Conversaciones.

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Asmodeus estaba en su escritorio, mirando a los jóvenes, quienes mantenían su distancia, quienes de alguna forma buscaban casi crear una barrera entre ellos.

—Bueno, veo en realidad por donde pueden ir las cosas. —El mayor miró al joven y luego la foto que descansaba en su escritorio.

—Sr. Bane...—Alexander tomó la mano de Magnus, esperando que este se sintiese protegido. — No queremos gastar demasiado de su tiempo, en realidad investigamos un poco antes de venir a reunirnos con usted, pero creemos que usted puede ser...

—El padre de este joven. — Asmodeus no le quitaba la mirada de encima al moreno. — no puedo negar que tenemos un parecido natural. — Magnus no había querido levantar la cabeza y cerraba sobre su vientre la chaqueta que llevaba, como si esa pequeña tela cubriese y protegiese a su hijo— Veo que estás esperando, si lo que necesitan es dinero, puedo ayudarles.

Alec sintió a Magnus tensarse, se notaba realmente molesto, por lo que había levantado la cabeza y parecía a segundos de estallar.

—¿Crees que vinimos por dinero? — El moreno estaba furioso, no había buscado nunca a su padre, ni en esos momentos en que más lo había necesitado, menos lo iba a hacer en ese momento en que Alexander se encontraba a su lado. — Tu debiste buscarme, eres mi padre, nunca quisiste estar conmigo, verme, estar a mi lado, debiste estar ahí para mí, era tu obligación buscarme, eras tú el que tenía una obligación conmigo.

—Te busqué, quise ser tú padre, pero tú madre me dijo que te había abortado...

Magnus sintió un nudo en la boca de su estómago, podía jurar que todas sus esperanzas, que todo esos deseos en los que había centrado sus ideas sobre como sería esa reunión, en como reclamaría y su padre bajaría la cabeza arrepentido, nunca imaginó que todo concluiría con culpando nuevamente a su madre.

—Ella lo dijo, pero yo...— Magnus sentía sus manos temblar. — ¿Acaso no soy...?—Una suave mano se posó sobre su hombro, contrario a la ubicación de Alexander.

—Ten, está fría y con un poco de azúcar, luces pálido. — El joven que minutos antes lo había sostenido, ahora estaba frente a él. — Deus, vamos a casa, conversemos en la cena, con ellos, esto será largo y un lugar más cómodo y menos formal es razonable.

Magnus sonrió agradecido, pero al sentir el calor de la persona, junto con el vaso que parecía haber aparecido en sus manos sin que lo notase.

—No quiero molestar. — Magnus se sintió pequeño, las manos y el cariño del hombre lo hacían sentir cuidado, era cálido y agradable. — Ahora comprendo que no puedo reclamar, si le mintieron, será mejor que Alexander y yo...

Asmodeus se levantó. — No, te lo pido, no te marches, se que parece una locura, pero quiero que veas, quiero que me creas, te pido que me dejes contarte mi versión. — Magnus miró a Alexander, buscando en su mirada alguna posibilidad, mirando y buscando la ayuda que necesitaba.

Las manos del joven de ojos claros viajaron al vientre de Magnus, quien sintió el calor del contacto por la tela de su ropa. — Nuestro hijo merece conocer su historia, merece saber de donde viene, no debe crecer con dudas, y tu tampoco debes quedarte con las dudas que durante años estuvieron en tu cabeza.

Magnus asintió y miró a los otros hombres, quienes lo miraron y sonrieron por un momento, asintiendo.

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