9. Viejas amistades

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Chat Noir tomó a su hijo en brazos conmovido por la euforia que había mostrado el pequeño al verlo nada más entrar por la puerta de su casa acompañado de su madre.

Aquella muestra de cariño significaba mucho para el héroe. Sentía como su lastimado corazón se reconfortaba un poco después de todas las penurias, los remordimientos y el dolor que había estado soportando en silencio desde que Chloé se marchó de París por culpa de sus malas decisiones.

Aprovecho ese instante fugaz para abrazarlo con todas sus fuerzas en un intento de transmitirle al niño todo su amor por él, hasta que se dio cuenta que seguir alargando el momento hubiera resultado muy extraño a los ojos de Chloé. Después de todo, Chat Noir sólo era una vieja amistad de la Bourgeois que no tenía nada que ver con ese pequeño como para mostrarse tan amoroso y paternal.

Así que, con todo el dolor de su corazón, se separó un poco del niño adoptando una postura más relajada, amistosa y cordial.

–Mi mamá me ha dicho que usted es su amigo, ¿es verdad? –preguntó Pierre.

Estaba tan emocionado de encontrarse de nuevo al héroe en su casa que los ojos casi se le salían de las órbitas oculares.

–Sí, así es –contestó mirándole con una sonrisa–. Somos muy buenos amigos.
–¿Y yo también puedo ser amigo suyo? –en un tono de voz que mezclaba la súplica y la esperanza a partes iguales.
–Pues claro –tocándole la nariz con el dedo de manera cómica– y como somos amigos no hace falta que me hables tan formal. Puedes llamarme Chat Noir.

"Aunque realmente desearía que me llamaras papá" pensó con un atisbo de amargura el héroe.

–¿En serio?¡Qué bien! –lleno de felicidad–. ¡¡¡Mamáááá!!! –gritó a pleno pulmón dirigiéndose a su madre–. ¡Yo también soy amigo de Chat Noir!
–Eso es estupendo Pierre –dándole una palmaditas en la cabeza mientras su hijo sonreía encantado–. Me alegro de volver a verte Chaton –dirigiéndose ahora a su compañero de antiguas batallas.
–Yo también Abejita.
–¿Por qué llamas a mi mamá Abejita? –les interrumpió Pierre con curiosidad–. Antes en la calle también la llamaste así.

Chloé se puso tensa, cosa que no pasó desapercibido al chico con traje de gato. Estaba claro que la rubia no le había hablado de su pasado como heroína al niño y temía que metiera la pata.

–Pues le llamo Abejita porque desde que conozco a tu mamá siempre le ha gustado vestirse con ropa de colores amarillos y negros. Justo como va vestida ahora, recordándome a una linda abejita –mirando a la rubia por el rabillo del ojo y dedicándole una medio sonrisa ladina–. ¿Tú no lo crees Pierre?
–¡Sí, es verdad! –exclamó emocionado–. ¡Mi mamá es una linda abejita! –señalándola con el dedo mientras ella suspiraba aliviada.

Héroe e infante estuvieron un rato riéndose el uno junto al otro bajo la atenta mirada de Chloé Bourgeois.

Era enternecedor verlos juntos, pues podrían pasar perfectamente por una idílica imagen de padre e hijo. La rubia se preguntaba si cuando el Agreste fuera a Nueva York buscando a su hijo la escena que estaba teniendo lugar delante de ella sería exactamente la misma.

"Seguramente sí. Adrien siempre fue muy tierno y adoraba a los niños. Si existe una cosa de la que estoy completamente convencida el día que esté aquí, es del hecho que será un buen padre".

Aunque pensar en ese hombre siempre la sumía en la melancolía y últimamente le producía cierto estrés, se esforzó en dejar sus asuntos personales a un lado y mantener la compostura. Su mejor amigo se encontraba en medio de su salón después de tanto tiempo sin verlo y se moría por preguntarle qué había sido de su vida y la de los demás héroes.

Ni contigo, ni sin ti [Adriloé]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora