Capítulo 9

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Me despertó un dolor de cabeza incesante. Instintivamente me lleve las manos al cabeza e intenté recordar lo que había pasado aquella noche. Nada. En blanco. Me incorporé en la cama y suspiré aliviada de reconocer aquel sitio como mi habitación. No sabía muy bien como había llegado hasta allí ni tampoco porque la ropa que llevaba anoche estaba desperdigada por toda la habitación y yo estaba durmiendo en bragas. Oí ruidos que probablemente venían de la cocina y entonces una imagen de mí con Carlos en su coche se me vino a la mente. No. No podía ser, era imposible. Yo a penas estaba consciente ni era tampoco dueña de mi propio cuerpo. Un temor irracional se apoderó de mi y tras ponerme algo encima salí de la habitación para dirigirme a la cocina. Había alguien agachado rebuscando algo en el último cajon de armario.

—¿Dave?— dije asustando al pobre muchacho que se encontraba sacando un exprimidor del cajón.

—Vaya, por fin te has despertado, ¿Quieres zumo?—

—¿Dave, que coño haces en mi casa? ¿Cómo llegaste aquí?—sentía que de un momento a otro mi cabeza iba a estallar en cualquier momento.

—¿No te acuerdas de nada?— negué con la cabeza.— Tampoco es que eso me sorprenda.— No sabía si estaba totalmente preparada para lo que Dave tenía que contarme sobre la noche anterior, pero cuando antes lo dijese antes podría asumir lo que hize y seguir con mi vida con la poca dinigdad que me quede. Asentí dándole paso a que contase todo lo que había pasado.— Carlos y tú desaparecisteis a mitad de la noche, estuvimos un rato buscandoos hasta que recibí una llamada de Carlos. Me dijo que estabas muy borracha y que te había traido a tu apartamento para dormir la mona pero que te habías encerrado en el baño y no querías salir de allí. Cuando llegué a tu apartamento y Carlos me abrió la puerta estabas gritándole a Carlos desde el otro lado de la puerta del baño.— No sabía muy bien si quería saber que era lo que le estaba gritándole a Carlos, pero aun así, pregunté.

—¿Y qué era lo que le estaba diciendo?—

—A penas se te entendía pero balbuceabas algo así como que no necesitabas que nadie te rescatase y que te valias por ti sola. No saliste del baño hasta que Carlos se fue. Tenía miedo de que se te ocurriese hacer alguna insensatez asi que me quedé contigo a dormir. Cuando entré en tu cuarto te habías quitado toda la ropa y te habías metido en la cama en ropa interior.— No me lo podía creer. Empecé a sonrojarme de toda la vergüenza que estaba pasando en ese momento. Tendría que pedirle disculpas a Carlos y ver de nuevo esa sonrisa de machito estúpido que cree tener siempre la razón.— fue raro veros a los dos.— soltó de repente Dave.

—¿Por qué?— pregunté dando un sorbo al zumo que mi compañero me había preparado.

—Carlos parecía realmente preocupado por ti, si se hubiese tratado de otra tía probablemente la habría dejado en la puerta de su casa y se habría ido.—

—Gracias Dave, estás haciendo que me sienta incluso peor.— Dave se encogió de hombros mientras seguía cocinando el desayuno.

—Por cierto, antes de irse me dijo que te recordase que no se te olvidara que hoy ibais a cenar, que te recogía a las nueve.— Mierda, se me había olvidado por completo la estúpida cena con Carlos, la verdad que no tenía ninguna gana de ir a cenar con él, y mucho menos de vestirme y salir de casa. Dave terminó de preparar el desayuno y desayunamos tranquilamente mientras me contaba anécdotas de la noche anterior. Cuando Dave se había ido llamé a Carlos y le expliqué que tenía un dolor increíble en la cabeza y que no iba a poder salir a cenar con él, pareció entenderlo. Le di las gracias trecientas veces por lo que había hecho la noche anterior por mí y le pedí perdón otras muchas veces. Carlos trató de tranquilizarme diciéndome que cuidarme había sido el karma por haberme gastado aquella broma del coche y me reconfortó en cierta manera que intentase quitarme parte de la culpa que sentía por todo lo que había hecho esa noche. Tras hablar con Carlos me di una larga ducha y no salí de ahí hasta que se me arrugaron los dedos de las manos por completo y el espejo del baño estaba totalmente empañado. No tenía fuerzas ni de mantener los ojos abiertos pero debía estudiar o por lo menos ponerme al día con los apuntes si quería aprobar todas las asignaturas del máster. Me pasé toda la tarde estudiando, absorta en mis libros, aun que la concentración era escasa no me quedaba otra. Cuando miré el reloj que había en mi salón me di cuenta de que ya eran las nueve de la noche. Sabiendo que no iba a salir ya en esa noche me puse el pijama y me metí en la cocina dispuesta a prepararme la cena. Justo cuando estaba abriendo la nevera sonó el timbre de mi apartamento y me apresuré a abrir la puerta. Supuse que sería Dave, esa misma tarde me había dicho que se había olvidado la cartera en mi casa y que pasaría más tarde a buscarla. Pero al abrir la puerta no me encontré a Dave precisamente al otro lado.

—¿Carlos? ¿Que haces aquí?— dije sorprendida al verle con dos cajas de pizzas en la puerta de mi casa.

—Si te piensas que vas a dejarme tirado solo porque tienes resaca, lo llevas claro mocosa.— Carlos avanzó por el pasillo de mi casa sin ni siquiera esperar a que yo le diese permiso para que lo hiciera. Dejó las pizzas sobre la mesa del comedor y se quitó la chaqueta.— ¿Qué, vas a quedarte ahí parada mucho tiempo o vas a ayudarme a poner la mesa?— reaccioné de inmediato cerrando la puerta de mi casa y avanzando hacia la mesa del comedor.— No sabía que pizza te gustaba asi que me he decidido por traer un poco de todo.— dijo él descubriendo las pizzas.

—Así está bien.— la verdad era que me moría de hambre, no había probado bocado desde que Dave me había preparado el desayuno y mis tripas no habían parado de rugir desde entonces. Cuando hubimos terminado de poner la mesa Carlos se sentó en frente de mí y se metió un buen trozo de pizza en la boca.— Eres un ansias.— dije despegando un trozo de pizza del cartón.

—Siempre lo he sido Julia, ya sabes que lo de esperar no va conmigo, si quiero algo lo hago.— Estaba empezando a entender la filosofía de vida de Carlos, guiarse siempre por impulso pasando de puntillas por la vida sin dejar huella en ningún sitio.

—¿Ahora que estamos solos vas a explicarme por qué coño casi te condenan a ocho meses de prisión?— Carlos se encogió de hombros mientras comía.

—Estaba de fiesta y un cerdo estaba intentando llevarse a una tía a la fueza de local, simplemente le enseñé que eso no estaba bien.— Carlos odiaba que se le colgase la medalla de héroe de la noche o de chico bueno, prefería ser el mismo gilipollas que se acostaba con una tía una noche y se "olvidaba" de llamarla al día siguiente.

—¿Hubieses pegado a aquél tío si hubiese querido hacerme algo?— No sabía muy bien por qué había hecho esa pregunta y mucho menos si quería saber la respuesta. Carlos me miró, sorprendido.

—Si la tía de esa noche hubieses sido tú en vez de ella, no sólo se hubiese llevado un puñetazo Julia.— Tras esa pausa siguió comiendo, como si nada, como si lo que acababa de decir no hubiese salido de su boca y hubiese hecho que mis mejillas se ruborizasen. El resto de la cena la pasamos hablando, comentando mayormente hazañas del pasado. Me sorprendía tanto que Carlos se acordase de cosas que yo creía olvidadas, me transportó de alguna manera a aquella época en la que tanto él, Dave y yo éramos inseparables.

—¿Quieres que veamos una película?— me ofreció Carlos de repente mientras fregaba los platos de la cena. Asentí a lo lejos mientras me sentaba en en sofá.— Eso sí, la película la elijo yo, que la última vez que vi una película con una mujer se pasó prácticamente toda la película llorando.—

—¿Qué te hace pensar que me gustan las películas románticas y sensiblonas?— dije totalmente ofendida.

—Siempre te habías gustado esas horrorosas películas con finales felices y bonitas casa rodeadas de niños.— dijo acercándose al sofá donde yo me encotraba.

—¿No te gustaría tener todo eso algún día?— le pregunté mirando como se sentaba a escasos centímetros de mí.

—No, no creo en esas tonterías, en el amor duradero ni en las relaciones en general, no entiendo esa loca obsesión que tiene el mundo por buscar su otra mitad, a mi no me hace falta, yo soy mi media naranja.— no compartía el pensamiento de Carlos en absoluto, aunque creyera que no necesitaba a un hombre en mi vida para ser feliz, si que aspiraba a encontrar el amor de mi vida algún día y poder compartir con él todo lo que me hace feliz. Vivir rodeada de niños en una enorme casa con el trabajo de mis sueños. Sí, definitivamente eso era lo que quería.

La personalidad de Carlos y la mía no podían ser más diferentes.

Poquito a poco vamos descubriendo cada vez más sobre la personalidad de Carlos. Hay muchísimo más interior de lo que el quiere mostrar.❤

Limbo de cristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora