano, estaba acostumbrada a vivir a caballo entre París y Londres. Dos ciudades bastante refinadas en cuyas altas sociedades solía moverme al ser hija de un empresario dueño de una cadena de supermercados de bastante  éxito en Gran Bretaña.

Sin embargo, hasta de lo bueno se cansa. Incluso de las barras de labios de Chanel y los zapatos Laboutin y fue al término de mi licenciatura de turismo cuando una oportunidad de conocer otro modo de vida hasta entonces desconocido para mí, cayó en mis manos como venida del cielo. Y es que una beca para trabajar en el hotel Alfasi de Marrakech, uno de los más lujosos del mundo, no llegaba así como así.

Quizás mi decisión fue precipitada pero ansiaba saber qué es lo que se sentía viviendo sola en una casa, sin sirvientes que te hiciesen la comida y fregasen todo cuando ensuciabas. En definitiva, buscarme la vida viviendo con un salario medio.

A mi padre por poco le da un espasmo cuando le comuniqué tan grata noticia pero siendo mi madre dulce y compasiva como era, logró convencerlo para que me dejase ir sin un séquito de guardaespaldas para salvarme de cuántos supuestos peligros pudiese encontrarme. Ella también se había buscado la vida trabajando duro cuando era joven y comprendió perfectamente que yo quisiese hacer lo propio.

Siendo una exagerada como ninguna, la despedida de mis amigos y familiares me provocó  un mar de lágrimas pero aún así mi decisión era una sentencia en firme sin posibilidad de ser rebocada.

Recién llegada a Marrakech comprendí una cosa y es que verano y Marruecos juntos sólo significaban una cosa: fuego. Mis primeros días antes de empezar a trabajar fueron una especie de supervivencia. Iba arrastrándome por las esquinas con una botella de agua pues las altas temperaturas me dejaban sin apenas fuerzas para hacer nada y tan sólo era capaz de dormirme de madrugada cuando el calor remitía y mis reservas de energía fallaban. Quizás ese haya sido el motivo de que mi primer día de trabajo fuese medio zombie y con unas ojeras de al menos medio metro.

-Buenos días, señorita James. Bienvenida al hotel Alfasi.

Un hombre de unos sesenta años me recibió en el despacho del edificio. Era agradable y tras las arrugas de su sonrisa se podía ver que había sido un hombre muy atractivo.

-Mi nombre es Alí Alfasi y estoy aquí para ayudarla en todo lo que necesite. ¿Dispone ya de un lugar donde hospedarse?. Puede utilizar una de las habitaciones del hotel si aún no lo ha hecho.

-He alquilado un piso en la zona nueva, señor Alfasi. Muchas gracias de todos modos.

-Espero que sea de su agrado.

-Así es aunque me está costando aclimatarme al calor. Supongo que se debe a mi procedencia. En Londres las temperaturas son bastante más suaves.

-En eso no puedo negarle la razón. He visto en su curriculum que habla cuatro idiomas por lo que el primer mes, estará en la recepción del hotel.

-¿En la recepción?. Pensaba que estaría en las oficinas.

-El negocio del turismo es muy bonito, señorita James pero para disfrutarlo, hay que conocer todos los escalones relacionados con él. Sólo así sabrá como salir adelante si el día de mañana decide hacernos la competencia con un hotel al lado del nuestro. 

-Supongo....

-En la lavandería le darán su uniforme de trabajo. Tan pronto se lo ponga, vaya a recepción y dígale a Fiona que le enseñe todo lo necesario.  No dude en venir a verme si tiene algún problema, ¿de acuerdo?.

-De acuerdo.

Me despedí de aquel buen hombre e hice lo que me pidió. No tenía previsto acabar trabajando como recepcionista pero tampoco vivir en Marruecos así que cogí el toro por los cuernos y me encontré con la tal Fiona.

-¿Eres la nueva?.

-No, soy Lily. Mis padres me pusieron un nombre para evitar que la gente me llamase por apodos o señales de humo.

La tal Fiona me miró con cara de pocos amigos.

Una maravillosa suerte la tuya, Lily. compañera de trabajo es una mal tomada pero, ¿acaso no empezó ella?.

-Es igual. Ponte a confirmar las reservas del día.

-¿No se supone que me tendrías que enseñar?.

-Tengo demasiadas cosas que hacer.

Fiona era una mujer occidental y bastante atractiva de hecho pero algo borde y extremadamente tonta pero no sabía que, habiendo sido una alumna aventajada en la universidad, sabía perfectamente cual era mi cometido en aquella recepción.

Lo cierto es que no se me daba mal así que habiendo adelantado mi trabajo, me ofrecí a concluir el de ella.

-Puedo yo sola. Gracias.

-¿Entonces no tengo nada más que hacer? ¿Puedo ir al baño un momento?.

Tomé el bufido que soltó como un "sí" y salí hacía el servicio. Tan sólo quería refrescarme con agua fría y hacerme a la idea de tener que aguantar a Fiona durante los próximos treinta días. Agosto tenía treinta y uno y yo ya contaba los días que restaban para verme liberada.

Fue antes de entrar al baño cuando escuché unos sollozos en el servicio de hombres. no tenía ni idea de quien era ni porque lloraba pero mi espíritu curioso y aventurero me hizo entrar para interesarme por aquella alma en pena.

Un hombre alto, fuerte y joven estaba apoyado sobre el lavabo llorando sin  consuelo.

-Disculpe mi intromisión pero, ¿puedo ayudarle?. no se le ve muy bien.

Se giró sin decir nada y unos enormes ojos azules bañados en lágrimas que me recordaron a las tristes aguas del mar de invierno me miraron haciéndome  casi retroceder. A pesar de la tristeza, eran los ojos más bonitos que había visto en mi vida.

-¿Crees en el amor?.

Su pregunta me dejó fuera de juego. ¿Estaría así por culpa de una mujer?. ¿O por un hombre?. Quien sabe.

-Supongo que sí aunque si he de serle sincera, no he llegado a conocerlo. Al menos lo que se conoce como un amor romántico. ¿Puedo saber por qué me pregunta esto?.

-Nunca creí que existiese un amor tan grande como el de mis padres y hoy el destino me lo ha demostrado.

-¿ Y es por eso que llora?.

-Sé amaban tanto que decidieron partir juntos al más allá esta noche. Mis dulces y amados padres, se han ido para siempre.

-Lo siento mucho, señor.

-Hadid es mi nombre . ¿Podría pedirte un favor?.

-Me imagino que sí. 

-¿Sería mucho pedir que me dieses un abrazo?.

Aquel pobre hombre necesitaba una dosis de cariño. ¿Quién no la necesitaría después de perder a sus dos padres a la vez?. Lo envolví con mis brazos de la forma más cariñosa que pude al tratarse de un desconocido pero no me sentí incómoda con el contacto, al contrario, los latidos de su corazón me reconfortaron.

Quizás yo también necesitase cariño aunque ni por lo más remoto hubiese creído que estaría en el baño de un hotel y mucho menos que tendría aquellos ojos tan hipnóticos.

Lily, preciosa, parece que Marrakech te va a enseñar muchas cosas nuevas.

¡Bienvenidas sean!.

Y llegó ella....((COMPLETA))#2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora