Capítulo 24

1.2K 50 23
                                    

*Carlos*

No podía creer nada de lo que estaba viendo. No sabía cuanto tiempo llevaba allí parado, mirando a mi padre. En algún momento Julia había cogido las llaves de mi apartamento y dándome un pequeño apretón en la mano y sin hacer preguntas se metió en casa. Al ver que yo no me acercaba a él mi padre se acercó a mí para quedar uno frente al otro.

—Es muy guapa, ¿Es tu novia?— dijo él señalando a la puerta. Tenía en la cara esa sonrisa pícara que reconocí en mí al instante. Nunca hasta ese momento me había parecido una risa tan estúpida

—¿Qué quieres?— dije después de haber tragado saliva varias veces.

—¿No puedo vebir a visitar a mi hijo?— dijo posando una manos sobre mi hombro.

—Hace más de tres años que no sé nada de ti, ni tengo intenciones.— dije apartando su mano de mi hombro.

— Vamos Carlos...soy tu padre.— De repente la palabra padre había perdido todo el significado para mí.

—¿No habrás ido a ver a mamá, verdad?— dijo encarándolo.

—No. Estoy en un hotel en el centro.— Por un momento suspiré aliviado.

—¿Quieres dinero?, ¿Es eso?—

—Por el amor de dios Carlos, he venido a verte.— dijo acercándose a mí volviendo a poner sus asquerosas manos sobre mi hombro.

—Yo no quiero verte, no quiero saber nada de ti, yo no tengo padre, murió hace tres años.—digo adelantándome a él y llegando a la puerta de mi casa que seguía abierta.

—Carlos.— dijo con voz tranquila haciendo que me girara.— Cuídala, parece buena niña.— Y dicho esto se metió en el ascensor y desapareció de mi vista. ¿Cómo cojones tenía el valor de decirme como tenía que cuidar de una mujer? Por un instante sopesé la idea de bajar las escaleras y partirle la cara hasta que toda la ira que había en mi cuerpo se desvaneciese. Pero entonces pensé en Julia. Ella no sabía nada. No sabía nada de mi pasado. Y así debía seguir siendo.

Una impotencia y una rabia me invadieron de repente. Me sentía impotente sin saber que hacer, ni que pensar ni decir. En mi mente acudieron un aluvión de recuerdos de mi vida, mi infacia, mi puta adolescencia. Aún dolía, dolía mucho.

Entré en casa y estaba todo en absoluto silencio. Dejé las cosas en la cocina y busqué a Julia. Estaba seguro de que estaría llena de preguntas y de dudas. No estaba preparado para responder a todo eso, no ahora. Entré en mi habitación pero ahí tampoco había ni rastro de Julia. Dejé mi chaqueta encima de la cama y me metí en el baño.

Allí estaba ella, metida en mi bañera cubierta hasta arriba de una fina capa de espuma. Me miró, sorprendida al principio y preocupada después. No dijo nada, simplemente me miraba. Deslicé mi camiseta sobre mis hombros y la tiré al suelo del baño junto con el resto de su ropa. Me descalcé y me quité los pantalones. Ella seguía mirándome fijamente, queriendo llegar a lo más profundo de mi ser. Me quité finalmente la última prenda de ropa que llevaba puesta y me acerqué a la bañera. Ella me hizo un hueco entre sus piernas y me metí en la bañera notando como el agua cálida me invadía y posaba mi espada sobre su pecho colando mi cabeza entre su hombro y su cabeza. Estaba preparado para la larga retahíla de preguntas que sabía que estaban rondando su mente pero no dijo nada. No habló. Subió sus manos a mi pelo y se enredaron allí masajeando mi cabeza. Reconfortándome, tranquilizándome. Si alguna vez me preguntasen donde me gustaría estar, o donde me gustaría esconderme, elegiría ese lugar, sin dudas. Elegiría estar entre sus piernas y sus brazos, inundándome de ese increíble olor. Cerré los ojos. No iba a pensar más, no quería pensar más. Las manos de Julia no se detuvieron y de repente su boca se abrió.

Limbo de cristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora