Mi niñez no fue como la de cualquier niño. Nunca supe lo que era el amor paterno. Me sentí invencible, junto a mi madre, hasta que se fue... Fui una niña feliz, a su modo. Viendo el mundo junto a mi abuela. Nunca fui una niña cariñosa ni mucho menos sociable.
Podría decir que fui feliz hasta mi adolescencia. Podría...
El sol sevillano caía encima de esta preciosa ciudad. El cielo azul danzaba a sus anchas sin ninguna nube que lo obligase a esconderse. Desde una de las terrazas más bonitas de Sevilla observaba cuidadosamente a mi siguiente objetivo. El cantante de trap Santy Glass. Aunque su nombre artístico me resultaba totalmente estúpido, era uno de los mejor pagados en los festivales. Amante de la fiesta y como no, el más grande tópico de los cantantes. Las mujeres.
Mi trabajo me obligaba a desplazarme constantemente persiguiendo a los famosos. Escondiéndome en los rincones más recónditos de cada ciudad. Siguiendo y destapando, lo que mi jefe llamaba, trapos sucios. O más bien, vicios.
Tras cuatro años trabajando para una de las revistas más polémicas, mi identidad seguía siendo un costoso misterio para todos o casi todos mis compañeros. Junto a mi mejor compañera, una cámara réflex, conseguía captar todos aquellos secretos que los famosos intentaban esconder.
Llevaba una semana en Sevilla, siguiendo con sigilo al cantante. Aunque debía admitir que era una persona que no daba un paso sin antes haber estudiado meticulosamente cada rincón.
Desde la terraza del EME, observaba la Giralda. Había venido a Sevilla muchas veces, pero aquella estructura seguía impresionándome como cada día. Allí sentada observaba a la gente caminar despreocupada, el calor era su seña de identidad y aunque viviese en una ciudad de clima Mediterráneo, el calor andaluz superaba con creces todas las expectativas.
Una buena fuente llamó a la revista hace un par de semanas. Informándonos de todo lo que había podido presenciar del cantante. Santy Glass era un hombre de casi treinta años. Lo que más le caracterizaba eran las letras de sus canciones. Estúpidas y denigrantes. Aunque, por desgracia es lo que más vendía en estos momentos. Tuvo éxito a raíz de hacer una colaboración con uno de los grandes del reguetón. Llegó a la industria como un niño de veintidós años. Y ahora, casi en la cima y con todos a sus pies, se creía en el derecho de hacer y deshacer a su gusto. Casado desde hacía ocho meses. Su mujer, una despampanante modelo dominicana deslumbraba allí donde pasaba. Aún seguía sin entender que vio en él.
Hacía tres meses que se hablaba de una tercera persona en su matrimonio. La pareja no se pronunció en ningún momento, se limitaron a mostrar en redes sociales su amor. Muchos paparazis han intentado conseguir cualquier indicio sobre esa infidelidad, pero él sabía cómo esconderse.
Con el cóctel en la mano observaba su arrogancia. Su altanería y chulería. En aquella terraza se habían desplegado tres guardaespaldas, aunque podrían clasificarse como armarios de Ikea. Uno de ellos estaba situado al lado de la puerta, observando a cualquier persona que se atreviese a subir hasta allí. El segundo, caminaba tenso por las mesas observando a su tercer compañero, muy cerca de su jefe.
Cuando tratamos con este tipo de famosos, altivos y soberbios. Llevar la cámara en la mano no es nunca una buena opción. Así que, antes de que cualquiera de ellos llegase, escondí estratégicamente mi cámara en una de las plantas que decoraban la terraza. Le di al botón del play y me senté en una de las mesas a que la magia surgiera sola.
Uno de sus guardaespaldas se movió con agilidad hasta las escaleras. Escrutó a la persona que subía y tras unos segundos lo dejó pasar. Escribía en la libreta, despreocupada. Julia apareció delante de mí al cabo de unos minutos.
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A través de Carolina
RomanceCarolina es una mujer con las ideas claras. Diego es la nueva estrella del Valencia. Carolina es el as bajo la manga de la revista Minutos. Diego está harto de los paparazzis. Carolina es el mayor miedo de los famosos. ¿Podrá conseguir la mayor exc...