Capítulo 2

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Me desperté en la cama de mi habitación y miré el reloj de mi mesita de noche, eran las nueve de la mañana del viernes. Traté de reconstruir en mi mente todo lo que había pasado la noche anterior. Había descubierto que por mucho que pasase el tiempo la relación con mis amigos se mantenía igual. Pasamos horas tratando de ponernos al día y sorprendentemente nadie me preguntó por la razón por la cuál decidí dejar mi vida en Madrid para aventurarme de lleno en un nueva vida en Londres, lo cuál agradecí.
Me levanté a duras penas de la cama y me metí corriendo en la ducha, tenía un extraño don para llegar siempre tarde a todos los sitios, pero hoy debía hacer un esfuerzo sobrehumano para ser puntual pues había quedado con Dave en que vendría a buscarme por la mañana para llevarme a la casa de campo de Miki. Insistí en que podría ir yo sola en mi coche o que incluiso podría llevarles a algunos en él, pero fue en vano ya que Dave se había empeñado en que fuesemos en su coche. Salí de la ducha y con mucho esfuerzo traté de domar mi pelo en una sencilla coleta. Hice la maleta tratando solo de meter lo indispensable y cuando creí que había terminado, el timbre de mi casa sonó, probablemente advirtiendome de la puntualidad de Dave con su llegada. Me tomé varios segundos para mi, para reordenar mis ideas, por alguna extraña razón que no logro entender la idea de ir a una casa con todos ellos no me resultaba tentadora. Cuando salí del portal de mi casa vi como Dave estaba esperandome fuera del coche para meter mi maleta en el maletero. Me dio un beso en la mejilla y me abrió la puerta del copiloto.

—¿Que tal has dormido?, conociéndote no habrás pegado ojo.— Dijo arrancando el coche. Me fascinaba la capacidad que tenía, a pesar de haber pasado tanto tiempo, de conocer cada una de mi emociones.
—Dave, hace tres años que apenas se nada de vosotros y ahora mismo me estoy yendo a casa de Miki a celebrar que se casa con una tía que no conozco... es que esto es de locos.—  Dije suspirando llevándome una mano a la cabeza. Por lo que Miki me había explicado la noche pasada él y Elena se conocieron poco después de que yo me fuese de Madrid y enseguida había conseguido integrarse al grupo, por lo que todos la conocian y hablaban maravillas de ella menos yo.
—Julita relájate, somos nosotros, los de siempre, habrán pasado tres años pero ayer ya viste que eso poco importaba, ¿Que es lo que verdaderamente te preocupa?.— Una vez más Dave adelantándose a mis pensamientos.
—¿Estará él?— pregunté más a modo de suspiro que de pregunta. Dave alzó una ceja, al parecer sabía desde el principio que era eso lo que me atemorizaba realmente.
—No, hace dos años que no sabemos nada de él, terminó sus estudios y se puso a trabajar tan pronto como pudo.— No lo voy a negar, me sentí profundamente aliviada, no tener que verle la cara ni tener que recordar de nuevo todo lo que le dije antes de marcharme me hacía sentir mucho más tranquila. —De vez en cuando llama para preguntar por nosotros...— por un momento dudó si seguir hablando o no, pero finalmente lo hizo. — También preguntó por ti al principio pero no sabíamos que decirle y poco a poco dejó de hacerlo.— Mis músculos se tensaron, estaba claro que no iba a preguntar por mi eternamente y mucho menos si no obtienes respuesta. Antes de marcharme le pedí que no me llamase ni que intentase de algún modo comunicarse conmigo. Y así fue, nunca recibí ni una sola llamada suya, ni un mensaje, nada, casi pareciera como si nunca hubiese existido en mi vida, como si él no hubiese sido el motivo por el que me fui. Traté de alejar con ímpetu aquellos recuerdos de mi cabeza que creía olvidados y sobre todo superados. Cuando quise darme cuenta el coche de Dave se había parado frente a un gran edificio blanco y gris que resaltaba a la vista su lujosa apariencia. Miré a Dave pues eso no parecía ser una casa de campo y ni siquiera habíamos salido de Madrid.
—Es la casa de Carlos.— Explicó.
—¿La casa de Carlos?, pero si es uno de los barrios más lujosos de todo el pueblo.— Dije notablemente sorprendida.
—A Carlos le ha ido muy bien, terminó la carrera y junto con varios amigos de la universidad fundó una pequeña empresa. Él se encarga minimamente de ella ya sabes que no puede parar su culo inquieto en un sitio fijo.— No me lo podía creer, la naturaleza y la fortuna del dinero se había apoderado de Carlos por completo, casi llegué a pensar que se había llevado su parte de suerte y la mía también. A lo lejos vi como Carlos con unas oscuras gafas de sol y en chándal se acercaba a nosotros y tras dejar la maleta en el maletero se metió en el coche, justo detrás de Dave.— Eres un cabronazo, te has pasado toda la noche de "fiesta" y ahora no tienes fuerza ni de mantener los ojos abiertos.— dijo Dave en desaprobación. No entendí muy bien a que se refería pues la última vez que vi a Carlos se iba agarrado a la cintura de su novia.
—Cállate Dave, tengamos la fiesta en paz.— Dijo Carlos reajustandose sus gafas de sol mientras sonreía ante el comentario de su amigo. Definitivamente, me había perdido.
—¿Tenemos que recoger a alguien más?— dije rompiendo la burbuja de complicidad que se había creado entre los dos hombres de aquel coche. Me negaba a ser la única que no sabía de que iba el tema, bastante tenía con tener que ponerme al día de lo que había ocurrido en nada más y nada menos que tres años.
—Sí, aún debemos recoger a Marilia y a Noelia.— Genial, por si no fuera poco sentirme excluida con dos personas ¿por que  no unir más y así ser excluida por cuatro personas?. Tras recoger a Marilia y a Noelia el resto del trayecto transcurrió con tranquilidad. Carlos se había dormido nada más subirse la última pasajera y así pasó todo el trayecto hasta que llegamos. Empecé a comprender tras varios chistes de Dave que la fiesta a la que se refería Dave respecto a Carlos y que tan cansado le había dejado era que se había pasado la noche follando. Bendita envidia. La casa de campo de Miki era absolutamente espectacular, se trataba de una sencilla aunque lujosa casa de campo de dos pisos, en medio de la nada. Me encantaban los lugares que se encontraban perdidos de la mano de dios, donde no alcanzaba el tumulto de la civilización, esos lugares realmente me transmitían mucha paz. Nada más poner un pie en tierra inspiré fuertemente dejando que el aroma del monte inundara por completo mis cavidades nasales. Sí, absoluta paz.
Ayudé como pude a Dave a sacar las maletas del coche pero el me apartó al instante.
—Despierta a Carlos del coche anda, y dile de mi parte que si ha venido para estar dormido que podría haberse quedado en su casa.— Notaba cierta inquina contra Carlos y la verdad que no lo entendía, ¿Qué problema tenía Dave con que Carlos se hubiese pasado la noche follando?. Hice caso a Dave y abrí lentamente la puerta trasera del coche donde se encontraba el sujeto.
—Carlos...— Zarandeé suavemente su brazo tratando de despertarlo pero dio media vuelta y siguió plácidamente dormido.—Carlos, despierta...— zarandeé aún más fuerte su brazo y pareció que esta vez si hizo efecto pues se quitó las gafas y me miro con esa penetrable mirada.
—¿Hemos llegado ya?— Dijo mirando a su alrededor tratando de reconocer donde se encontraba.— Vaya, ha sido un viaje rápido— dijo levantandose del coche y poniéndose las gafas de nuevo.
—¿Un viaje rápido? Carlos, hemos parado varias veces por el camino y ni siquiera te has inmutado— Dije entre carcajadas. Él pareció extrañado pero seguidamente comprendió que había pasado todo el trayecto dormido.
—Chicos— Dijo Miki saliendo de la casa. Parecía que el había llegado mucho antes que nosotros.— Sólo faltabais vosotros por llegar. Si no os parece mal, Dave y Carlos pueden dormir arriba en una de las habitaciones y Marilia, Noelia y Julia en la habitación de al lado, la que está pegada a la terraza.— explicó mientras se metía en la casa haciendo un gesto para que le siguiesemos. Aún no había asimilado que Miki iba a casarse, si apenas tenía 23 años. Todavía podía recordar como antes de irme le tenía un miedo irracional a enamorase, nunca pasaba con una mujer más de un fin de semana y aun así, tres años después ahí se encontraba a punto de casarse con una mujer absolutamente preciosa. La vida da muchas vueltas, desde luego. La casa era enorme, tenía grandes cristaleras en las paredes y pintorescos cuadros con colores que se adecuaban perfectamente al color de las paredes. No recordaba que los padres de Miki hubiesen ganado tanto dinero como para haber comprado aquella casa. Pero claro, a mi ya nada me sorprende y poco a poco iba acostumbrándome a los vertigosos cambios de vida de todos mis amigos. Cuando llegue a la habitación que compartía con Marilia y Noelia me dejé caer sobre una de las enormes camas que había. Con Dave y Carlos todo había sido un paseo de rosas, ellos habían hecho que eso fuese así pero con las chicas la situación no iba a ser tan sencilla.
—Asi que has venido para quedarte, ¿No?— Preguntó Noelia clavando sus intimidantes ojos azules en mí. Noelia siempre había sido conocida por su indiscreción pero esta vez lejos de incomodarme su sinceridad certera me alivió, sin preámbulos sin fingir que éramos tres amigas que habían decidido irse juntas de vacaciones.
—Sí, cuando terminé la carrera de magisterio volví a Madrid con intención de hacer un máster.— Estaba tan nerviosa que apenas me di cuenta de que estaba jugando con mis propias manos.
—Está bien Julita, no tienes porqué explicarnos nada.— Se apresuró a decir Marilia posando una mano sobre mi espalda, tranquilizándome.
—Siento no haberos llamado mucho en estos últimos años pero sentía que si no dejaba de lado todo mi pasado y todo lo que me relacionaba con él...— El simple hecho te nombrarlo puso alerta todos mis sentidos.—...nunca podría olvidarle, tal vez no lo entendáis, pero era justo lo que necesitaba.— No dijeron nada, solo asintieron y se sentaron a mi lado. No necesité que dijeran nada, sabía perfectamente que lo entendían o por lo menos que trataban de hacerlo.
Bajamos a cenar para reunirnos finalmente con todos. Sentí una necesidad irrefrenable de sentarme justo entre Dave y Carlos, sabía que Noelia y Marilia no iban a juzgarme pero con Dave y Carlos sentía que no solo no iban a juzgarme sino que harían lo posible por hacerme sentir una más del grupo. Al terminar la cena dicidimos, o más bien, decidieron, que era una grandísima idea salir de fiesta a una discoteca no muy lejos de la casa de campo.
—Chicos, ¿con esto nos servirá?— Dijo Maria descubriendo una caja repleta de bebidas alcohólicas.
Perfecto, alcohol, lo que necesitaba para abrir esta bocaza y arrepentirme al día siguente.

Me encantaría plasmar a la perfección cada sentimiento que en mi mente siente cada personaje. No resulta fácil hacerlo y menos sin desvelar completamente la trama. Espero que esta historia consiga encadilaros como lo hizo conmigo la primera vez que la idea se me vino a la mente.

Limbo de cristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora