EPÍLOGO;

140 17 6
                                    


Seis años después

Aquella última consulta me había dejado agotada, pero Jisung era un joven encantador que necesitaba de ayuda profesional cuanto antes y, no solo en lo que a su marca concernía, también en el ámbito familiar pues, la situación en su casa era precaria y difícil.

Bajé las escaleras escuchando el ruido de las gotas de agua golpeando el pavimento de la calle. No traía paraguas, por lo que pensé que esperar en la cafetería más cercana a que amainara la lluvia un poco sería lo más indicado.

Con mi bolso cubrí cuanto pude mi cabeza, pero no pude evitar que se mojara y aun tratando de impedirlo, entre en aquella pequeña cafetería empapada.

Minhyuk, el hijo de la dueña de la cafetería al que conocía de sobra me saludó al entrar y yo correspondí su saldo con una leve inclinación.

Tomé asiento en una de las mesas pegadas a la ventana para poder ver mejor la lluvia y pedí un café con el que entrar en calor.

Cada día, pensaba en Hoseok. En qué estaría haciendo, cómo le irían las cosas y qué sería de su vida. Miré la marca y suspiré recordándolo.

Aunque hubiesen pasado seis años, seguía sintiendo lo mismo por él y por mucho que hubiera tratado de mentalizarme de que la conexión de las marcas de almas gemelas podía cometer errores, estaba convencía de que haberme topado con Jung Hoseok no había sido un error.

Me había costado mantenerme fuerte, pero con esfuerzo había conseguido una licenciatura con la que ahora, como analista de marcas de almas gemelas profesionalmente, podía ayudar a todos aquellos adolescentes que más lo necesitasen a encontrar un objetivo en su vida.

Pensaba que el tipo de marca de Hoseok y yo compartíamos era excepcional, pero, durante mi larga estancia en Seúl había encontrado a dos personas más con marcas de plena conexión. Ambos eran pacientes míos y ambos eran almas gemelas entre sí, aunque ellos lo desconociesen.

No quería interponerme en el papel del destino, pero sabiendo que su situación podía tornarse difícil de un momento a otro, tenía un plan para hacer que los dos coincidiesen en el pasillo de mi consulta "accidentalmente".

Esbocé una sonrisa mirando por la ventana mientras le daba un sorbo a mi café con leche. Sabía que Hoseok estaba bien y yo también lo estaba. Le echaba de menos, sí, pero podía vivir con ello.

En mi cabeza, montaba películas acerca de cómo sería encontrarme con Hoseok repentinamente, cómo actuaríamos y qué nos diríamos. Había ensayado en mi cabeza aquella hipotética situación mil veces, pero sabía que, que se diese, era bastante complicado; por no decir prácticamente imposible.

Fue entonces, en aquel instante cuando había olvidado todas mis líneas practicadas una y otra vez para el momento en el que lo encontrara que, una cabellera escarlata se hizo paso en la cafetería. Estaba empapado y sacudió la cabeza antes de quitarse la gorra negra que llevaba.

Se quitó los zapatos y entró. Levantó la mirada y sentí que el mundo se había parado. Sentí aquel revoltijo de emociones cuando lo vi llegar a clase el primer día, todo apurado, tarde y con la compañía de una bonita chica.

Supe que Hoseok se había sentido de la misma manera porque giró la cabeza buscándome por todos lados y, cuando me encontró, nuestras sonrisas no podían ser más grandes y resplandecientes.

–Te encontré. –Me dijo. Yo asentí mientras se acercaba a la mesa en la que estaba sentada.

–Me encontraste.

Jung Hoseok ›› j.hsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora