15 | BAJO EL AGUA

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Había llegado a muchas conclusiones en el viaje de la biblioteca hacia el hotel donde todos se estaban hospedando. La primera era que aquel llanto no se detendría hasta dentro de unas horas, o un buen tiempo, a decir verdad. La segunda, me confirmaba que, con cada minuto que siguiera pasando, el dolor no mejoraría: todo lo contrario. El agujero en mi pecho no me mostraba indicios de querer detener su crecimiento prontamente. 

Me concentré en mi llanto para no pensar en otras cosas. Como en el hecho de que, para ese momento, él ya sabría todo. Todos estarían volviendo a sus casas, decepcionados y curiosos del porqué el casamiento no sucedió. Tuve que distraerme con el sonido de mis sollozos y el dolor de mi pecho para no pensar en como, si el dolor de mi corazón era inexplicablemente insoportable, él suyo sería simplemente irremediable. 

Le estaba rompiendo el corazón. Lo estaba dejando caer. Me estaba yendo. Lo estaba dejando.

Lo estaba dejando.

Un nudo en mi estómago creció hasta el punto que lo sentí ascender hasta mi garganta. Allí se quedó esa sensación y las ganas de gritar desesperada me invadieron. Por lo que tapé mi boca con mis manos, con fuerza. Estaba segura de que si separaba un centímetro de mis labios gritaría. Gritaría con dolor. Eso solamente serviría para preocupar y asustar a Gregg, y el pobre ya tenía suficiente con estar encargándose de mí.

Pensé que respirar se volvería más fácil, pero me equivoqué. Me convencí de que el problema era el vestido, que me apretaba horriblemente en ese instante. No me ayudaba bajar la cabeza y ver la tela blanca, perfecta, sedosa y preciosa. No me ayudaba saber que aún llevaba puesto la que debía de haber sido la prenda más preciada de mi vida. 

Mis pensamientos se vieron eclipsados cuando el tono de llamada del celular de Gregg me distrajo lo suficiente como para dejar de llorar de repente. Lo miré inmediatamente, él hizo lo mismo. Tenía el rostro contraído por el dolor y la tristeza. 

¿Qué pensará de mí después de hacerle esto a su mejor amigo? ¿Me odiará? Seguramente muchas personas me estaban odiando en ese momento. ¿Pero Gregg? Por alguna razón no podría lidiar con la idea de saber que me detesta. Él, que es tan bueno y comprensivo, con todo el mundo... no podría soportar que me detestara. Suficiente ya tenía con mi propio odio hacia mí.

Su celular volvió a sonar. Gregg sacó el aparato del bolsillo de su traje y luego de mirar el identificador de llamadas me dedicó una mirada dolida.

- Es él - me avisó, aunque yo lo supe desde la primer llamada. Asentí, porque no tenía otra cosa que poder hacer -. ¿Debería contestar?

Mi primer instinto era decirle que no, que no contestara. Pero no podía ser tan egoísta, tan horrorosamente malvada. 

Sabía a la perfección que Eric estaría gastando la suela de sus zapatos nuevos, caminando de aquí allá, dándole vueltas a todo. Preguntándose cosas que quizás no tenían respuesta. Apostaba lo que sea a que le preguntó a todos dónde estaba, a dónde me estaba dirigiendo. Seguramente nadie le dijo nada y él solo ató los cabos. Él sabía que estaba con Gregg.

No pude abrir la boca, porque nuevamente sentí que gritaría, así que solamente asentí lentamente. Gregg no dudó ni un segundo en contestar, pero antes conseguí articular, en un pequeño susurro roto:

- Solo no le digas a donde vamos.

Gregg asintió lentamente ante mi petición.

Supe a la perfección que eso sería lo primero que Eric le preguntaría. Supe que si Gregg se lo confesaba, él se apresuraría a ir al hotel y verme, poder hablar conmigo. Yo, por mi parte, no estaba en las condiciones emocionales y mentales para poder volver a ver su rostro o escuchar su voz. Si quería sobrevivir a todo eso, no podía verlo. 

BETWEEN YOU (Losing Virginity II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora