Capítulo 22

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Diego me pidió que me quedara esa noche. Al día siguiente se iban a jugar a Barcelona. Ya llevábamos varias noches así. Y no terminaba de gustarme esto... Sabía que pronto terminaría. Quedaban solo cinco días para que se terminara mi contrato. La que se me venía encima no era poca y tenía claro que a Diego no le iba a gustar.

Se empeñó en preparar la cena. Lo vi moverse por la cocina con gracia. Como por el campo. Preparó rodaballo con verduras. Cenamos con una de sus botellas de vino. Que esta vez eligió él. Parecíamos una pareja, pero... ¿Qué era esto realmente? Ni siquiera nos habíamos acostado. Aunque teníamos mucho feeling.

No era muy tarde, pero entramos en la habitación. Diego se iba temprano. Nunca me había fijado en las fotos que tenía repartidas por la estantería. En muchas iba con el uniforme de su antiguo equipo. Era joven, mucho más joven. Sonreía, pero de una manera que nunca le había visto. En algunas aparecía su hermana. Lo escuché acercarse. Pasó sus manos por mi abdomen y me atrajo hacia él. Nos miramos. Él sonrió. Yo también. Acaricié con mis manos su abdomen. Se marcaba debajo de la camiseta. Podía jurar que incluso era unas tallas más pequeña... Puñetero.

Él acarició mi espalda. Despacio. Estaba jugando. Pero yo también sabía de que iba este juego. Cogí el borde de su camiseta y tiré de ella. Los dos no reímos. Admiré su abdomen marcado. Incluso descubrí un tatuaje en sus pectorales. Acaricié las líneas de tinta con las yemas de los dedos. Eran dos alas enormes. Subían hasta casi su clavícula. Pero eso hacía que se viera mucho más atractivo. Me gustaban los tatuajes. Muchísimo. Pero nunca fui capaz de hacerme uno. Me daban miedo las agujas....

Empecé a acariciar su abdomen. Subía y bajaba mis manos desde la v que se le marcaba a la perfección hasta sus pectorales. Pasaba mis manos por sus pezones. Jugando con él. Bajo su atenta mirada. El juego de las caricias se intensificó. Baje mis manos hasta sus vaqueros. Lo acaricié. Y noté su erección. Me mordí el labio y el sonrió.

-Te vas a quemar.-Su voz estaba ronca. Mucho más ronca que de normal.

-Yo nací quemada.-Le respondí.

Bajo sus manos hasta su cinturón. Bajo mi atenta mirada lo desabrochó. Pero no le di tiempo a más porque fui yo quien abrió el botón de sus pantalones. Volví a acariciarle. Y el se pegó completamente a mí. Recorrió mi cuerpo y yo el suyo. Notaba su erección en mi vientre y eso me encendía. Se apartó de mí y se quitó los pantalones. Se quedó en bóxer. Su erección se marcaba. Notaba el calor subir por cada parte de mi cuerpo.

-Ven aquí...-Me dijo.

Me acerqué. Cada vez hacía más y más calor en esta habitación. Sus dedos subieron parte de mi camiseta. Acarició con sus yemas la piel desnuda que acababa de dejar. Para pocos segundos después quitarme la camiseta sin contemplaciones. Sus manos acariciaron mis hombros. Se acercaron peligrosamente a mis pechos. Pero él también jugaba. Volvió a subir sus manos hasta mis hombros y bajó los tirantes. Nos besamos. Porque su boca anhelaba la mía. Lo tenía bajo mi merced. Acaricié y arañé cada parte de su piel desnuda. Gimió. Y eso me encendió aún más. Lo empujé y quedó tumbado en su cama. Subí a horcajadas. Me subí encima de él. No tardó en volver a besarme. Apartó mi pelo y acarició mi cuello con su nariz. La besó. La chupó. Volvió a acariciar mi espalda y desabrochó mi sujetador. Acarició mis pechos con sus manos. Me volvió a mirar a los ojos antes de meterse uno de mis pechos en su boca. Gemí. Nos gustaba jugar, de eso no había duda. Pero nos estábamos quemando. Todo su cuerpo me atraía. Me quemaba. Volvió a besarme. Me mecí rozando su erección. El gimió. Nos movíamos acordes. Gemíamos. Tiré de su pelo con fuerza y lo besé. Nos volvimos a mirar. Agitados.

-¿Quieres parar?-Preguntó.

Pero él sabía tan bien como yo la respuesta. Volví a besarle con fuerza. Mordí su labio inferior y tiré de él. Él gimió. Me quitó el pantalón. Empezó a acariciarme. Sentí que explotaba. Sus manos jugaban por encima de mí. Chupaba mis pezones. Acariciaba mi sexo por encima de la ropa interior. Quedé debajo de él. Volvió a besarme con fuerza. Me abrió las piernas en un rápido movimiento. La ropa interior desapareció. Lo vi descender. Sus ojos me miraban llenos de lujuria y pasión. Pronto sentí su lengua empezar a jugar con el clítoris. Tiré de su pelo llena de placer. Gemí. Con su otra mano acarició mi vientre. Introdujo dos dedos. Volví a gemir. Estaba mojada. Muy mojada. Diego había conseguido eso en poco tiempo. El calor empezaba a hacerse insoportable. Empujaba y lamía con fuerza. Lleno de deseo. Sentí el orgasmo golpearme, pero paró. Subió hasta mis labios y me besó con fuerza. Lo tumbé en la cama. Él me miraba agitado. Jugué con el elástico de su bóxer. Pasé mi mano por encima de su erección. Lista para mí. Saqué su polla de la ropa interior. La acaricié con mi mano derecha. La acerqué a mi boca. Saqué mi lengua y la acaricié. El cerró los ojos, pero resistió el gemido. La apoyé en mis ojos y la sumergí en mi boca. La saqué y la volví a introducir. Él cogió un mechón de mi pelo y tiró de el suavemente. Con mi lengua recorrí toda su longitud. De arriba abajo. Volví a introducirla en mi boca. Su cadera empujó. Volví a acariciarla con mi lengua. El boqueaba inmerso en el placer. Volvió a empujar con más fuerza su cadera. Y gimió. No podía más. Estaba excitada. Muy excitada. Me puse a ahorcajadas. Cogí su erección entre mis dedos y la posicioné en la entrada de mi sexo. Con un movimiento rápido entró en mí. Gemimos. Tomé la iniciativa. Acompasaba sus arremetidas. Su cadera golpeaba contra mí. Agarró mi pelo con una mano. Con la otra besaba mis pechos. Empujaba. Volvíamos a gemir. Arañé su espalda. El gimió. Me besó. Aceleró el ritmo de sus embestidas y jadeé. La lujuria se había apoderado de nuestros cuerpos.

-Joder.-Susurró en mi oreja.

Volví a arañar su espalda. Los movimientos empezaban a ser más fuertes. Más rudos. Pero me encantaban. Todo el me gustaba. Froté mi cadera con la suya. Lo monté. El gimió más fuerte. Estaba tan cerca... Seguí guiándole. Nos mirábamos. Lo decíamos todo con la mirada. Empujó más fuerte. Cogí un puñado de su pelo y junté nuestras frentes. Una de sus manos bajó hasta mi clítoris. Le dio la atención que necesitaba. Estaba a punto. Iba a correrme. Y el también. Empujó más fuerte. Y con sus dedos jugó con mi sexo. Sentí que explotaba. Le clavé las uñas en la espalda. Grité de placer. Salió de mi interior. Acaricié su polla con mi mano. Me miraba agitado. Lo hice rápido. Fuerte. Estaba a punto y lo notaba. La metí en mi boca y el empujó. Se corrió. Gimió de placer. Y fue uno de los mejores sonidos que jamás había escuchado.

-Joder.-Dije.

Nos quedamos ahí. Quietos los dos. Mirándonos. Sudados. Agitados. Repletos de placer. Se aceró a mis labios. Los besó. Sus ojos me miraban intensamente.

-¿Dónde has estado toda mi vida?-Susurró.

A través de CarolinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora