Capítulo 39

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*Narrador en tercera persona*

Según la RAE se denomina teléfono a aquél aparato que emite y recibe comunicaciones a larga distancia y está conectado a una red telefónica.

Pero para Julia y para Carlos el teléfono escondía mucho más. El teléfono podía ser una fuente de mentiras, traición y sufrimiento.

Aquella mañana Julia y Carlos se despertaron juntos, enredados en la cama. Las luz se colaba por las ventanas y la brisa mañanera ondeaba las blancas y suaves cortinas de la habitación. Como separar sus cuerpos no era una opción, habían tenido que abrir la puerta del balcón aquella noche por el calor que se había acumulado dentro de la habitación. Carlos estaba tumbado boca arriba y Julia tenía una pierna enredada alrededor de su cuerpo mientras Carlos posaba una de sus manos en su hombro. La cabeza de Julia se movía al compás del pecho de Carlos que subía y bajaba de forma rítmica, tranquila.

Para la sorpresa de todos Julia fue la primera en despertarse. Alzó la cabeza y miró a su novio dormido plácidamente. No sabía que hora era ni tampoco cuanto habían dormido pero suponía que sería más del mediodía.

Julia se giró con cuidado de no despertar a su chico y cogió el teléfono que había encima de la mesilla de noche. Se levantó sobresaltada por la cantidad de llamadas que tenía. Miró a la cama antes de meterse en el baño para cerciorarse de que su novio no la había oido. Se encerró en el baño y marcó su número de teléfono.

—¿Javi?—Preguntó Julia cuando notó que habían descolgado.

—Julia, te he estado buscando, he ido hasta tu apartamento, pero no estabas.—Explicó Javi.

—Me he ido unos días con....Dave.—Mintió Julia. Sabía que no tenía ningún motivo para mentirle y para ocultarle que se había ido de vacaciones con Carlos.—En realidad...Estoy con Carlos.—Confesó finamente. Estaba harta de mentir, de mentirle a todo el mundo con la única función de complacerles, pero ya era hora de que se complaciera a sí misma, de pensar en ella misma.

—¿Con Carlos?—Javi pareció sorprendido al principio.—¿Lo habéis arreglado?—Preguntó curioso.

—Sí, al parecer fue todo un malentendido.—Explicó Julia que estaba nerviosa por la reacción del chico.

—Ya te lo dije, Carlos no es así.—Dijo Javi tratando de mostrar la mayor naturalidad posible. Julia no recordaba que aquellas hubieran sido las palabras de Javi, pero claro que con todo el alcohol que había ingerido no podía estar segura de nada de esa noche.

—Gracias, gracias por todo, por acogerme en tu casa y por no haber dicho nada, no sé como podré agradecértelo.—Empezó diciendo Julia que se sentía profundamente agradecida por lo que el chico había hecho por ella.—Pero supongo que no me has llamado por eso, ¿Verdad?—Preguntó Julia intrigada. Javi suspiró como si Julia le hubiera recordado algo que él trataba de olvidar.

—No.—Javi hizo una pausa, demasiado larga para la chica que empezaba a impacientarse.—Mi madre....Está en el hospital.—Julia escuchó un llanto ahogado al otro lado del teléfono y a Julia se le cayó el alma a los pies.

—Díos mío, ¿Pero está bien?—Preguntó Julia casi tan disgustada como lo estaba Javi. Escuchó un breve silencio al otro lado y a Javi sorviéndose la nariz. La destrozaba ver a Javi así y no poder nada por arreglarlo.

—Los médicos creen que es un tumor.—Confesó Javi con la voz rota.

—¿Y tú? ¿Como estás?—Suponía que Javi había oido durante estos días muchas preguntas sobre el estado de su madre pero ninguna sobre el suyo propio.

Limbo de cristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora