Regresos.

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Magnus miraba a Alexander acomodar todas las cosas de la habitación junto a la cama, para luego volver a moverlos, ya que, en caso de alguna emergencia, probablemente serían molestos para llegar hasta la cama.

—Alexander...

—Nada de Alexander, fue el médico quien dijo que debías mantenerte en reposo y...

—Alexander, el dijo que debía mantenerme tranquilo, no caminar demasiado, no hacer esfuerzos de manera exagerada, pero la verdad es que, si puede hacer muchas cosas solo, tengo que seguir haciendo mi vida.

Alec detuvo sus movimientos de golpe, sin girarse a mirar al moreno, no le había dicho nada Magnus, pero la semana y media que el moreno había estado internado, el ojiazul estaba con alma en pena y a pesar de que ahora Magnus estaba a su lado, de que ya había vuelto hace varios días a compartir cama con él, seguía despertándose durante la noche, para mirar al moreno, para posar las manos en su vientre, donde su pequeño crecía, para simplemente saber, que esa horrible pesadilla, recuerdo de uno de los momento más tristes para él, no era más que eso, un recuerdo.

Alexander sintió las manos de Magnus, este se había puesto de pie y con cuidado, con calma, se había apoyado en los hombros del más alto, acariciándolos suavemente, esperando que este se relajara, el moreno había notado, que acciones como estas, bajaban un poco la guardia de joven y lograba que se olvidara un poco de esas molestias o tormentas que solían rondar por su cabeza.

—Crees que en realidad estoy exagerando...— Alec habló como si se tratase de un pequeño niño, reprendido por sus padres.

—No, me encanta que me cuides, que me mimes, que me ames como lo haces Alexander, pero quiero que me dejes vivir, no haré nada que pueda dañar a mi bebé...—Alexander se giró, puso las manos sobre la cintura de Magnus, acercó su rostro al moreno y simplemente se concentró en su mirada, notando entonces la sinceridad en los azules ojos, continuó. —Te prometo Alexander, que no haré nada que le haga daño a mi bebé, aunque me cueste la vida, te juro que mi hijo estará bien...

—No, no Magnus. — Alexander puso sus manos sobre las mejillas del moreno. —Escúchame bien, debes cuidar a frijolito, pero debes cuidarte también, debes estar bien, para que cuando nuestro pequeño llegue al mundo, ambos podamos ser los orgullosos padres.

Magnus no pudo evitar sonreír, el mundo que en realidad le planteaba Alexander, siempre terminaba por llenarlo de ilusión, se alegraba de saber, de ver y entender, como era estar en una familia, como era sentirse querido, no solo por Alexander, incluso, toda su familia había estado a sus espaldas, apoyándolo en todo.

—Izzy vendrá estar contigo hoy, aunque parece que vendrá con uno de esos amigos que tiene, pero bueno, era eso o que estuvieses solo...— Magnus sonrió, su ahora cuñada se había convertido en nada menos que una amiga con el pasar de los días, ella amaba la moda y le era una compañía demasiado grata. —Solo no comas nada que ella cocine.

—Vamos Alexander, ¿qué tan malo puede ser?

El ojiazul sonrió y acortando la distancia entre ambos, deposito un cálido beso en la comisura del labio del otro, sonriendo en el proceso.

Magnus estuvo el resto del día en cama, a pesar de que se sentía mejor, a pesar de que los malestares habían disminuido y el desprendimiento había sido controlado, su cuerpo no parecía querer recuperar sus fuerzas en totalidad, por que la cama, simplemente parecía la mejor idea que pudo tener.

Tomó su móvil, buscando algo que hacer, algún vídeo sobre el embarazo, de esos vídeos que llevaba semana viendo, pero terminó entrando a redes sociales, para simplemente quedarse mirando una foto que le congeló la sangre, pudiendo jurar, que su cuerpo comenzaba simplemente a enfriarse, que la temperatura de la habitación bajase de golpe, una lágrima bajó por la mejilla de Magnus, logrando que sus manos temblaban, que sus dientes castañeteaban.

El sonido de un mensaje llamó la atención del moreno, haciéndole llevar su mano libre a su vientre.

"Dame tú dirección, estoy en la ciudad...y tenemos que hablar..."

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