1. Cinco años después: Chloé

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Nueva York, 12 de la mañana...

En pleno Central Park un niño rubio de unos cinco años jugaba en los columpios bajo la atenta mirada de su madre.

–¡Mamá, mira como me tiro por el tobogán! –gritó emocionado.
–¡Pierre ten cuidado! –exclamó la mujer preocupada. Era rubia, con unos ojos de un profundo color azul zafiro, piel blanca y fina como la porcelana, vestida con una elegancia con la que pocas podían rivalizar y el porte digno de una reina, su nombre... Chloé Bourgeois.

El niño con una amplia sonrisa en su rostro se lanzó por la rampa a lo loco, iba a tal velocidad que sobrepasó el borde del tobogán cayendo de pleno en el suelo y acabó cubierto de tierra de pies a cabeza a la vez que soltaba una sonora carcajada.

Su madre hizo un gesto de facepalm tapando su cara mientras negaba con la cabeza resignada.

Cuando volvió a mirar de nuevo a su retoño, se lo encontró intentando escalar el punto más álgido del tobogán por la rampa en vez de subir por las escaleras como los demás niños del parque. Una sonrisa amarga apareció en el rostro de Chloé Bourgeois al verlo.

Sin duda Pierre era la viva imagen de su padre, Adrien Agreste.

Si, por casualidades de la vida, algún día el famoso modelo francés se cruzaba con el pequeño Bourgeois en su camino no necesitaría una prueba de paternidad para darse cuenta de que ese niño era hijo suyo; pues no sólo tenía sus preciosos ojos de color esmeralda, sino también los gestos y la picardía de su ex-amante.

Por mucho que en la actualidad Adrien siempre se mostrara ante los medios de comunicación con una actitud seria, distinguida y formal, Chloé sabía perfectamente que esa no era su verdadera personalidad.

En el momento en que desapareció su madre Gabriel Agreste le había exigido mucho a su hijo, tanto a nivel profesional como en su vida diaria, y este había aprendido de cara al público a enseñar una faceta comedida, responsable y de respeto. Poseía un aura de perfección y elegancia que impresionaba a cualquier persona que entablara una conversación con él, especialmente entre las féminas.

Pero Chloé lo conocía mejor que nadie, más incluso que esa maldita panadera con la que ahora estaba casado. No por nada habían sido amigos desde la infancia; se podría decir que prácticamente aprendieron a caminar juntos. Por ello, sabía que en el fondo Adrien tenía una actitud rebelde, coqueta, alocada y, a veces, incluso algo arrogante. Un lado "oscuro" que sólo había mostrado cuando estaba con ella; tal y como una vez él mismo le confesó:

"Chloé solamente contigo me siento verdaderamente libre, sin necesidad de fingir quién soy".

Aún recordaba todos y cada uno de los líos en los que se metieron cuando eran unos críos y, aunque fuera difícil de creer, la mayoría habían sido obra del modelo. No obstante, ella siempre asumía su parte de culpa para cumplir su castigo junto a él. Sus padres pensaban que esas penitencias les harían aprender la lección, pero nada más lejos de la verdad. Aprovechaban esos momentos que estaban a solas "reflexionando sobre lo que habían hecho" para planear nuevas fechorías.

Y así era exactamente su pequeño, acaba de salir de un enredo y ya tenía alguna nueva travesura en mente. Menos mal que contaba con la ayuda de Pollen para vigilarlo e impedir que cometiera alguna locura antes de que fuera demasiado tarde, porque si no se hubiera vuelto loca hacia mucho tiempo.

Su hijo era conocedor de la existencia de su querido kwami.

Chloé se inventó la historia de que era una especie de antiguo guardián de la familia cuya misión era velar por su seguridad pero que no debía hablar sobre él con nadie, puesto que era un secreto y no debía ser revelado a gente ajena a ellos dos. Gracias a esa pequeña mentira Pollen realmente llegó a convertirse en su protector y la había ayudado muchísimo en la crianza de Pierre desde que nació, otorgándole siempre buenos consejos debido a su experiencia con otras Queen's Bee del pasado que también fueron madres.

Ni contigo, ni sin ti [Adriloé]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora