3 | ¿DE QUE ESTÁS TAN ASUSTADO?

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Estaba sentada en el sofá de la sala, con los pies arriba de la pequeña mesita de cristal y madera, en la tele estaba pasando un programa de citas que no era para nada interesante, y mis apuntes de la universidad estaban tirados a mi lado, pero en mi cabeza ya no entraba nada más. Había pasado toda la mañana estudiando, y quería relajarme, pero el problema era que, definitivamente, no podía.

Eric Brennett me había "propuesto" matrimonio, y aunque no era la primera vez que lo hacía, todo mi organismo temblaba, incluso a pesar de que no le había dado una respuesta, de igual forma todo temblaba.

Verdaderamente quería hablar de todo aquello con él, pero el maldito había desaparecido toda la mañana. Lo último que recordaba era él, dándome un beso y saliendo de la habitación, yo estaba exhausta de todo el sexo que le siguió a su "propuesta".

La uña de mi dedo índice estaba a punto de desaparecer cuando escuché la puerta principal abrirse y cerrarse.

Vi aparecer a Eric con una gran sonrisa y varias bolsas colgando de sus manos, lo miré enarcando una ceja y la sonrisa en sus labios se ensanchó.

- Hola, hermosa. – de un manotazo bajó mis pies de la mesita y dejó allí las bolsas, luego se inclinó y me besó por unos segundos.

- ¿Qué es todo esto? – me interesé, mirando todas las bolsas frente a mí, una pequeña, color blanco con bordes dorados me llamó la atención, pues había tres iguales.

Su sonrisa se ensanchó aún más, lucía como un niño entrando en una juguetería o a punto de entrar a ver una película que había esperado por demasiado tiempo.

- Fui de compras. – respondió con simpleza, y se quitó los lentes de sol, arrojándolos a un lado.

- Puedo ver eso – empecé a husmear las bolsas. Todo era ropa, ropa de mujer, específicamente, no me contuve en revolear los ojos -. Tú, de compras, ¿Toda la mañana? – enarqué una ceja.

- Así es, nena. – mordía la comisura izquierda de su labio con bastante alegría.

- ¿Hay algo en estas bolsas que sea destinado hacia ti? – me apoyé en el sofá y crucé mis brazos, mirándolo con una ceja enarcada.

No era que no me gustase que me mimara y me regalara cosas, pero definitivamente no me gustaban los regalos en exceso. A él en especifico le encantaba derrochar su dinero en mí, y normalmente se acostumbraba a molestarse si yo me enojaba por ello.

- No es mi día. – especificó, y esa sonrisa seguía sin desaparecer.

- ¿Y el mío sí? – enarqué mi ceja -, ¿A caso es mi cumpleaños y lo olvidé?

- No, amor, pero – suspiró y tomó las tres bolsas pequeñas que yo no me había atrevido a husmear -, ayer fue un día bastante importante y creo que debes elegir – empezó a sacar unas pequeñas cajitas de las bolsas, cerré mis ojos con fuerza y suspiré internamente -... cuál anillo te gusta más.

Mis ojos casi se me cayeron del rostro y mi mandíbula tocó el piso cuando fue abriendo las pequeñas cajitas de terciopelo y fue dejándolas en la mesa, alineadas, dejando a la vista los hermosos anillos de plata, incrustados, cada uno de ellos, con diferentes tipos de diamantes, algunos más grandes que otros.

Mi corazón latía con fuerza dentro de mi pecho y yo no podía dejar de pensar en cuánto les habían costado cada uno de esos anillos, más que nada porque ni siquiera había respondido a su oferta aún, él se había adelantado a todo.

Lo miré sin poder creerlo, y sus ojos no se apartaban de mí. Me dieron cosquillas en el estomago al ver su mirada feliz y la sonrisa que acompañaba a sus ojitos brillosos. Sabía que esa vez, no solo se enojaría si decidía rechazar algo, sino que se pondría muy triste, y en ese instante, con Eric mirándome de aquella forma, herirlo era lo último que quería hacer.

BETWEEN YOU (Losing Virginity II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora