Capítulo 7

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Nunca pensé que unas simples fotografías podían causar tanto revuelo. La noticia explotó como una tormenta de verano. Las ventas de la revista subieron un trece por ciento. Martín estaba feliz. Varios medios de comunicación se pusieron en contacto con mi jefe. Pero lo que muchos se preguntaban, quien era esa camarera que había conseguido cautivar a Diego Rodríguez.

A pesar de haber conseguido un gran éxito. No me sentía feliz ni realizada como las otras veces. Sentía mi estómago más pesado de lo normal. Un nudo apretaba mi garganta con fuerza. Acostada en la cama ni dejaba de ver las noticias del corazón. Todos ellos llevaban las fotografías tomadas en la famosa discoteca.

"La nueva conquista del futbolista."

"Una misteriosa camarera cautiva al pichichi del Valencia."

"Después de varios años intentando conseguir una exclusiva del futbolista. Una de las revistas del corazón más reconocidas, lo ha conseguido."

Todas llenaban sus titulares con absurdeces.

Esta mañana revisé mi Instagram. Pero nada. No había signos de Diego por ningún lado. Ni siquiera había leído mi mensaje. Uno de los programas del corazón habían conseguido grabarle en la entrada y salida del entrenamiento. Él se escondía bajo una gorra y unas gafas. Evitando mostrar cualquier sentimiento. Y en el fondo, me sentí culpable.

Estaba un poco cansada ya de leer sus absurdeces así que apagué la televisión. Pero a él, no me lo quitaba de la cabeza. Me armé de valor y entre en el chat.

@caarol_: ¿Estás bien?

Sonaba como una completa hipócrita ¿Cómo era capaz de preguntarle si yo había sido la causante de todo? No pude evitar sentirme culpable. Y aunque nunca me había importado mostrar las intimidades de los famosos, esta vez fue distinto. Diego y yo habíamos enlazado una extraña relación de amistad. Unida por distintos intereses, pero amistad, al fin y al cabo.

El griterío no tardó en llegar al salón. Corrí al escuchar las voces alteradas de mi abuela y Conchi. Sonaban nerviosas o más bien histéricas. Se asomaban a través de una pequeña apertura de una de las cortinas. Susurraban escondidas y las podía escuchar molestas.

-¿Qué pasa?-Pregunté.

-La que has liado niña.-Mi abuela estaba enfadada y no tardó en demostrarlo.

Me miró a los ojos. Y ahí me di cuenta de que algo estaba ocurriendo y yo no entendía. Estaba desilusionada y si algo no podía soportar desde bien pequeña era ver a mi abuela sintiéndose defraudada por mi culpa. La miré, porque no entendía que le pasaba. Gesticuló con su cabeza señalado la ventana. Con cautela me acerqué y despacio corrí la ventana.

Un gentío de cámaras y flashes se apoderaban de la entrada del portal. Allí estaban agazapados esperando, esperándome.

-¿Cómo?

-No lo sé.-Susurró mi abuela.

Conchi se mantenía en silencio. Nos observaba, pero no dijo nada. Mi abuela suspiró resignada. La vi sentarse en el sofá con los ojos cansados, tristes. Conchi la acompañaba, en silencio. Me arrodillé delante de ella. Sabía como se sentía. Porque, aunque no lo creyera, yo me sentía igual. Intenté coger su mano, pero ella la retiró con un gesto brusco. No mentiré diciendo que no me dolió. Porque fue como si me clavaran un puñal en el corazón.

-Estoy muy decepcionada contigo.-Susurró.

Intenté defenderme, decirle que tampoco me sentía bien haciendo esto. Que no me gustaba el camino que tomaba esto, pero no me dejó. Levantó su mano, como lo hizo con mi madre y no me dejó continuar hablando.

A través de CarolinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora