8. Buscando pistas (Parte 4)

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Una semana más tarde, en un pequeño apartamento en pleno centro de Manhattan...

–¡Maldito Agreste! –chilló una rubia furiosa cerrando la puerta de su casa de un portazo y dirigiéndose al salón montada en cólera.
–¡Chloé cálmate! No es para tanto –repuso un kwami con aspecto de abeja saliendo del bolso de la chica preocupado.
–¡¿Qué no es para tanto?! –rebufando molesta–. ¡Sólo una cosa le pedía a ese inútil y ni eso fue capaz de darme!

Acababan de llegar a casa después de la visita rutinaria a su ginecólogo y por fin le habían dicho los resultados del análisis a Chloé.

No había ninguna duda, en el cariotipo se podía vislumbrar perfectamente los cromosomas XY que indicaban que la joven Bourgeois esperaba un niño. Y, a partir de ese momento, comenzó el drama.

–No me lo puedo creer... –cruzándose de brazos mientras negaba con la cabeza enojada.
–¿Tan terrible es que sea niño? Sigue siendo tu hijo igualmente.

Ella fue hacia el dormitorio que había escogido para su bebé ignorando a su kwami pero seguida por él. Allí estaban las bolsas con la ropa de bebé que había comprado unos días antes. Abrió una de ellas y sacó de su interior un vestidito amarillo, de tamaño recién nacido, con falda de tul y rayas negras en la pechera simulando los colores de una abeja.

Lo miró entristecida y suspiró con pesar. Su kwami tenía razón, como siempre.

–No, no lo es... pero es que me hacía tanta ilusión que fuera una niña... si hasta ya le había comprado unos vestiditos monísimos para cuando naciera. ¡Míralo Pollen! –mostrándole la prenda–. ¿Acaso no es precioso?
–Es muy bonito, mi Reina. Pero ya te dije que te estabas precipitando comprando esa ropa sin saber el sexo del bebé –comentó Pollen regañándola.
–Se supone que no hay nada como la intuición de una madre y mi intuición me decía que era niña –dijo abrazando el vestidito contra su pecho–. Está claro que en mi caso está atrofiado. Seguro que seré una madre horrible.
–Mi Reina, no digas eso porque no es verdad –le dijo poniéndose frente a ella–. Adivinar el sexo del bebé es pura suerte. No tiene nada que ver con ser buena o mala madre.

Chloé desvió la mirada haciendo un puchero digno de un niño de 2 años.

–Sólo lo dices para animarme –musitó con el labio inferior temblando ligeramente. La rubia se encontraba casi al borde del llanto.

"¡Oh oh!¡Peligro de hormonas desatadas! Tengo que cortar esto de raíz antes de que sea demasiado tarde" pensó alarmado Pollen con una cara de puro terror.

–No, mi Reina –dijo volando hacia ella con voz tranquilizadora y dándole un abrazo en su mejilla para animarla–. A lo largo de mi eterna vida he conocido a centenares de Queen's Bee que no acertaron el sexo de sus hijos y todas fueron unas madres estupendas.
–¿De-de verdad? –balbuceó la rubia, aún un poco incrédula.
–Sí –asintiendo con firmeza y en tono decidido–. Además será un bebé precioso, inteligente y maravilloso; no importa que sea niño o niña.
–Sí, es verdad... –murmuró ella doblando el vestidito y guardándolo en la bolsa para devolverlo esa misma tarde a la tienda de ropa–. Sólo espero que no sea igual que su padre.
–Los dos sois rubios, piel blanca como la leche y facciones bien definidas... –frotándose la barbilla con la pata meditabundo–. Deberías hacerte a la idea que podría parecerse a él.
–¡¡¡Pollen eso no ayuda!!! –gritó Chloé histérica dejando sordo al pobre kwami a su lado.

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Unos días después, en la mansión Agreste...

La puerta del despacho de Gabriel Agreste se abrió dando lugar al detective Antoine Diot con su característica apariencia y una sonrisa triunfal en sus labios.

Ni contigo, ni sin ti [Adriloé]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora