Capítulo 3

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En prácticamente todo el tiempo que pasé en Londres apenas salí de fiesta un par de veces. Si bien es cierto que hice grandes amistades allí que me insistían en que saliera, yo me sentía centrada en mis estudios y en mi vida apenas había cavidad para la lujuria. Conclusión: dos cubatas de ron más tarde me encontraba totalmente desinhibida bailando en el centro de la pista. Durante la noche se sortearon varias bajas como la de Miki y su novia que antes de nada se encargaron de dejar las llaves en manos de Sabela que parecía ser la única que iba en sus plenas facultades mentales. Marta, Marilia, Maria, Noelia y yo nos habiamos encargado de crear un círculo en el centro de la pista. Me resultaba dificultoso seguir el ritmo de mis cuatro amigas y aunque sabía que no debería, si no me bebía otra copa no podría seguirle el ritmo a esas cuatro, por lo que después de decirle a Marilia que iba a pedirme otra copa, me perdí entre la multitud de la gente. Tardé aproximadamente media hora en que el camarero me atendiese y poder por fin pedirme una copa. Cogí mi copa y me giré con intención de volver al círculo de mujeres que habíamos creado con anterioridad pero por el camino me encontré algo que me dejó con la boca abierta. Allí, delante de todo el mundo se encontraba Carlos besando con fiereza a una morena de estatura media que probablemente acababa de conocer. No lo entendía, ¿Y su novia? ¿Es que acaso no le importaba que todo el mundo le estuviese viendo? No sé si fue por culpa de alcohol o tal vez una vocecilla en mi interior que me decía que debía advertir a Carlos de lo que estaba haciendo, pero me apresuré hacía donde se encontraban Carlos y la morena. Por supuesto, los ojos de Carlos estaban muy entretenidos mirando a aquella chica, comiéndosela con la mirada, y no me vio venir. Toqué su brazo y tardó varios segundos en reaccionar, cuando alzó su cabeza se encontró con mi cara que no dejaba de negar con la cabeza en total desaprobación con lo que estaba haciendo:
—¿Que quieres Julia?¿Necesitas ayuda? ¿Te has perdido?— Dijo Carlos mirandome, impasible. No me lo podía creer, le había pillado con las manos en la masa y ni siquiera había tratado de explicarme que era lo que estaba haciendo. Por instinto o más bien por actoreflejo le metí un puñetazo en el hombro. En ese momento la morena que aún estaba a su lado se alejó de nosotros, probablemente pensando que yo era la novia celosa que había venido a partirle la cara al cerdo de su novio.—¿Qué coño haces Julia? —dijo llevándose una mano a la misma zona en la que yo le había propinado el puñetazo.

—¿Que coño hago?— Repetí mirandole fijamente a los ojos. Vaya, en ese momento fui plenamente consciente del efecto que estaba haciendo en mi el alcohol pues no paraba de balancearme de izquierda a derecha sin encontrar muy bien el equilibrio— Joder Carlos, estabas enrollándote con una tía en medio de la pista, ¿Tú lo ves normal?—Inquirí apuntandole con el dedo. Su única respuesta fue encogerse de hombros y agarrar los mios entre sus manos. En su mirada intuía que no sabía exactamente a que  me refería con aquel sermón.
—Julia, la gente sale, se emborracha y a veces conoce alguien interesante con quien pasar un buen rato, ¿Qué es lo que te pasa?— dijo mirandome a los ojos tratando de averiguar que era lo que estaba haciendo. Mi cabeza no podía más, sentía que iba a explotar de un momento a otro. O sea que Carlos se enrolla con otra tía mientras su novia se encuentra probablemente en su casa durmiendo ajena a todo, y él lo ve completamente normal.
—¿Y tu novia? ¿Es que acaso no te importa?— mi pregunta sonó más en tono decepcionante que en un tono enfadado como pretendía. Él abrió los ojos de par en par y me miró, riéndose. Perfecto, ahora la situación también le hacía gracia.
—¿Qué novia Julia? Yo no tengo novia — En ese momento mi cara debería ser un autentico cuadro. Todos los hechos trataron de encajar en mi mente. ¿Es que acaso mi mente había pensado que la rubia despampanante de la noche anterior era su novia cuando era un simple ligue? Sí, esa debía ser la respuesta más lógica.
—Pero... la chica de ayer...— Si el alcohol me impedía hablar con claridad el nerviosismo del momento había hecho que perdiese todo tipo de sentido común. El se rió y me abrazo mientras me revolvía suavemente el pelo.
—La chica de anoche era solamente un ligue, ni siquiera sé su edad ni a que se dedica.— Para él parecía una situación más que normal y yo no era capaz de asimilar los hechos. El Carlos que yo conocía, el que había dejado allí hacía tres años no era él. Me deshice de los brazos de Carlos y dejé que fuese en busca de la morena que había dejado a medias. Mi cabeza daba vueltas, no sabía si por el alcohol que llevaba en sangre o por los acontecimientos que acaba de presenciar. Hacía tres años Carlos era un tipo vergonzoso y timido que distaba mucho de ser un guaperas ligón. Siempre había sentido un tremendo pudor a la hora de hablar con mujeres y nunca se había sentido especialmente interesado en ellas. Supongo que cuando físicamente te conviertes en un hombre irresistiblemente atractivo entonces tu mentalidad tambien cambia. Noté una mano en mi espalda y me giré instintivamente para encontrarme de frente con Marta.
—Julia, nosotras nos vamos ya, ¿Quieres venirte o te quedas con...—miró a mi alrededor tratando que averiguar con quien me encontraba pero no reconoció a nadie. Decidí para no cagarla una vez más en la noche que yo también me iría con Marta y los demás a casa. Cuando llegamos a casa de Miki, en taxi por supuesto pues nadie estaba en condiciones de conducir, todos se fueron a sus habitaciones a dormir. En mi mente no paraban de pasar imagenes de Carlos con aquella morena. Intenté recordar cuando había sido la última vez que yo había tenido un contacto físico con un hombre. Uffffff, había sido mientras estaba en Londres, Cathy me había convencido de que un clavo saca otro clavo y que enrollandome con un hombre lograría olvidar al hombre que dejaba en España. La noche estuvo bien, el sexo fue increible e incluso reconfortante en cierto modo. El problema llegó al día siguiente cuando el mismo hombre que me había hecho gritar de placer abandonó la cama en la que habíamos dormido y de nuevo volvió la misma sensación de desazón y soledad de la que trataba de huir. En ese momento comprendí que un hombre jamás iba a llenar el vacío que sentía en mi interior, debía aprender a quererme, a ser feliz conmigo. Todo el mundo dormía, yo traté de hacer lo mismo y cuando creí que por fin el sueño iba a apoderarse de mi sentí que alguien entraba en nuestra habitación y me giré para averiguar de quien se trataba. Era Dave, entraba con cara somnolienta llevado su almohada entre los brazos. Echó un rápido vistazo a la habitación hasta qie sus ojos se toparon con los míos y entonces le oí soltar un leve suspiro. Se acercó vacilante a mi cama y sea agacho en frente de mí.
—Julita, ¿Te importa si duermo esta noche contigo?, Carlos se ha traido a su ligue a casa y no me ha quedado más remedio que buscar otro sitio donde dormir.— Por la cara que tenía Dave pude intuir que no era la primera vez que tenía que huir de su propia habitación para dejarle intimidad a la pareja de adolescentes hormonados.
—Por supuesto Dave.— solté susurrando apartando las sabanas haciéndole una invitación a que se tumbase a mi lado. Así lo hizo, se tumbó a mi lado y no tardó ni cinco minutos en dormirse. Me moría de ganas por preguntarle a Dave cuando la personalidad de Carlos había dado un giro tan brusco. Me di cuenta al fin y al cabo que tal vez la cosas entre Dave, Carlos y yo no estaban exactamente igual que cuando me fui.

Las personalidades de estos dos serán en muchas ocasiones totalmente dispares pero entre ellos siempre existe cierto equilibrio.

Limbo de cristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora