Capítulo 41

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*Narrador en tercera persona*

Ni Julia ni Carlos podían creerse aún que estaban en casa de los padres de él, cenando. Carlos mantenía la mirada clavada en Julia que conversaba animadamente con su madre. Isabel no paraba de hacerle preguntas y de elogiarla, ya fuera por su belleza o por su astucia y audacia. Julia parecía encantada hablando con Isabel, eran las dos unas mujeres muy pasionales y pacientes. Carlos admiraba la escena absolutamente maravillado. Ver a su madre y a su novia compartiendo cena y riendo era lo máximo a lo que aspiraba Carlos en su vida.

—Estaba todo buenísimo, muchas gracias Isabel.—Dijo Julia llevándose las manos a la tripa. Verdaderamente la madre de Carlos era toda una cocinera, estaba segura de que jamás había probado unas corquetas tan buenas como las que había hecho la madre de Carlos.

—No es nada, podéis venir a cenar o comer siempre que queráis.—Dijo Isabel con una enorme sonrisa en la cara.— Algún día podrían venir tus padres.—A Julia le sorprendió que Isabel mencionara a sus padres, ni siquiera sabía que ella y sus progenitores tuvieran el más mínimo contacto. Julia asintió con la cabeza y miró a Carlos que se había levantado a fregar los platos.

—Bueno, pues ahora sí, creo que ya va siendo hora de que me vaya.—Dijo Julia levantándose de su asiento y ayudando a Isabel a recoger los platos.

—Sí, será mejor que os vayáis antes de que se os haga tarde.—Dijo Isabel mirando a su hijo.

—Yo me quedo mamá.—Respondió Carlos sin darse la vuelta.

—De eso ni hablar, tu te vas con Julia que es con quien tienes que estar.—Dijo Isabel cruzándose de brazos.

—Lo llevas claro si piensas que voy a irme y dejarte sola.—Dijo Carlos girándose hasta quedar de frente con su madre.

—Por el amor de dios Carlos, ¿Qué vas a hacer, quedarte aquí toda la vida hasta que vuelva?—Dijo su madre desesperada. Julia miraba la escena desde un tercer plano, apartada, alternando su mirada entre Carlos e Isabel como si de un partido de tenis se tratara.

—Sí, es exactamente lo que voy a hacer.—Dijo rotundo Carlos.

—Es estúpido, hijo, no va a volver, y si lo hace, me las arreglaré.—Intento tranquilizarle ella.

—No. Ya ha vuelto mamá, ha entrado en esta casa, con sus propias llaves, como si nunca se hubiera ido. ¿A caso no te das cuenta mamá? Solo quiere nuestro dinero, nada más.—Dijo Carlos. Aquellas palabras hicieron que Isabel agachara la cabeza. Sabía que su hijo tenía razón y aunque ya habían pasado más de tres años aquel hombre seguía siendo el amor de su vida, y eso pesaba.

—Hijo, puede que no haya sido la mejor madre del mundo, te juro que lo he intentado pero te fallé durante un tiempo, cuando más me necesitabas fuiste tú el que estuvo para mí, sacando una valentía que no te correspondía, pero ahora las cosas han cambiado, ahora yo soy la que tiene que ser valiente, no tú, hijo.—Las palabras de Isabel emocionaron a Julia que sentía como un pedacito de su corazón se resquebrajaba. Carlos se acercó a Isabel y la rodeó con sus brazos.

—Solo nos quedaremos esta noche, lo prometo.—Dijo Carlos. Aquello ruborizó a Julia que de repente había pasado a formar parte del plan de Carlos. La madre de Carlos desapareció en escena y fue Carlos el que se acercó a Julia que se encontraba apoyada sobre la pared de la cocina.—¿Prefieres que te lleve a casa?—Preguntó el chico que no quería obligarla a nada. Julia negó con la cabeza, ella quería estar donde estuviera él, siempre. Julia se levantó y rodeó a su chico entre sus brazos. Había sido tanta la tensión que habían acumulado en tan poco tiempo, no hacía ni doce horas que ambos estaban en la playa de la isla griega. Carlos apretó los brazos alrededor de Julia, con demasiada fuerza quizás, como si aún no estuviera seguro de que Julia no fuera un sueño y de que no iba a desvanecerse de un momento para otro.—Te quiero.—Dijo el chico. Julia había descubierto que Carlos había convertido la frase "te quiero" en una muestra de agradecimiento y errepentimiento por todas las cosas que hacía mal. Le encantaba ese matiz nuevo que había tomado aquella frase, la había hecho suya, la habían hecho suya. Julia se alzó y rozó suavemente los labios de Carlos.

Limbo de cristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora