Epílogo

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Un año después.

Carolina miraba desde un lateral del campo el partido. Captaba las mejores jugadas. Había vuelto de Portugal más enamorada que nunca. De la Franchesinha y del Leitão. Del Fandango y de la Vira. Del Puente Don Luis y de la Livaria Lello. De Oporto. De su gente y del idioma. De un país tan maravilloso como lo era Portugal. Allí aprendí el arte de la fotografía de un maestro. Stefano D'Cruze. Un bohemio de camisas extravagantes. Pero un maestro de pies a cabeza. Lo que yo no sabía en ese momento era que estaba tratando con un verdadero artista. Gracias a él empecé a trabajar en un periódico deportivo español muy importante. Como fotógrafa. El me enseñó todo lo que sabía hasta ahora.

Había vuelto a Valencia. Había vuelto a casa. Se jugaban la final de La Liga. Y tanto el Valencia como el Real Madrid iban a por todas.

Él estaba jugando. Por supuesto. Llevaba un peinado diferente. Él lucía diferente. Lo veía en sus ojos. Lo vi correr hacia la portería. Casi juraba que había rugido. Golpeó la pelota y entró en la portería. El partido estaba ganado. El Valencia había ganado La Liga.

¿Lo ves abuelo? ¿Los has visto? Miré al cielo buscándole. Los jugadores empezaron a correr por el campo. Se abrazaban todos gritaban. Salió un cañonazo de confeti dorado. Saltaban. Gritaban. Les dieron las medallas. La copa la cogió el capitán. Se la pasó a Diego. Besó a la copa y la levantó. Le eché una foto. Le brillaban los ojos. Se lo merecía. Familiares y amigos saltaron al campo.

-¡Vamos Carolina! ¡Esta será nuestra portada!-Grito Stefano.

Corrí detrás de él cámara en mano. Los fotógrafos se mezclaron entre las familias abrazándose. Sacábamos fotos. Los jugadores se pasaban entre ellos la copa. Me giré a buscar a Diego. Abrazaba a una chica de pelo largo. Un pinchazo recorrió mi corazón. No barajaba esa posibilidad. Aunque era probable... Diego era un chic atractivo y... Espera. Se giraron abrazados. La conocía, claro que lo hacía... ¡Era su hermana! Sus padres estaban con ellos. Les saqué una foto cuando su madre cogió entre sus manos la cara de Diego. Él cogió la copa. Posó con su hermana. Con sus padres. Con Nacho. Este último me vio y me guiñó un ojo. Diego en cambio giró en dirección contraria que su amigo.

-¡Carolina!-Dijo al verme.

Nos abrazamos. Le saqué un par de fotos que me pidió con su familia.

-Enhorabuena Nacho.

Él sonrió, pero al mirar por encima de mi cabeza enmudeció.

-¿Carolina?-Era él... Reconocería esa voz a kilómetros.

Me giré cámara en mano e intenté sonreírle. Aunque creo que me salió una mueca. El corazón se me aceleró. Mi cuerpo gritaba lo mucho que lo anhelaba.

-Hola Diego.-Dije.-Enhorabuena.

-Gracias pero... ¿Qué haces aquí?

-Trabajo en el News SPORT. Soy una de sus fotógrafas.

-Eso es genial. Me alegro muchísimo por ti.

-He visto a tu hermana.

-Lo sé ¿es increíble verdad?

-Me alegro mucho por ti Diego. Te lo mereces todo.

-Carolina yo...-Pero Stefano lo cortó.

-¡Carolina! O que faz?-Gritó Stefano.

-¡Sinto muito! ¡Já vou!-Le respondí.

Diego me miraba divertido.

-¿Quién es el de las greñas?

-Mi maestro, alias jefe. Tengo que irme... Me alegro de verte.

Pero no respondió. Volví con Stefano. Se volvía loco con tanto confeti. Tanta gente. Tanto arte... Le seguí haciendo las fotografías. Le enseñé una de mis favoritas y el la observó satisfecho. Tiraron de mi brazo.

-Diego, ¿qué...

-Déjame hablar, por favor. No puedo más Carolina. Fui un maldito cabezón. Tendría que haberte escuchado. Tendría que haberte comprendido. Pero me encerré en el odio y el rencor. Llevo un año maldiciéndome por todo lo que te hice.-Pasó las manos por las hebras de su cabello y lo desordenó.-No estuve contigo cuando faltó tu abuela. No fui capaz de ir a por ti. Olivia casi me mata. Me dio la carta que había escrito tu abuela y...

-¿Mi abuela? ¿Qué carta?

-Me pidió que te comprendiera. Que no te dejara escapar... Y tenía razón.

Se aceró hacia mí. Dudé y retrocedí.

-Perdóname por favor... Llevo un año sintiéndome la peor persona del mundo por haberte dejado escapar.

-No tengo nada que perdonarte Diego. El día que me fui de Valencia dejé atrás todo el dolor y el rencor. Dejé atrás todo lo malo y me quedé con lo bueno. Me quedé con todo lo que me diste.

Se aceró a mí, pero no retrocedí. Dudó en sus movimientos, pero cogió mi muñeca y me empujó hacia él.

-Perdóname por favor...-Susurró.

Me quedé mirándole con una sonrisa. Esperaba que entendiera que quería decirle. Yo también lo había echado de menos. Yo también le anhelé cada día. Yo también me sentí perdida este año atrás.

-Perdóname tu a mí Diego.

-No tengo nada que perdonarte.

-Quiero besarte.-Le dije.

Y el me sonrió con esa sonrisa que tanto me gustaba. Sus ojos estudiaron mi cara. Su mano derecha acarició mi mejilla. Me acerqué un poco a él. Miré sus labios... Lo anhelaba tanto. Se inclinó hasta mi boca. Y reaccioné a él. Era el jodido beso perfecto... Todo desapareció. El partido. Las cámaras de televisión. Los jugadores. Los reporteros. Todos...

-¡Joder sois los nuevos Iker Casillas y Sara Carbonero!-Escuché gritar a Stefano.

Y volvimos a besarnos. Dejando atrás todo el dolor. El rencor. El pasado. Porque la vida era así. Bonita. Con muchos golpes. Pero con algunas caricias. Nuestro camino no era en línea recta. Ni fácil. Pero quizás nuestro destino era perdernos... 

A través de CarolinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora