Capítulo 6

970 47 4
                                    

Esa misma noche trantando de dormir en mi cama y tras dar unas doscientas vueltas enredando cada vez más mis sabanas, no podía dejar de darle vueltas al asunto una y otra vez.
Una vez que el abogado de Carlos se hubo ido se estableció un incómodo silencio entre ambos. Yo fingía que estaba tranquilizando al pequeño Hugo cuando realmente estaba profundamente dormido en mis brazos, aun así notaba la mirada de Carlos clavaba en mi cuerpo, examinándome, esperando a que le acribillase a preguntas.

—¿No piensas explicarme cómo has acabado aquí?— Pregunté por fin en el tono más bajo que pude tratando de no despertar al pequeño que dormitaba en mis brazos. Carlos, por primera vez desde que nos habíamos quedado solos apartó la vista de mi cuerpo para dejarla perdida entre los archivos del despacho.

—¿Mi abogado lo ha dejado bastante claro, no crees? — Dijo él en un tono totalmente sosegado.

—Carlos, estás aquí por meterte en una pelea con alguien a saber porqué razón, y da la casualidad que voy a ser yo la que tenga que supervisarte mientras cumplas condena.—

—Tu misma lo has dicho— Se levantó del asiento y avanzó hacía mí en un simple gesto.— No voy a darte problemas Julia, sólo quiero cumplir con las horas de trabajos sociales y cumplir condena.— Parecía sincero en sus palabras pero a estas alturas yo ya no sabía ni que creer.— Dime a que hora tendré que venir y que es lo que tengo que hacer y acabemos con esto.— ¿Es qué no pretendía darme ni una sola explicación? Por el amor de dios, había pegado a alguien, ¿Habría provocado él la pelea? ¿Le habría pegado el novio de alguno de sus ligues? Suspiré frustrada pues sabía que por lo menos esa tarde no iba a obtener ningún tipo de respuesta por su parte. Salí del despacho haciéndole a Carlos un gesto para que me siguiese. Carlos me siguió de cerca y me miró intrigado cuando abrí la puerta de la habitación contigua a la del despacho.

— Hace un par de meses una de las tuberías se estropeó e inundó una de las salas de juegos del centro. Solo disponemos de otras dos salas y cuando acuden muchos niños nos resulta imposible hacernos cargo de todos en solo dos salas.— La habitación a la que habiamos entrado tenía serias manchas de humedad además de tener el parqué del suelo totalmente levantado.— Es necesario pintar las paredes de nuevo y cambiar prácticamente todo el suelo. Ibamos a contratar a alguien para que se encargase de ello pero creo que no tendrás ningún problema en hacerlo tú, ¿verdad?

—¿Qué pasa Julia? ¿No crees que pueda hacerme cargo de ninguno de los niños y por eso me mantienes lo más alejado posible de ellos metiéndome aquí, en la habitación del terror?— Las palabras de Carlos desbordaban ironía, la situación le hacía gracia. Le miré seria y vi que estaba mirando a Hugo fijamente mientras levantaba su brazo izquierdo para acariciarle la cabeza. No pude evitarlo e instintivamente aparté al pequeño del alcancé de Carlos. Estaba segura de que no le haría daño al niño pero con Carlos ya no podía llevarme más sorpresas.— Por dios Julia, no voy a hacerle nada al crío.— dijo separándose de mi y mirando de nuevo a Hugo. Alzó su mirada y vio que no estaba dispuesta a bromear con el asunto. Esos niños habían sido mi vida desde que entré a trabajar allí con mis padres y no estaba dispuesta a dejar que Carlos pusiese patas arriba la única parte de mi vida de la cuál estaba completamente segura.— Está bien, trabajaré aquí y saldré lo minimo posible para no espantar a los críos.— De nuevo esa ironía que me ponía tan nerviosa.

— La pintura y la madera del suelo corre a cargo de mi padre, él se encargará de suministrarte todo lo que necesites para la reparación.— Carlos abrió sus ojos de repente y por primera vez borró esa sonrisa estúpida de su cara.

—¿Tu padre?— Vaya, ahí estaba el punto débil de Carlos. Mi padre conocía perfectamente a Carlos, había estado en mi casa miles de veces, y en ese centro otras tantas conmigo. Vi en sus ojos que tenía absoluto terror de que mi padre supiese que estaba trabajando allí y no por el hecho de tabajar sino por lo que le había hecho llegar allí.

—¿Tienes miedo Carlos?— Pregunté alzando una ceja mirándole suspirar.

—No, es solo que no esperaba encontrarme con tu padre aquí.— Ver a Carlos nervioso era algo que no había experimentado hasta ahora y la verdad que la situación me estaba resultado sorprendentemente placentera. En ese momento Elisa se asomó por la puerta en la que estaba supervisando a los pequeños y se dirigió a mi:

—Julia, uno de los niños está preguntando si puede abrir una de las cajas de ceras que hay en la mesa.— Se me había olvidado por completo que Elisa era una simple recepcionista y que no tenía ningún tipo de experiencia con niños y mucho menos con niños que necesitaban atención las veinticuatro horas del día.

—Sí, en seguida voy.— dije mirándola a ella antes de girarme y quedarme frente a Carlos.— Nos vemos mañana a las tres de la tarde.— vi como Carlos ponía cara de desgana lo que hizo resarcirme aún más en mi decisión.— Trataré de tener lista la pintura a primera hora de la mañana y así no tendrás que cruzarte con mi padre.— No sabía porqué pero me estaba apiadando de Carlos y no quería hacerle pasar bochorno delante de mi padre. O tal vez no quería decepcionar a mi padre y que viese en lo que se había convertido Carlos. Fuera como fuese nos libré a los tres de ese incómodo momento.

A la mañana siguente fui a la universidad como todas las mañanas pero ese día tenía especial interés en salir e ir al centro social. Había hablado con mi padre y le había contado que había decidido contratar a alguien para que pintase y cambiase el suelo de la habitación de juegos. Mi padre a penas cuestionó mi decisión, sabía de la necesidad que teníamos de aquella habitación y confiaba en mí sabiendo que aquél sitio era tremendamente importante para mi y que nunca hubiera tomado aquella decisión a la ligera. Mi padre era un hombre serio y sosegado, era hija única y por lo tanto el ojito derecho de mi padre. Él fue el primero que aceptó mi decisión cuando, evitando comentar los motivos reales por los que me quería ir, decidí terminar mis estudios en Londres. Nunca habíamos pasado apuros económicos asi que cuando se lo pedí se encargó expresamente de que acudiese a la mejor universidad y me codease con la mejor gente. Al volver, mi padre fue plenamente consciente de mi necesidad de soledad, de cuán necesario era eso para mí para poder pensar y tomar las mejores decisiones, así, mi padre me alquiló un pequeño apartamento. Lo único que le pedí como imprescindibles era que estuviera tan cerca de la universidad como del centro social. Y así lo hizo. Cuando llegué al centro no eran ni las tres de la tarde todavía pero allí estaba Carlos, apoyado en una de las columnas fumándose un cigarro absorto en sus pensamientos, tranquilo. Si se creía que por ir allí y tener la "suerte" de que yo fuese su supervisora iba a tener las cosas más fáciles lo tenía claro.

—¿Listo para trabajar?— Dije tirando el cigarro que acababa de encenderse y apagándolo con la suela de mi zapato. Alzó la vista mirándome y sonrió.

—Si, señora.— Dijo poniéndose firme como una vela. Dios, odiaba tantísimo las ironías de Carlos y esa sonrisa tan estúpida que se le ponía en la cara... los próximos meses se me iban a hacer eternos.

¿Creéis que Carlos cumplirá la condena o se las ingeniará para salirse con la suya?❤

Limbo de cristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora