17. Revelaciones

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Tras las largas horas de vuelo cruzando el océano Atlántico, por fin llegaron a la ciudad del amor y lo primero que pidió la Bourgeois al tomar suelo francés fue visitar a su padre para explicarle la situación.

–Podríamos ir primero a la mansión Agreste para dejar el equipaje y luego, si quieres, vamos tranquilamente a ver a tu padre.
–No, necesito hablar con él antes –le interrumpió Chloé con contundencia–. No quiero que descubra que he regresado y estoy en tu casa por culpa de esos amantes de la carroña llamados paparazzis que te suelen acosar allá a donde vayas.
–Nuestra casa... –puntualizó el modelo con severidad–. Además, él entenderá perfectamente que estés conmigo un momento mientras te instalas en la mansión, después de todo sabe que soy el padre de Pierre –argumentó sin comprender las prisas de la rubia.

La Bourgeois resopló impacientemente y encaró a su ahora pareja con el ceño fruncido.

–Mira qué eres cabezota Adrikins... –murmuró ella con cierta molestia–. Si quiero ir a hablar con él es porque, precisamente, nunca le confesé quién fue el idiota que me dejó preñada hace cinco años.
–¡¿Qué?! –exclamó Adrien sin poder creerlo–. ¿En serio se lo ocultaste hasta a tus propios padres, Chloé?
–Sí...
–¿Y qué les dijiste cuando se dieron cuenta de que estabas embarazada?

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Poco después, en el interior del despacho del alcalde ubicado en el ayuntamiento de la ciudad...

Pero... hija... si tú nos dijiste a tu madre y a mí que fue un americano que conociste en una noche de fiesta y que nunca llegaste a preguntarle su nombre –musitó André Bourgeois aún en estado de shock por la revelación que acababa de recibir.
–Siento mucho haberos mentido papá, pero en esos días estaba muy enojada con Adrien y no quería que supiera que íbamos a tener un hijo –agachando la cabeza arrepentida–. Pensé que... si se lo ocultaba a todo el mundo, él jamás lo descubriría.
–Así que él fue la causa de que te marcharas a Nueva York –dijo el mayor atando cabos y mirando al Agreste con cierto enojo quién aguantó estoico el escrutinio al que estaba siendo sometido.

Adrien entendía el rencor que podía estar sintiendo el patriarca de los Bourgeois hacia él en ese instante. Al fin y al cabo, su niña se marchó de Francia por su culpa. El ambiente se notaba tenso y no quería empeorar la situación entre ellos, así que optó por permanecer callado. Esperaba que, con el tiempo, André también fuera capaz de perdonarle.

–Sí padre –admitió Chloé–. Sin embargo, hace unos días Adrien lo descubrió por unas fotografías que se publicaron en la prensa rosa y vino a Nueva York para hablar conmigo.
–¿Te refieres a las fotografías donde salís tú y Pierre con Gabriel Agreste? –frunciendo el ceño suspicaz.
–Así es –le confirmó asintiendo con la cabeza–. La cuestión es que... bueno... ambos hemos aclarado las cosas y, por el bien de Pierre, queremos volver a intentarlo; de modo que viviremos los tres en la mansión Agreste.

El alcalde no pudo evitar una mueca de disgusto al escuchar las palabras de su hija.

–Sinceramente, preferiría que Pierre y tú estuvierais una temporada en Le Grand París –cruzándose de brazos serio–. Pero está claro que ya has tomado una decisión.
–Creo que es lo mejor para mi hijo, papá –repuso la joven–. Ya lo he alejado mucho tiempo de Adrien impidiéndole tener una figura paterna. Se lo debo.

Una pequeña sonrisa apareció en el rostro del alcalde.

–Quizás no haya sido tan malo que te fueras a Nueva York durante estos años, veo que te has convertido en una mujer mucho más madura que antes –su hija le devolvió la sonrisa emocionada–. En cuanto a ti... –volteándose hacia Adrien con molestia–. Supongo que no hará falta que te diga lo que puede pasar si vuelves a destrozarle el corazón a mi hija –en tono amenazador.
–Mi vida sin ella ha sido un infierno, señor Bourgeois. Créame que he aprendido la lección de la peor manera posible y haré lo que sea con tal de que Chloé y Pierre sean felices y permanezcan a mi lado para siempre.

Ni contigo, ni sin ti [Adriloé]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora