Capítulo 14

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Cuando entramos en casa de Damion nos dimos cuenta de que probablemente eramos las últimas en llegar pues el sitio estaba abarrotado. Damion vivía en una casa no muy grande a las afueras de la ciudad. Vivía con otros tres compañeros de piso y por lo que me habían contado sus fiestas eran épicas. Damion no tenía vecinos y podía poner la música todo lo alto que quisiera. La verdad es que se lo había montado muy bien. Nada más entrar reconocí la cara de Dave que se acercó a nosotras con un paso firme y rápido.

-Pensaba que ya no vendríais.- dijo dándonos un beso a cada una.- Venid.- dijo agarrando del brazo a María y guiándola entre la gente.El resto les seguimos por detrás.- Pablo ha preguntado por ti, no sabía que decirle.-  comenzó explicándole Dave. Por fin llegamos al salón. Estaba lleno de gente pero al final de este en una esquina había un hueco en el que nos instalamos. María se abalanzó a los brazos de un chico que supuse que era Pablo cuando le vi besarle en los labios. Se giró y nos miró a todos.

-Julia.- dijo María agarrándome de la mano.- este es Pablo. El susodicho se agachó y me dio dos besos que yo correspondí al instante. Durante los próximos minutos Pablo estuvo presentándonos a algunos de sus amigos. No podía parar de observar a Pablo, era totalmente opuesto a María y aún así habían conseguido enamorarse. La situación me parecía increíble. Estuvimos allí un buen rato bailando. Yo no suelo llevar tacones a no ser de que la situación lo requiera, como una boda o una primera cita, asi que los pies me estaban matando y sentía que no iba a aguantar más con ellos puestos. Una de las amigas de Pablo me vio y se acercó a mi.

-Eres nueva con esto de los tacones ¿Eh?- la miré sorprendida pues no sabía como había adivinado que era lo que me pasaba.- cada vez que alternas el peso de tu cuerpo de una pierna a otra puedo ver en tu cara ese gesto de dolor.- dijo señalando fijamente mi cara. Vaya, se me había olvidado que era una chica tan transparente.- ¿Qué pie calzas?- dijo mirándome fijamente los pies.

-Una 37 pero estos zapatos parecen quedarme demasiado estrechos.- dije mirándome los pies yo también.

-Ven, tengo unos zapatos más cómodos en el coche que te vendrán mejor. Son una 38 pero supongo que unos zapatos más anchos no te vendrán nada mal.- dijo sonriendo y agarrándome una mano salimos de aquella habitación. Salimos de la casa y la chica misteriosa que iba a salvarme la vida abrió un coche gris que estaba aparcado en la acera de enfrente. Buscó en el maletero y de una cajita de cartón sacó unos zapatos que tenían mucho menos tacón que los míos.

-Me llamo Laura por cierto.- dijo mientras me tendía sus zapatos.

-Yo soy Julia, y acabas de salvarme la vida, de verdad.- dije cogiendo sus zapatos y sentándome al borde de la acera para descalzarme.

-Y dime Julia, ¿De que conoces a María?- aquella chica parecía ir directa al grano, sin preámbulos ni medias tintas.

-Fuimos juntas al colegio.- ella abrió exageradamente los ojos de repente como si lo que acababa de decir la pillase de sorpresa por completo.

-Supongo que también irías con Dave y los demás, ¿No es cierto?- aquella situación estaba empezando a resultarme realmente incómoda parecía que la muchacha estaba haciéndome un interrogatorio. Laura pareció notar en mi cara que la situación no estaba gustándome del todo y cambió el tono de voz al instante.- Te quedan estupendos.- dijo juntando sus manos frente a su pecho mirando de nuevo mis pies ya calzados.

-Gracias, de verdad.- dije levantándome.

-No es nada Julia, los amigos de mis amigos son mis amigos.- y dicho esto se giró y se dirigió dentro de la casa de nuevo.

Antes de volver con el resto me pasé primero por la cocina. Sé que había prometido que esa noche no bebería pero una cerveza no podía hacerle mal a nadie, ¿No?

Limbo de cristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora