10. Ataque planeado.

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Alejandro Pineda:

¿Quién era yo para estarme cruzando en el matrimonio de otro hombre? Tal vez tenía la sensación de que quería salvarlo. Su mirada estaba apagada, pero al menos cruzabamos algunos mensajes de texto y había aceptado cenar conmigo.

Dijo que no quería desahogarse. Pero creo que ya estaba lo suficiente ebrio.

— Es un idiota. — Lo escuché decir mientras se recostaba de la mesa. — Nuestro matrimonio está hecho una mierda...

— ¿Solo así por así? — Pregunté.

Levantó la cara para mirame, creo que no debía de permirtirle más alcohol. Pero quería conocerlo.

— Sí. Ha cambiado, bastante... — Se recostó de la silla. — Ahora nos hablamos como si fueramos extraño, no soy bueno para expresar mis sentimientos así que creo que tal vez es culpa mía.

— No te entiendo.

— ¡Ni yo mismo lo hago! — Dijo. Y se sirvió más alcohol. — Yo le pedí que cambiará pero ahora que lo ha hecho no me siento para nada igual...

— ¿Que cambió?

— Todo. Su forma de amarme, de tener sexo... Ahora mismo está fuera del puto país haciendo una puta locura. ¡Y le he pedido que se regresé! Y no le importa. — Dijo y colocó fuertemente el vaso en la mesa. — A veces quiero matarlo pero también quiero amarlo.

— ¿Porqué dices eso?

— No puedo ser sincero con él. Totalmente... Tengo miedo. Mucho miedo. — era un hombre malditamente adorable. — Miedo de que lo pueda ofender o volvamos al pasado...

— ¿Fue tan malo? — Pregunté. — Dices que ha cambiado y que ahora no te gusta como ha cambiado, no quieres decirle porque tiene miedo de que vuelva a pasado.

— Hay muchas cosas buenas, quiero que vuelva a hacer ese hombre que me amaba locamente, impulsivo... Y sobre todo... Dominador. — Dijo bajando su mirada.

Reí un poco. A lo que su rostro se puso totalmente rosa. Si que era hermoso, por lo menos con el alcohol podía ver como realmente era y decía como realmente se sentía.

— ¿Dices que te gusta ser sometido? — Pregunté.

— En parte, sí. No crees que soy un pervertido ¿o sí? — Dijo.

— No. No lo creo. — Dije sinceramente. — Solo tienes que ser sincero con él, si te amaba va a regresar... Y entenderá lo que deseas. — al menos sabía que su esposo no estaba en el país.

— Tengo algo de vergüenza decirle. — Dijo y río un poco melancólico. — Parece ridículo ¿no? Pero ahora tiene un millón de cosas con que tratar mientras yo me lo tragó todo...

— ¿Porqué no te fuiste con él?

— Estaba con él. Y nos peleamos, me grito qué volviera a miami, esta en una situación grave y esta mal. Y yo también ayudo a empeorar las cosas.. Tomé mis cosas y me regresé... — Volvió a recostar su cabeza de la mesa. — No sé que haré.

— Solo debes de relajarte. Y hablar luego con él. Con más calma. — Dije.

— Al parecer eres una linda persona. A pesar de querer acostarte conmigo, dices eso... — Dijo.

— No voy a hacerte mal. — Comenté.

Su teléfono volvió a sonar encima de la mesa, miró la pantalla, contestó de inmediato.

— ¿Si? — Dijo. — ¿Era su esposo? Tal vez por como le respondió no lo era. — No, aún no estoy en casa. — Lo miré fijamente. —

¿Seguro Que Eres El Jefe? (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora