7. Llegando a su destino

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Unas horas antes del incidente...

Adrien Agreste por fin había aterrizado en Nueva York después de dos largos y caóticos días en los que llegar a la ciudad americana había sido una aventura aún más épica que la de Ulises en "La Odisea" para regresar a su hogar con su bella Penélope.

Una vez llegó al aeropuerto Charles de Gaulle de París, se encontró con una huelga sorpresa por parte de los controladores aéreos que había provocado el caos y el retraso de todos los vuelos programados para ese día. De manera que se había visto obligado a permanecer en la terminal a la espera de nuevas noticias.

Un verdadero infortunio para el joven modelo quién veía como las horas iban pasando lentas e inexorablemente sin que se produjera ningún avance.

Al final, harto de aquella tesitura y al borde del colapso mental debido a sus ansias por despegar, había ido a hablar con el propio director del aeropuerto en su despacho exigiéndole una rápida solución al problema. Sin embargo, lo único que obtuvo del alto ejecutivo fue una disculpa, una indemnización por las molestias causadas y la promesa de solucionar la situación cuanto antes para que su vuelo fuera de los primeros en salir.

No le quedó más remedio que regresar a la sala VIP de la terminal mientras los nervios y la impotencia le devoraban por dentro, pues lo que verdaderamente deseaba en ese instante era encontrarse con Chloe y su hijo en la capital neoyorquina.

Además, había que añadir el hecho de que durante ese tiempo su abogado le había llamado varias veces comunicándole la solicitud de Marinette pidiéndole el divorcio y ahora mismo se encontraba en plena batalla legal contra su ex-mujer para el reparto de sus bienes en común.

Esos habían sido los motivos por los cuales unas supuestas ocho horas de tranquilidad cruzando el océano Atlántico se habían convertido en casi dos días de puro infierno. Por ello, cuando bajó del avión y pisó suelo americano no pudo evitar mostrar una resplandeciente sonrisa admirando el cielo totalmente emocionado.

–Deja de sonreír como un idiota y camina chico –susurró Plagg en tono burlón debajo del bolsillo de su camisa–. Aún debes ir a esa casa antes de ir a buscar a tu princesa de cabellos dorados.

Adrien le miró por el rabillo del ojo sin abandonar su expresión risueña. Su kwami tenía razón. Debía de darse prisa en llegar al apartamento que había alquilado en el centro de la ciudad para que la dueña le entregara las llaves y dejar el escaso equipaje que había traído consigo.

Finalmente había llegado el momento de reencontrarse con su amada Chloé y conocer a su hijo Pierre.

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Un poco después...

–Aquí tiene la llave del portal del edificio y la del apartamento joven –le dijo la anciana amablemente tendiéndole un pequeño llavero–. Si tienes algún problema no dudes en llamarme.
–No creo que sea necesario señora Hopkins, la casa está estupenda –comentó satisfecho el muchacho en un perfecto inglés echándole un rápido vistazo al lugar desde el salón principal.
–Eres un encanto –respondió la mujer halagada–. Espero que tengas una feliz estancia en Nueva York.
–Yo también lo espero –susurró Adrien en voz baja desviando momentáneamente la mirada con cierta incertidumbre.

La anciana llegó a escucharle perfectamente aunque no comentó nada más.

Se moría de ganas por preguntarle la razón de su visita (pues su intuición femenina le decía que aquel joven tan apuesto se encontraba allí por un asunto personal) pero con un cliente tan importante y famoso como el modelo internacional Adrien Agreste lo más inteligente sería ser discreta. El rubio pagaba bien y podría recomendar su apartamento a sus más allegados consiguiendo así una clientela de lo más selecta y exquisita. Todo un sueño para la señora Hopkins.

Ni contigo, ni sin ti [Adriloé]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora