Capítulo 19

1.7K 51 12
                                    

Desperté a Dave que parecía totalmente aturdido.

—¿Julia?— dijo desorientado.—Vaya, parece que me he quedado dormido.—dijo rascándose la nuca. Solté una pequeña carcajada ante su comentario.

—Carlos se ha tenido que ir, creo que le ha llamado alguno se sus ligues.— No me resultó muy difícil mentir pues era una situación que ya había vivido antes.—Yo me voy a ir, estoy algo cansada.— Me miró fijamente a los ojos tratando de averiguar si lo que estaba diciendo era cierto e instintivamente aparté la mirada de sus ojos. Estaba demasiado cansado y somnoliento como para ponerse a discutir conmigo y decidió dejarlo pasar.

—Vale, avísame cuando llegues a casa.— dijo para después darse la vuelta y seguir durmiendo.

Salí de la casa de Dave busqué el coche de Carlos entre la oscuridad de la noche. No voy a mentir, todo el trayecto que hizo el ascensor para bajar del piso de Dave a la planta baja me pareció eterno. Me hizo plantearme si lo que estaba a punto de hacer estaba bien o era una más de mis cagadas. Avisté el coche negro de Carlos a lo lejos, con las luces encendidas y me acerqué a él. Si subía a ese coche ya no habría vuelta atrás. Suspiré. Abrí la puerta del coche y me metí en él sin pensármelo dos veces.

—Pensaba que te había dado demasiado tiempo y te habías arrepentido.— dijo mirándome mientras ponía el coche en marcha. No estaba muy segura de lo que estaba haciendo pero sabía con certeza que era eso lo que quería. Quería sentir los brazos de Carlos rodeándome, sus manos explorando mi cuerpo, sus labios besandome. Sí. Era eso lo que quería.— Si sigues mirándome así no llegamos a mi casa.—  No sabía cuanto tiempo llevaba mirándole pero no podía dejar de hacerlo. Aún me parecía increible que un chico como Carlos se hubiera fijado en una chica como yo. No me estaba subestimando, pues para mí, era una chica con mucha valía, pero era cierto que no era una chica con un cuerpo despampanante, una actitud inquebrantable y una cara que asombre. Simplemente era yo. Y me asombraba que esa simpleza hubiese impactado en Carlos.

Llegamos a su casa y Carlos abrió la puerta. Yo caminaba detras de él. Nunca había estado en su casa. Era una casa pequeña pero confortable. Tenía las paredes pintadas de un color marfil y el suelo era de madera gris. Los muebles del salón eran de un tono blanco oscuro. Nunca imaginé que la casa de Carlos fuese asi, tan.... moderna. Avancé un poco al salón y vi como tenía unas grandes cristaleras que daban a una pequeña terraza que estaba amueblada con un par de sillas y una pequeña mesa de café. Eran increíbles las vistas de Madrid que había desde ese lugar. Ahora comprendía por qué Carlos estaba tan enamorado de su apartamento por pequeño que fuera.

Unas manos en mi cintura me distrajeron de mis pensamientos y me di la vuelta para encontrame con los labios de Carlos, con intenciones de acabar lo que habían empezado en el baño de Dave. Una de sus manos se coló entre mi pelo enredándose en él y la otra recorría mi espalda dejando pequeños escalofríos allí por donde pasaban. Con mis manos rodeé su espalda acercándolo más a mí. Sus besos eran cada vez más intesos, más avasalladores. No había rincón en mi boca que Carlos no hubiera probado y yo había hecho lo mismo con la suya. En un movimiento ágil y rapido Carlos alzó mis piernas enganchándolas a sus caderas. Posó sus manos sobre mi culo y lo manoseó a su gusto. Aparté mis labios de los suyos y bajé lentamente por su cuello dejando un rastro de besos y pequeños mordiscos. Mis caderas se movían, haciendo fricción con las caderas de Carlos notando cuán exitado estaba.

—Joder Julia...— Jadeó transportándome aún encima suyo hasta su habitación. Me posó sobre la cama y se inclinó encima de mí para seguir besándome con ímpetu. Mis manos agarraron los bordes de su camiseta y la deslicé por su musculado cuerpo dejándolo desnudo de cintura para arriba. Su cuerpo era perfecto y entendía exactamente que era lo que las mujeres veían en Carlos, yo misma lo había hecho. Sus manos se colaron debajo de mi camiseta para  después quitármela y tirarla al suelo de su habitación. Me inclinó un poco para poder poner sus manos en mi espalda y desbrochar en un movimiento ágil el broche de mi sujetador. Deslizó los tirantes por mis hombros y tiró de nuevo esa parte de mi ropa por el suelo. Se separó de mi cuerpo para contemplar mi media desnudez y yo no pude evitar llevarme las manos a mi cuerpo, cubriéndolo.— Vamos Julia, eres preciosa, no te escondas.— dijo apartando mis manos de mis pechos y besando uno de ellos. Se coló entre mis piernas, inclinado, besando mi vientre. Subió sus labios hasta mis pecho y cogiendo uno entre sus manos atrapó uno de mis pezones entre sus labios. De mi boca salió un gemido que inundó el silencio de la habitación. Agarré del pelo a Carlos y tiré de él, pidiéndole, exigiéndole más. Carlos hizo lo mismo con mi otro pecho y yo no podía hacer más que retorzerme y sentir que iba a explotar en cualquier momento. Alzó su cara para mirarme pero yo estaba totalmente ida, me había perdido en sus caricias. Volvió a besarme con las ganas que lo había hecho antes pero esta vez notaba la calidez de su pecho contra el mío, moviéndose, tratando de llevar oxígeno a sus pulmones en un movimiento rápido y contínuo. Sus manos que habían vuelto a mi pelo se deslizaron por mi vientre hasta llegar al cierre de mi pantalón. Desabrochó el botón de mi pantalón con suma lentitud haciéndome desesperar, bajó la cremallera y tiró de ellos hacía abajo liberándome casi por completo de toda mi ropa. Volvió a subir hasta mi boca mordiéndome el labio inferior. Un calor abrasador inundaba mi cuerpo, sentía que iba a explotar en mil pedazos en cualquier momento. Ese calor iba a quemarme y yo quería quemarme con él. Una mano tanteó sobre la tela de mis bragas y metió una mano dentro de ellas para acariciar con sumo cuidado mi intimidad. La acarició en circulos al principio y siguió haciéndolo cuando uno de sus dedos se coló en mi interior. Solté un gemido sobre su boca que seguía besándome y él se apartó para mirarme a los ojos, en busca de mi aprobación. Cogí su cara entre mis manos y en un movimiento me puse a horcahadas sobre él, a lo que él respondió metiendo otro dedo en mi interior. Empezó a mover su mano, metiendo y sacando los dedos con una rapidez vertiginosa. Mis manos arañaban su cuerpo probablemente dejando marca. Sus dedos entraban y salían de mí, provocando mis gemidos continuos que solo eran acallados por la boca de Carlos, besándome. Sentía que ya no podía más, todos los músculos de mi cuerpo se tensaron para relajarse después dejándose llevar por un intenso orgasmo. Carlos sacó su mano de mi interior y desabrochó sus pantalones dejándose solo los calzoncillos. Mis manos bajaron hasta el borde de sus calzoncillos y una de mis manos se coló dentro de ellos. Carlos jadeaba y sentía como su miembro se endurecía cada vez más bajo mis manos. Le quité los calzoncillos y los tiré junto con el resto de nuestra ropa.  Agarré su creciente masculinidad entre mis manos y empecé a mover mi mano de arriba abajo sin parar. Carlos echó la cabeza hacia atrás perdido en el placer.— Más rapido.— exigió. Y así lo hice, mis movimientos se aceleraron cada vez más.—Joder Julia...— provocar esa sensación en Carlos y saberme consciente de que todo eso lo había provocado yo, me excitaba, me hacía sentir poderosa. Sus manos apartaron las mías. Me agarró de la cintura y me hizo girar para acabar encima de mí con una de mis piernas a cada lado.—Ahora no te me escapas.—fue lo único que dijo antes de coger un condón y ponérselo. Me mordí el labio inferior. Estaba apunto de hacerlo con Carlos. Tras meses en absoluta sequía iba a hacerlo y no con cualquier hombre, si no con el mismo que hacía que con solo una mirada mundo se pusiera patas arriba. Mis caderas se levantaron y se friccionaron contra las suyas sin hacer nada más que eso, rozarse.—Vas a volverme completamente loco Julia Medina.— Y en ese momento me embistió, con una fuerza que dejaba ver todo lo que nos habíamos reprimido hasta ahora. El movimiento de las caderas de Carlos era lento, haciendo que mis caderas se movieran en busca de más. En aquella habitación no se oía nada más allá de mis gemidos que eran cada vez más intensos y los continuos choques de nuestras caderas. Carlos entraba en mí, con fuerza, con decisión. Podía ver en su cara el placer mientras me besaba. De la boca de Carlos salían sonidos roncos. Mi cuerpo me abandonó prestandose al orgasmo, haciendo que mis uñas se clavaran aún más sobre la espalda de Carlos. Él aceleró el movimiento de sus caderas cada vez más rápidos, cada vez más intensos hasta que el también se abandonó al orgasmo, cayendo rendido sobre mi pecho, aún enganchados.

Estabamos tumbados en la cama, aún desnudos, tratando de asimilar todo lo que había pasado y trantando de controlar también nuestras agitadas respiraciones. Me miraba fijamente a los ojos, escrutando mi cara, fijándose en cada imperfección. Una de mis manos estaba acariciando su rostro suavemente. Era jodidamente perfecto.

Me levanté de la cama y empecé a recolectar toda mi ropa que había tirada por la habitación.

—¿Que se supone que haces?— dijo Carlos incorporándose en la cama.

—Cojo mi ropa para irme a casa.— dije tímida y avergonzada de mi desnudez. Sí, habíamos follado. Sí, había sido uno de los mejores polvos de mi vida. Sí, me moría de ganas por entrelazar mis manos sobre el pecho de Carlos y quedarme allí dormida. Todo eso era cierto. Pero yo no sabía lo que pasaba por la cabeza de Carlos, era él el que se llevaba ligues a casa constantemente. Alguna vez me había referido lo engorroso que le resultaba librarse de ellas a la mañana siguiente. ¿Quién me decía que yo no era uno más de sus ligues? No quería que la situación se volviese incómoda. Ni obligar a Carlos a dormir conmigo y sufrir a la mañana siguiente un incómodo desayuno.

—Tú no vas a ningún lado.—dijo cogiéndome de un brazo y atrayendome hacia él dejando caer toda mi ropa al suelo. Me tumbé a su lado en la cama posando mis manos sobre su pecho.— ¿Es que acaso te arrepientes?— dijo el levantando mi cara obligándome a mirarle a los ojos. Negué con la cabeza. ¿Como podía arrepentirme de algo que era tan increíble, que me hacía sentir tan bien?— Bien, porque yo tampoco me arrepiento.— dijo estrujándome bajo sus brazos.

Esa noche dormí más agusto que ninguna noche antes desde que llegué de Londres. Carlos había acariciado mi espalda con sutileza hasta quedar dormida sobre su pecho. Unos tenues rayos de sol se colaron entre las rendijas de la persiana apuntando directamente a mi cara. Me revolví en la cama y me di cuenta de que aún estaba completamente desnuda. Me giré y vi a Carlos aún dormido. Tenía la boca entreabierta y unos mechones de pelo caían posándose sobre su frente. Me di cuenta de que podría pasarme horas mirándolo. Alcé una una mano y la pasé suavemente sobre sus mejillas, su barba recortada hacía cosquillas en las yemas de mis dedos. Noté como un escalofrío recorría su cuerpo ante mi contacto y abrió los ojos lentamente.

—¿No puedes estarte quieta?— dijo atrayéndome hacía él con una sola mano. Negué con la cabeza mientras él dejaba un suave beso en mi frente.

—¿Sabes lo guapo que eres mientras duermes?— dije volviendo a acariciar su mejilla con mis manos.

—¿Y tú sabes lo mucho que te mueves mientras duermes? Me has dado una patada en las costillas, si no te gustó lo de anoche había otras maneras de decírmelo.— dijo riéndose. Me sonrojé sin poder evitarlo. Aún no había asimilado lo que había pasado esa noche.

—Ha sido sin querer... yo no...— En ese momento sus labios me abordaron sin dame tiempo a responder. Sus manos se traladaron a mi cintura y tiró de ella levemente para acabar encima de él.

—Piensas demasiado Juls.— dijo acariciando mi espalda con sus manos una y otra vez. En ese momento me di cuenta de que no había pensado en todo lo que suponía lo que había pasado esa noche. A mi mente vinieron Javi y Dave, no sabía como se lo iban a tomar ninguno de los dos. No quería causar ningún problema entre Carlos y Javi, ellos habían sido siempre grandes amigos y me constaba que Carlos había sido un gran apoyo para Javi cuando me fui a Londres.

—Carlos, creo que es mejor que no le digamos nada a nadie de lo que ha pasado.— Carlos paró sus caricias y me miró fijamente a los ojos. No había frustración en ellos, solo asombro.

—¿Estás arrepintiéndote?— dijo totalmente serio.

—No. Es sólo que no sé como voy a contarle todo esto a Dave...y Javi...— Carlos comenzó a besarme el cuello, subiendo sus manos a mi pelo, enredándose con el.—Carlos, estoy intentando pensar en como afrontar esto...— sus labios se posaron contra los míos abriéndose paso con la lengua, impetuosa, firme.

—Y yo estoy intentando que te relajes.— dijo apartándose de mis labios para volver a ellos de nuevo besándome con pasión.

Estaba perdida, estaba absolutamente perdida. Me había perdido en sus ojos, en sus labios, en sus caricias, en sus jodidamente perfectas manos. Sí. Estaba perdida, y por primera vez no me importaba estarlo.

Ya estáaaaaa aquí. Tenía que pasar y ha pasado. No será nada fácil para ellos sobrellevar lo que ha pasado, y los sentimientos no ayudarán.❤

Limbo de cristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora