Capítulo 7

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Estaba flipando en colores con la naturalidad con la que Dave, Marilia, Sabela y Noelia se estaban tomando la notícia de que Carlos estuviese condenado a cumplir con 120 días de trabajos sociales. Al parecer ninguno de los cuatro veían nada raro en la historia, incluso me atrevería a decir que alguno que otro se lo esperaba.

—Espero que esto sirva por lo menos para que Carlos se de cuenta de que no puede seguir así.— dijo la inocente de Marilia que parecía la única de esa cafetería a la cual parecía impresionarle mínimamente la noticia.

— Si no lo hizo cuando le amenacé con echarle del piso que teníamos juntos, ¿Qué te hace pensar que lo hará ahora?— Dijo un Dave totalmente desesperanzado.

—Joder Dave, ha estado apunto de entrar en la cárcel, si eso no es un jarro de realidad...— dijo Noelia que parecía totalmente de acuerdo con Marilia.

—Hasta ahora no me ha dado ningún problema.— dije yo tratando de limpiar en vano la imagen de Carlos. Es verdad que solo había trabajado cuatro días en el centro, pero siempre había sido puntual y nunca había tenido una palabra más alta que la otra conmigo, si le pedía que me ayudase con una luz que parpadeaba o que se quédase hasta más tarde para terminar de arreglar el pomo de alguna puerta él lo hacía sin rechistar. En el fondo Carlos sabía que la había cagado que había hecho las cosas mal y que era justo que pagase por ello. Fue en esa parte en la que reconocí al viejo Carlos. Cuando metía la pata o se confundía en algo siempre reconocía lo que había hecho y aceptaba sin quejas las consecuencias de lo que hiciese.
No sabía que era exactamente lo que había dicho pero los ojos de Dave se iluminaron de repente.

—Julia, tu podrías averiguar que coño es lo que tiene Carlos en la cabeza, si es que aún le queda algo.— Dijo mirándome fijamente. Esa idea pareció encantarle a las otras tres chicas de la mesa pues también me miraron esperando mi respuesta.

—A mi no va a contarme nada Dave, hace tres años que no le veo y no sé absolutamente nada de él.— dije adelantándome a que aquello no iba a ser una buena idea.

—Por eso Julia, tú no llevas tanto tiempo como nosotros dándole la brasa intentando que reconduzca su vida.— Parecía que Dave no iba a irse a casa esa noche con una negativa por mi parte.

—Intentaré sonsacarle algo, pero ya os aviso de que estáis confiando en la persona equivocada.— dije totalmente resignada.

—Yo creo que si alguien puede sacarle algo, en estos momentos, eres tú.— Dijo Sabela que no había dicho nada respecto al tema aún terminándose su cerveza. Perfecto, ahora no solo tenía que lidiar con la estupida ironía de Carlos sino que también tenía que sonsacarle información. Esto es de locos.

Al día siguiente, como siempre, llegué poco antes de las tres al centro pero esta vez Carlos no estaba echándose su típico cigarro. Miré a mi alrededor por si le veía aparecer y allí estaba, saliendo de un  deportivo negro con una chulería que empezaba a caracterizarle. Me quedé embobada viendo el coche de Carlos y es que me resultaba bastante familiar.

—Si quieres algún día puedo darte una vuelta, jefa— Dijo mirándome por encima de sus enormes gafas de sol.

—Cuando quiera suicidarme, te llamo, no te preocupes.— dije pasando de largo entrando en el centro de una vez por todas. Como siempre desde que había empezado a trabajar allí Carlos entró en el baño del centro y salió con un mono azul de trabajo dispuesto a pasar el resto de la tarde pintando las paredes de la habitación. No sabía cómo iba a sonsacarle información, ni siquiera si iba a querer contarme algo de su vida. Aparté ese pensamiento de mi mente en el mismo momento en el que sentí las pequeñas manos de hugo tocando mis piernas, exigiendo que le cogiese en brazos. En ese centro, hasta ahora, solo trabajabamos seis personas, Elisa, la recepcionista, tres pedagogos que alternaban sus turnos conmigo, Carlos, el chicoparatodo y yo. Ese día uno de los pedagogos se había puesto malo y me había tocado hacer el último turno. Nunca me había molestado hacer el último turno, es más, lo hacía muy amenudo ya que la madre del pequeño Hugo trabajaba hasta última hora de la noche.

Limbo de cristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora