11. Confesiones a medianoche

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Después de haberle entregado el juguete a Pierre, Chat Noir accedió quedarse a cenar en casa de los Bourgeois a petición del más pequeño del lugar.

Héroe e infante se la pasaron todo el tiempo que estuvieron juntos hablando sobre anécdotas de Queen Bee y jugando a los superhéroes con la colección de figuritas del niño hasta bien entrada la noche cuando Chloé, a pesar de estar disfrutando lo indecible viendo aquellos momentos tan tiernos entre su amigo e hijo, se plantó delante de ambos interrumpiéndolos para así ordenarle a Pierre:

–Cariño, ya es muy tarde. Deberías de recoger tus juguetes e ir a la cama.
–¡Noooo mamá! –exclamó apenado haciendo alarde de uno de sus clásicos pucheros para enternecerla–. Yo quiero seguir jugando con Chat Noir.
–Pierre, son las once de la noche –le replicó en tono serio–. Tendrías que haberte ido a dormir hace al menos una hora.
–Sólo un poquito más... ¿sí?
–Tu mamá tiene razón Pierre –intervino Chat Noir en modo conciliador–. Además, recuerda lo que te dije esta mañana... siempre debes de hacerle caso.
–Está bien –murmuró el niño derrotado empezando a recoger el desastre del salón–. ¿Volveremos a vernos Chat Noir? –preguntó esperanzado cuando concluyó su labor.
–Si tu mamá no tiene ningún problema, mañana mismo podría volver...
–Ya sabes que no hay ningún problema Chaton. Puedes venir siempre que gustes.
–Abejita eres la mejor –dedicándole una sonrisa encantadora mientras Pierre saltaba de alegría por todo el comedor ante la respuesta de su madre.

El niño se despidió del héroe a la vez que se dejaba guiar por la rubia hacia a su habitación para acostarlo. A los pocos minutos, la Bourgeois reapareció en el salón diciendo:

–Bueno, ya está en la cama... –dijo con un suspiro cansado–. ¿Ahora por fin me dirás que asunto ha traído al gran héroe de París a la ciudad de los rascacielos? –preguntó con una mueca burlona centrándose en el héroe.
–Te lo diré cuando tú me cuentes la razón por la cual desapareciste hace cinco años dejándolo todo atrás... –le refutó mirándola fijamente a los ojos.
–Tsk –rechistó la rubia con molestia–. ¿Otra vez con tus juegos del "tú primero"? Siempre has sido un gato muy fastidioso.
–Te fuiste de la noche a la mañana sin decir ni una sola palabra Chloé... –dijo Chat Noir manteniendo la compostura; no obstante, la rubia pudo percibir a la perfección cierto rastro de dolor en su voz–. Sin explicar un por qué... sin despedirte siquiera... Entiende que tenga curiosidad por saber qué demonios pasó en aquella época para que tomaras esa decisión tan drástica ahora que nuestros caminos se han vuelto a encontrar.
–Lo hablé con el Maestro Fu en su día –repuso ella desviando la mirada–. Fue por un asunto personal Chaton.
–¿Qué asunto personal podría provocar que te largaras a la otra punta del planeta sin decirme absolutamente nada? –la siguió presionando–. Creía que confiabas más en mí Abejita.

Chloé no pudo reprimir un suspiro cargado de melancolía y pesar mientras se dirigía a la cocina donde abrió un armario para sacar una botella de uno de los mejores vinos tintos de toda la campiña francesa.

–Necesito un trago antes de hablar de eso –murmuró en voz baja–. ¿Quieres? –le preguntó enseñando la botella.
–Sí, gracias... un trago estará bien –le contestó dirigiéndose a la barra americana en la cual la rubia ya había depositado un par de copas y empezaba a llenarlas con el líquido carmesí.
–Fue por él –musitó la chica alzando la copa para acercársela a sus labios y tomar un poco de la amarga bebida.
–¿Por él? –cuestionó el héroe fingiendo extrañeza–. ¿Te refieres a Adrien?
–Veo que aún recuerdas su nombre...
–¿Qué cosa tan terrible hizo para que te fueras de esa manera?
–¡¿Qué es lo que no hizo querrás decir?! –le preguntó a su vez–. Llevábamos dos años juntos y todo era maravilloso... tan increíble que casi parecía un sueño hecho realidad... –susurró agitando sutilmente el líquido en el interior de la copa mientras lo observaba obnubilada–. Lamentablemente, yo no era la única que pensaba lo mismo.
–¿Quieres decir que había otra chica?
–Sí –asintió con la cabeza–. Pero esa chica era su verdadera novia... yo simplemente era "la otra" –musitó dando en esta ocasión un buen trago al vino.

Ni contigo, ni sin ti [Adriloé]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora