10. Un juguete entregado

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Un poco más tarde, a tan sólo un par de manzanas del hogar de los Bourgeois...

Chat Noir acababa de poner los pies en el salón de su apartamento cuando su anillo sonó por última vez antes de destransformarse dando lugar a Adrien Agreste y a un agotado Plagg que fue volando hasta el sofá para dejarse caer sobre él derrotado.

–Uff, hemos llegado justo a tiempo –soltó con un bufido de alivio.
–¡Adrien tengo hambre! –se quejó el kwami de la destrucción con voz lastimosa.
–Lo sé, lo sé... –murmuró caminando hacia la criatura con aspecto de gato a la vez que sacaba un trozo de camembert del bolsillo de su chaqueta para dárselo.

Plagg alzó la cabeza como pudo con los ojos cerrados y comenzó a olfatear a su alrededor en busca de su anhelado queso. Cuando, por fin, percibió su aroma próximo a él abrió los ojos de inmediato y maravillado por la imagen de su preciado manjar delante de sus narices se lanzó hacia él como alma que llevaba el diablo para engullir esa porción de queso con auténtica gula.

El modelo no pudo evitar reírse ante el espectáculo de su kwami y es que Plagg era todo un dramático cuando se trataba de comida y, en especial, de su amado camembert.

–¡Madre mía, Plagg! –exclamó con una sonrisa–. Ni que te hubiera tenido durante semanas sin comer.
–¡Necesito recuperar fuerzas! Dame más, Adrien.
–¡Pero si ni siquiera he hecho un cataclismo! –comentó el rubio sorprendido.
–Llevo muchas horas sin llevarme algo a la boca –le recriminó poniendo una mueca de disgusto–. Estás tan obcecado con Chloé y Pierre que te olvidas de mí completamente. Si me hubieras dado de comer antes de transformarte en Chat Noir para perseguirlos por la calle habría aguantado más y habrías podido estar más tiempo con ellos.

El rubio soltó un suspiro lleno de resignación.

–De acuerdo, tienes razón –admitió con pesar–. Lo siento Plagg –dijo sentándose a su lado sacando otro trozo del apestoso queso y tendiéndoselo a su compañero–. No volverá a pasar, ¿ok?
–Eso espero –murmuró el otro aún enfurruñado.

Permanecieron un rato en silencio mientras el kwami de la destrucción satisfacía a su exigente estómago.

Cuando por fin se sintió saciado, le preguntó a su elegido a la vez que se chupaba las patas y se relamía los labios en busca de algún resquicio perdido de su delicioso queso:

–¿Y bien?¿Qué has sentido al verla de nuevo?
–He sentido exactamente lo mismo que la última vez que la vi hace cinco años –comentó el modelo con voz soñadora mientras se acomodaba en el sofá con la mirada perdida en el techo del apartamento–. Era como si el tiempo no hubiera pasado. Estaba igual de bella, glamurosa, elegante, coqueta... –dijo con una amplia sonrisa en su rostro–. ¡Es una mujer que me vuelve completamente loco! Nunca entenderé porque tardé tanto en darme cuenta de ello.
–Yo sí lo sé –dedicándole una sonrisa traviesa–. Pero no te gustará la respuesta –dijo sin poder contenerse y desternillándose de risa.

El joven Agreste le lanzó una mirada asesina.

–A veces pienso que realmente disfrutas sacándome de quicio –le recriminó con enojo.
–Bueno, un poco sí –reconoció el kwami negro con lágrimas en los ojos debido al ataque de risa–. Pero admite que es verdad. Tu encaprichamiento infantil por la gran Ladybug te impidió ver a la increíble mujer que siempre estuvo a tu lado... y que te conocía mejor que nadie.

Ni contigo, ni sin ti [Adriloé]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora