2 | LÍMITES

3.4K 220 13
                                    

Me ardía el pecho y la sangre que corría por mis venas, mi vista estaba borrosa y el humo del antro de mala muerte no ayudaba para nada. La gente me miraba confundida y enojada cuando pasaba a su lado y empujaba sin importarme a todos, desesperada por salir de una maldita vez de ese lugar. Quería irme a toda costa, desaparecer de esa maldita ciudad si era necesario, para tranquilizarme.

No quería verlo, e ignoraba por completo su voz llamando mi nombre a mis espaldas. No quería darme vuelta y encararlo, vería su rostro y la imagen de la chica besándolo volvería a mí, y lloraría frente a él y definitivamente no quería que fuera así. Pero, también quería evitar ver el estado en el que estaba, no quería. Si lo miraba a los ojos, todo se haría realidad.

- ¡Val, espera! – escuché antes de que me tomase del brazo con fuerza y me obligara a parar mi paso. Me giré bruscamente hacia él y zafé mi brazo de un tirón. Tragó saliva y apartó sus manos de mí -. Sé lo que estás pensando, pero te prometo que no es lo que crees.

- ¿Y entonces qué es, Eric? ¡Tú dímelo! Que pareces tener la respuestas a todo: ¿Qué mierda sucede? – no podía evitar gritarle, no podía, o me concentraba en el enojo de mi cuerpo, o en la tristeza, y definitivamente mis defensas no servían contra él cuando estaba triste.

- Por favor, nena, vayamos a casa y podremos hablar de esto tranquilos. – me rogó con los ojos rojos, rojos por el alcohol y quien sabe otra cosa más, y rojos porque se le pusieron llorosos.

- ¿Nena? ¿Te atreves a llamarme así en este momento? – Bufé con rabia -, eres un jodido idiota Brennett, un completo idiota.

Noté que mis palabras le dolían, y no recordaba cuando fue la última vez que me escuché a mí misma llamarlo de aquella forma, pero de manera enojada.

A lo largo de nuestra relación, cada vez se le hacía más difícil esconder o disfrazar sus sentimientos frente a mí. Sabía leer cada uno de ellos, cada movimiento y cada expresión, lo conocía de memoria, de arriba abajo, y a veces me asustaba. Me asustaba porque cada día comprendía que yo entendía por qué él actuaba como actuaba, pero sinceramente, no le veía hacer un mínimo esfuerzo para cambiar. Entendía, sabía con seguridad que él no me lastimaría apropósito. Pero tampoco veía que se esforzara para no hacerlo.

- Amor – lo miré con cuchillos en los ojos, tragó saliva -, vayamos a casa, por favor.

- Estás enfermo, Eric. Malditamente enfermo si piensas que regresaré a ese lugar contigo.

Como pude, zafé de él y de sus insistencias y salí de aquel antro asqueroso. Cuando mis pies pisaron la acera los flashes de las cámaras no empezaron a atacar hasta que sentí la presencia de Eric a mis espaldas. Todo explotó entonces.

Tuve que empujar a los fotógrafos y hacer oídos sordos a las preguntas impertinentes que lanzaban aquí y allá. Eric no parecía hacerles caso, continuaba gritando mi nombre y ni siquiera se cubría el rostro con la mano, o evitaba amigablemente a los paparazzi. Lo ignoré lo más que pude, a él y a todos alrededor.

Odiaba que mi vida se hubiera convertido en un programa de televisión y más que nada saber que al siguiente día, aquel acontecimiento sería tapa de todas las revistas de chimentos que tanto odiaba. Y las había empezado a odiar cuando comprendí su inmensa capacidad para mentir a las personas y distorsionar la verdad.

Cuando llegué a mi auto, me subí sin mirar atrás y coloqué trabas en las puertas. Quise arrancar el motor, mirando simplemente hacia adelante, y entonces escuché un golpe en seco en la ventanilla de la puerta del acompañante.

Con mis ojos ardiendo miré como Eric miraba por la ventana y me observaba con los ojos llenos de lágrimas.

Lo había visto llorar tanto en esos últimos años, y aún no podía deshacerme del efecto tan grande y devastador que causaba en todo mi cuerpo.

BETWEEN YOU (Losing Virginity II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora