Capítulo 28

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Carolina lloraba la perdida de su abuela alejada de todo lo que ocurría en el despacho de Martín.

Diego se levantó esa mañana con mucha energía. Con ganas de arrasar con todo. Se visitó de traje y corbata. Cogió la carpeta y junto a sus abogados se dirigió al despacho del jefe de Carolina.

Al llegar entró sin dudar. Con chulería. Aunque todo el mundo pudiese verle. Iba acompañado de dos hombres elegantes. Con maletín. Y una sonrisa lobuna que asustaban a cualquiera. La secretaria les gritó que no podían pasar. Pero ellos entraron dispuestos a derribar a cualquiera que se interpusiera entre ellos y esa demanda.

Abrí la puerta con prepotencia. Martín hablaba por teléfono en un sillón elegante. De espaldas a ellos. Cuando escuchó la puerta abrirse ni de giró.

-Te he dicho que no recibo visitas ¿es que eres tonta?-Lo escuchó decir.

-Vaya. Nunca me habían confundido con una mujer.-Contesté con soberbia.

El sillón giró y Martín al ver la estampa delante de él colgó el teléfono.

-No puedo creerlo. Diego Rodríguez, que honor...-Se levantó y le tendió la mano.

Lo analicé. Miró su mano y ni siquiera de movió. Martín al ver el gesto con prepotencia de Diego retiro la mano.

-¿A qué se debe su visita?-Se volvió a sentar en su sillón.

-Vengo a pedirte que retires la demanda que tienes en contra de Carolina Herrero.

-¿Y por qué debería hacer eso?-Sonrió con suficiencia.

-Verás... Misteriosamente me llegaron unos documentos a ml hotel en Barcelona. Lo que no tuviste en cuenta fue que divulgaste una información. Que viola la protección de datos de Carolina... No se si sabes por donde voy.-Dije guiñándole un ojo.

Uno de mis abogados empezó a hablar. A Martín se le cambió la cara por completo.

-No tenéis pruebas.-Dijo.

-Las tenemos y las vamos a utilizar señor.-Dijo uno de los abogados.-Si no retira la demanda en un plazo de veinticuatro horas nos veremos obligado a ir contra usted con todo el peso de la ley. Y le aseguro, que nuestro bufete nunca pierde.

La cara de Martín se contrajo. Estaba enfadado. Lo veía. Casi juraba que le salía humo por las orejas.

-¿Qué plazo de tiempo tengo?-Gruñó.

-Veinticuatro horas.-Respondí.

Los tres nos alejamos sonrientes de la mesa. Pero antes de cerrar la puerta me giré.

-Una última cosa Martín... No vuelvas a acercarte a Carolina, porque te aseguro que me encargaré de echarte a los tribunales sin ningún miramiento.

-¿Eso es una amenaza señor Rodríguez?

-Eso es un aviso señor Molina.

A través de CarolinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora