Raphael Santiago

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"Dame tú dirección, estoy en la ciudad...y tenemos que hablar..."

Magnus tenía los dedos en sus labios, no se había pintado las uñas esos días, el médico había insistido en que mantuviese sus uñas libres de esmalte, ya que las maquinas solían tener problemas de lectura por el esmalte, pero en ese momento, lo que más deseaba, era morderse la uñas por el nerviosismo.

El moreno había enviado la dirección, sabiendo que en realidad no era algo que pudiese esperar demasiado tiempo, después de todo, ellos habían estado cerca desde hacía demasiado tiempo.

Un pequeño retorcijón en su vientre lo hizo sentarse en uno de los sofás de la sala, dejó el móvil olvidado en uno los brazos del mueble y se dedicó a acariciar su pequeño vientre, esa pequeña curva que sus pocos meses de embarazo dejan ver.

—Nada de sustos frijolito...—Sonrió pensando en que, aunque sabía que era demasiado pequeño para estarse moviendo tan notoriamente como lo deseaba. — Papi no está con nosotros, así que debes comportante, conocerás a alguien sumamente importante para mí, alguien que espero se quede a nuestro lado, por mucho tiempo.

Magnus sonrió, mirando el techo de la sala, se sentía tan cómodo, sentía que tenía un lugar y que su hijo, ese pequeño que crecía en su cuerpo, estaba seguro.

El aroma de Alexander se expandía por todo el lugar, Magnus no lo aceptaba, pero siempre que el otro salía y lo dejaba en casa, al cuidado de cualquiera de los miembros de su familia, el se encerraba a solas, tomaba la almohada de Alec y cerraba los ojos, apretándola contra su pecho, imaginándose que eran los brazos del menor los que lo rodeaban, que eran esos brazos cálidos que lo protegían, eran esos brazos que las últimas noches habían sido, sus almohadas, sus mantas, su seguridad, su estabilidad, esa que más necesitaba ahora, esa por la que podía justificar la mentira que estaba creando, esa que protegería a su frijolito, si él no podía.

El estremecedor sonido de alguien en la puerta lo hizo salir de su ensoñación, logrando que su corazón se aceleraba.

Se puso de pie y con la sudadera de Alexander sobre los hombros, se cubrió el torso, apoyando una de sus manos en su bajo vientre, sabiendo que su pequeño estaba en su nidito.

La mirada de Magnus se encontró con la del otro tan solo abrir la puerta, ambos estaban serios, parecía que el ambiente podía cortarse con tijera en mano.

—Bane...

—Santiago...—Magnus tragó saliva, hasta que una sonrisa se formó en el rostro de Raphael, quien llevó sus manos al pequeño vientre del moreno. —Raphael...

—No puedo creer que lleves un niño aquí dentro...— Las manos de Raphael estaban quietas, pero este miraba los ojos de Magnus fijamente, esperando que las respuestas salieron de los labios del moreno. —Magnus, no me dijiste nada, un mensaje, un correo, lo que fuera, hubiese dejado todo, hubiese venido en cualquier momento.

—Creo que debemos conversar dentro, no quiero que todos los vecinos se enteren.

—¿Te avergüenzas de mí? — La mirada de Raphael era intensa.

—Rapha... yo no...

—Tranquilo, solo quería ponerte en un aprieto, venga, entremos.

Raphael sonreía, pero manteniendo una distancia prudente del moreno. — Vamos, cuéntame, no me llamaste para contarme nada y si no es por Cath, quien en realidad parece que confabuló contigo para que no me enterase de nada, resulta, que no solo estás embarazado, si no que, además, estuviste cerca de tener un aborto espontaneo, ya que sufriste un aumento de presión, por quien sabe que cosa.

—Fue culpa de Lorenzo...

—Ese tarado, te juro que lo mato, si algo les hubiese pasado. — Raphael estaba junto a Magnus en el sofá, con las manos nuevamente sobre el vientre del moreno.

El bailarín se dispuso a explicarle todo lo que había ocurrido, a ponerse al día con todas esas largas conversaciones que ambos habían aplazado.

—Rapha, ¿Y Ragnor? — Magnus notó la incomodidad en Raphael, incluso pudo ver los ojos del menor cristalizarse, obligándose a su mismo a tragar saliva, esperando que el nudo que se había formado en su garganta desapareciera.

—Me dejó...— La voz del joven se escuchó entrecortada. —Solo tomó sus cosas y se marchó...—Raphael levantó la vista al cielo, para tomar las fuerzas de continuar. — pero ahora no puedo, no soy capaz de hablarlo, ahora quiero saber ¿cómo? Es decir, cuando me marché Alexander Lightwood no estaba si quiera en tú radar y ahora, ¿esperas a su hijo?

El sonido de la puerta hizo a los jóvenes dar un pequeño brinco de sorpresa, encontrando entonces su mirada, con los gélidos y dorados ojos de Jace. —Bueno, creo que es algo que muchos queremos saber, ¿o no Bane? — Una sonrisa irónica apareció en el rostro del rubio. — Izzy se fue con su novio y como Clary estaba ocupada, me corresponde ser tú niñero, aunque, pareces estar en una mejor compañía que la que puedo daros...

Magnus podía jurar que el frijolito en su vientre se quejaba por las palabras del otro y por un segundo, el miedo de ser rechazado por Alexander, el miedo a que la verdad viese la luz, mido a perderlo todo; quizá se había equivocado en permitir el ingreso de su amigo a una casa que no era la propia, por lo agachó la cabeza, esperando que las cosas no resultaran peor de lo que ya sentía que podrían salir.

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Gente hermosa, mis disculpas, pero para mi Rapha y Ragnor son, si o si pareja, por eso lamento decirles, que no era el papá del frijolito...



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