3. Toda la verdad (Parte 1)

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Una hora después, en la mansión Agreste...

Nathalie y Gabriel estaban tranquilamente repasando los preparativos del desfile para la próxima temporada cuando, de repente, las puertas del despacho se abrieron con un fuerte estruendo que casi hicieron saltar los resortes.

Adrien Agreste entró por ellas como una auténtica fiera descontrolada. La ira, la rabia y los celos se vislumbraban perfectamente a través de sus ojos esmeraldas entrecerrados en una expresión de verdadera furia.

Caminó decidido y con paso firme a lo largo de la estancia hasta donde se ubicaba su padre y, sin importarle lo más mínimo que Nathalie se encontrara allí de cuerpo presente, le gritó al diseñador encolerizado a la vez que lanzaba una revista encima del escritorio:

–¡¿QUÉ TIENES CON CHLOÉ?!

La asistenta se quedó mirando al joven Agreste entre preocupada e impresionada por su actitud; mientras que Gabriel Agreste alzó la vista hacia su hijo con su habitual semblante serio e imperturbable.

–Hola hijo, yo también me alegro de verte hoy –fue lo que le dijo el mayor, en un tono tranquilo y sereno; sin alterarse en absoluto por el comportamiento desenfrenado de su vástago.
–¡¿QUÉ SIGNIFICA ESTO PADRE?! –exclamó señalando repetidamente la fotografía de la portada con su dedo índice.

El diseñador le echó una mirada fugaz a la instantánea.

–Sólo es una fotografía mía tomando un café con la hija de un buen amigo –le dijo sin darle la menor importancia.
–¡¿ME ESTÁS TOMANDO EL PELO?!

Gabriel Agreste miró detenidamente a su hijo durante unos instantes. Su ceño exageradamente fruncido, sus dientes apretados, su gélida mirada, su respiración entrecortada y sus puños cerrados temblando levemente por la cólera que intentaba reprimir (pero sin ningún éxito) le indicaban que había llegado el momento de hablar seriamente con su hijo a solas.

–Nathalie, ¿nos harías el favor de disculparnos a Adrien y a mí un momento?

Ella no parecía muy convencida de dejar solos a los dos hombres en ese ambiente tan tenso; pero la mirada de advertencia que le dirigió su jefe dejaba claro que no aceptaba una negativa por su parte.

–Cla-claro señor...

La mujer se despidió con una sutil inclinación de cabeza y cerró la puerta detrás de ella dejando a ambos Agreste en el interior de la estancia.

–¿Cuál es el problema Adrien? –le preguntó una vez que Nathalie salió del lugar.
–¿Qué cuál es el problema? –le cuestionó a su vez sonando incrédulo–. ¡¿Acaso no te has enterado de lo que dicen de ti en esta revista?!
–La verdad es que no –en tono indiferente–. Sabes perfectamente que a mí nunca me han importado los chismorreos y las habladurías por parte de la prensa rosa.
–¡Dice que llevas años manteniendo una relación secreta con Chloé Bourgeois y que el niño que está entre sus brazos es tu hijo! –exclamó furioso.
–Vaya, ¡qué inoportuno! –murmuró echándole una ojeada a la publicación, pero sin mostrarse para nada alarmado.

Adrien estaba alucinado con la actitud de su padre. Sabía que era un hombre frío, distante, serio y con unos nervios de acero. ¡Pero esto era importante! Y él estaba leyendo el artículo de esa revista como si nada, como si todo aquello no fuera con él.

–¡¿En serio eso es todo lo que tienes que decir?! –gritó enojado–. "¡Qué inoportuno!" ¿Acaso no crees que merezco algún tipo de explicación sobre esto? ¡Soy tu hijo! O, al menos, el mayor de ellos... –soltó con ironía.
–Ya te lo he explicado antes Adrien –empezando a perder la paciencia–. Sólo estaba tomándome un café con la hija de un amigo que tiene un excelente gusto por la moda.

Ni contigo, ni sin ti [Adriloé]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora